Alexis Dorta.— En el campo político del reformismo se ha desatado una lucha de proyectos, planteamientos y liderazgos que durante este periodo previo a las elecciones, caracteriza el campo socialdemócrata.
La proporción de la crisis de 2007 supuso una gran recomposición de fuerzas en el terreno político en el Estado Español. El régimen político que había fraguado un bloque de alianza y consensos tras la transición y que determinó un status quo entre los representantes de las burguesías centrales (PP, PSOE) con las vascas (PNV) y catalanas (CiU) saltó por los aires al emerger nuevos sujetos político como consecuencia de la grave crisis económica y social que estalló. Los viejos consensos sociales se rompieron, la socialdemocracia en su labor de contención de un posible avance popular tuvo que transformar su imagen incorporando ciertas culturas políticas y propuestas progresistas que en el fondo no cuestionaban ni la política de ajuste ni las concesiones a la oligarquía para superar dicha crisis. Un sector del pujolismo, envuelto en la corrupción y en las políticas expansivas del clientelismo, optó por huir hacia adelante e incorporar elementos independentistas que posibilitaran una reconstrucción de la hegemonía política en Cataluña. Mientras, se sucede el reacomodo del proyecto del PP y de la socialdemocracia: La “institucional” del PSOE realiza una renovación de imagen e incorpora al sanchismo como propuesta “nueva” frente al felipismo y sus herederos.
Pero a través de la movilización social de nuevos sectores sociales activados por las consecuencia de la crisis (el quincemayismo) un espacio fuera del PSOE se activa en PODEMOS, un intento de superar al PSOE y conseguir la mayoría en el campo del reformismo. PODEMOS a través de la táctica de Iglesias intenta replantear el dualismo izquierda-derecha, en un populismo de casta-pueblo, queriendo superar el referente izquierda del PSOE e IU por uno más amplio y difuso que le suponga, si tiene éxito, la superación hegemónica del PSOE. Esa táctica fracasa y el podemismo entra de lleno en el esquema clásico de la socialdemocracia. Y queda convertido su proyecto en apuntalador del PSOE y el gobierno de Sánchez.
Ahora el panorama en el espacio político a la izquierda del PSOE es de fragmentación de proyectos o, más bien, de marcas, dado que la movilización social derivada del 15-M, y de la corrupción de la derecha, activó sectores sociales de la clase trabajadora que pueden ser un caladero de votos para estos proyectos. El problema es que tras la desaparición activa del liderazgo de Iglesias, se ha desatado una lucha de egos en ese espacio: Errejón, Yolanda Díaz, Irene Montero, etc. Que concentran todas las referencias. En el fondo no hay propuestas diferentes y rupturistas en cada uno de estos proyectos políticos, todos beben de la misma fuente socialdemócrata, incorporando el discurso de imagen del progresismo (en torno al género, al movimiento trans, a la homosexualidad, etc) pero sin colocar ninguna propuesta que ponga en cuestión el proceso actual de acumulación de capital en el Estado. Es, simplemente, un problema de distribución de rentas, pero no un cuestionamiento de la generación de esas rentas del trabajo y del capital. El proyecto de la socialdemocracia al margen del PSOE, no supone ningún salto determinante en la correlación de fuerzas sociales en el Estado Español. Es básicamente, un reparto de cargos y prebendas.
Tras los distintas formaciones de la izquierda española lo que queda es lo restos de un naufragio movilizador de aquellos sectores que confiaron en una superación de la restauración monárquica de la transición a través del voto y de la puesta en pie de nuevos liderazgos como el de Pablo Iglesias. La realidad es que el bloque de poder en el estado está lo suficientemente consolidado como para renovarse en una nueva operación gatopardista; las dos últimas confrontaciones sociales; el 15-M y el independentismo catalán no han podido superar los diques de contención del régimen monárquico, lo que queda es la institucionalización y definitiva naturalización de esas fuerzas reformistas en la operación gatopardista de la monarquía borbónica.