Radio cubana: Un siglo de sonido para ver

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Las celebraciones por el centenario en Cuba devienen reconocimiento a generacio­nes completas de radialistas. Y a los oyentes, que se cuen­tan por millones.

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Yuris Nórido.— En algún momento, cuando surgió la televisión, algunos vaticinaron la desaparición de la radio. Si ya tenemos un apa­rato donde además del sonido se puede disfrutar de la ima­gen, la radio se ha quedado ob­soleta… esa era la lógica.

 

Simplezas. Un medio no ha sustituido al otro por la sencilla razón de que cada uno cuenta con posibilidades y potencialidades singula­res. La radio ha demostrado su vigencia y su capacidad de adaptación y renovación.

Hay mucha historia… y también hay futuro.

Hace hoy cien años el flautista y compositor Luis Casas Romero propició la pri­mera transmisión de su plan­ta 2LC, instalada en su casa. Fue el pionero. Muy pronto Cuba se constituyó en uno de los referentes internaciona­les de la radiodifusión, en la vanguardia latinoamericana.

Muchos han sido los hi­tos de la radio cubana, al­gunos incluso han tenido impacto universal. Cuba fue cuna del folletín radial, con los aportes extraordi­narios de Félix B. Caignet. En Cuba se fundó la prime­ra emisora de información continua, Radio Reloj. La radio está estrechamente li­gada al devenir de la nación en el último siglo.

Desde la Sierra Maestra, Radio Rebelde fue la voz de la Revolución que se avizora­ba y triunfaría por fin. La ra­dio ha hecho la crónica total: desde los grandes aconteci­mientos hasta las rutinas del día a día.

En tiempos de abruma­dor impacto de las redes so­ciales, persiste en su misión informativa y cultural. Es medio de comunicación y también plataforma para el arte. Y cuenta con una le­gión de trabajadores, fieles y entusiastas integrantes del centenar de emisoras exis­tentes en el país.

Muchos son los desafíos de la radio cubana; el pri­mero —permanente— es la actualización de códigos y rutinas productivas. La red de redes es un ámbito propi­cio para la radio. El tránsito desde los esquemas tradicio­nales hasta la llamada trans­medialidad (una manera de presentar contenidos en dis­tintos medios, buscando la complementación) no es una opción: es una necesidad.

La pretensión artística debe acompañar siempre la la­bor de sus profesionales. Cuba tiene que defender la extraor­dinaria variedad de contenidos que distingue a su radiodifu­sión en el panorama interna­cional: música (popular y de concierto), deportes, dramati­zados, programación infantil…

El trabajo comunitario es vital. En muchas de las loca­lidades del país la radio es la principal fuente de informa­ción. Es necesario que esas emisoras se parezcan cada vez más a sus entornos, que estén a la altura de las demandas de la ciudadanía, que sean baluartes en la promoción de tradiciones y la historia local.

Hace falta también conso­lidar un sistema de la crítica sobre la radio, que contribuya con el establecimiento de cla­ras jerarquías.

Desde hace años la ra­dio cubana ha socializado un lema: Sonido para ver. Habla de esa capacidad de construir sentidos, de emocionar, de re­crear el mundo… Habla del poder extraordinario de la imaginación.

Las celebraciones por el centenario en Cuba devienen reconocimiento a generacio­nes completas de radialistas. Y a los oyentes, que se cuen­tan por millones.

Fuente: pcc.cu

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