De lo arduo y lo hermoso

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Frente a la mentira, la patraña y la incitación al odio y la violencia, estará presta en todo momento nuestra arma estratégica fundamental: la unidad

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Miguel Febles Hernández.— Justo tras cinco años, cinco meses y cinco días del asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, y de lucha incesante por acabar con la dictadura sangrienta y entreguista de Fulgencio Batista, el 1ro. de enero de 1959 triunfó la Revolución «de los humildes, por los humildes y para los humildes».

 

Había llegado el momento de cumplir las promesas del Moncada, dirigidas, en primer orden, a desmantelar el sistema explotador, asesino, infame y corrupto que tanto dolor trajo a las familias cubanas, aplicar medidas inmediatas de justicia social y rescatar la soberanía nacional tantas veces mancillada.

Si bien tales acciones estremecieron desde sus cimientos el viejo orden establecido, la nacionalización de las empresas yanquis y, sobre todo, la promulgación de la primera Ley de Reforma Agraria, constituyeron los golpes definitivos que enfrentaron a la Cuba revolucionaria con el imperialismo estadounidense.

No dispuesto a tolerar tamaño «desaire» frente a sus propias narices, la administración de Dwight Eisenhower puso en marcha un programa combinado de amenazas, coerción económica, campaña anticomunista y agresiones de diverso tipo para amedrentar al pueblo cubano y obligarlo a desistir del camino escogido.

Solo la confianza de este en la Revolución, la autoridad moral de sus dirigentes, la justeza de las medidas aplicadas y el firme espíritu de unidad alcanzado, constituyeron factores que ayudaron a derrotar las peligrosas maniobras de Washington que, de prosperar, habrían dado al traste con el genuino proceso emancipador.

Frente a tanta osadía, entonces al imperialismo no le quedaba otra opción que comenzar a dar los primeros pasos para organizar una operación militar contra Cuba con el empleo de todos los medios a su disposición, incluida, de ser necesario, la intervención directa de sus fuerzas armadas.

DOS LECCIONES AMARGAS PARA EL IMPERIO

Tan macabros proyectos fueron heredados por el Gobierno de John F. Kennedy, bajo cuya presidencia, además de oficializar el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba, y promover su aislamiento político a nivel regional e internacional, se organizó, financió y ejecutó la expedición mercenaria de Playa Girón.

Quienes imaginaron tal aventura como un paseo sin mayores contratiempos, pronto se dieron de bruces contra una amarga realidad: en menos de 72 horas fueron derrotadas las fuerzas invasoras, para frustrar así los planes elaborados de manera acuciosa por el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia.

Lo asombroso y motivo de sano orgullo es que frente al contingente enemigo armado hasta los dientes se impuso el arrojo y la fe en la victoria de un pueblo, en atuendo militar o miliciano, que no dio ni un minuto de tregua al agresor y no dudó en derramar por primera vez su sangre en defensa del socialismo.

Poco más de un año después, ese mismo pueblo se movilizó con heroica determinación, a todo lo largo y ancho del país, para enfrentar la posibilidad real de una invasión de las fuerzas militares estadounidenses, incluido el peligro mortal de un ataque atómico, momento que trascendió para la historia como la Crisis de Octubre.

Aceptado el reto, el Gobierno de Estados Unidos tuvo la oportunidad de comprobar hasta dónde su descabellada, abusiva y aventurera agresión contra un pueblo pequeño e indoblegable podía conducir a una catástrofe, viéndose obligado, como parte de la solución del conflicto, al compromiso de no invadir a Cuba.

HOSTILIDAD FRENTE A LA HIDALGUÍA CUBANA

Sin embargo, en mandatos subsiguientes se produjo un incremento de la hostilidad, a través de la guerra sicológica, los sabotajes a objetivos económicos, las acciones terroristas, los ataques piratas, el secuestro de aviones y embarcaciones, y los planes de atentados contra los principales dirigentes cubanos.

En medio de tan complejas circunstancias, el pueblo supo librar batallas simultáneas en varios campos, lo que se tradujo en una gigantesca obra económica, social, cultural e ideológica, que consolidó la Revolución socialista en el empeño por elevar el bienestar de la población y la satisfacción de sus necesidades.

Mientras la Mayor de las Antillas seguía su curso de desarrollo inexorable, nuevas tempestades se avecinaban: el inicio de la década de los años 90 del siglo pasado trajo consigo el derrumbe del campo socialista en Europa del Este y la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Ambos acontecimientos representaron un altísimo costo para la economía y la sociedad cubanas, situación que condujo al Estado a aplicar las medidas concebidas en el llamado periodo especial en tiempo de paz para resistir los embates de la crisis y cumplir el objetivo supremo de salvar la Patria, la Revolución y el socialismo.

Pocos en el mundo se arriesgaban a apostar siquiera un centavo por la supervivencia del archipiélago irredento, cuyos habitantes pusieron en tensión todas sus reservas ideológicas, soportaron las penurias materiales y, poco a poco, comenzaron a emerger victoriosos de las pruebas impuestas por el enemigo.

NUESTRA ARMA ESTRATÉGICA: LA UNIDAD

Malacostumbradas a subestimar al pueblo cubano, su capacidad de resistencia y espíritu de combate, 13 administraciones estadounidenses han visto fenecer los planes dirigidos a destruir la Revolución y su hermoso proyecto de justicia social, a través de acciones de extrema agresividad y cinismo.

Sin el más mínimo escrúpulo ni sentimiento humanitario, aprovecharon las duras condiciones de la pandemia de la COVID-19 para darle otra vuelta de tuerca a las medidas de carácter punitivo, con el propósito de hacer más difícil la vida del pueblo, crearle mayores dificultades y lograr la rendición incondicional del país.

Más que a las armas convencionales, acuden esta vez a una perversa estrategia de subversión político-ideológica, enfocada en quebrantar la unidad nacional a partir del afianzamiento de una matriz de opinión que pretende presentar a Cuba como un Estado fallido y una sociedad moribunda y sin futuro.

Cuentan para ello con el respaldo de renegados y asalariados del imperio, quienes encuentran en la traición, la violación de las leyes, el desacato y la profusión de noticias falsas, el escenario propicio para fomentar la división, la apatía, el desaliento, el desarraigo y la falta de confianza en la máxima dirección del país.

Los sucesos del 11 de julio de 2021 se encargaron de demostrar que las medidas que se aplican contra Cuba, dirigidas a subvertir el orden constitucional y generar un clima de inestabilidad e ingobernabilidad por parte del imperialismo y sus mercenarios, recibirán siempre la enérgica respuesta de los patriotas cubanos.

Frente a la mentira, la patraña y la incitación al odio y la violencia estará presta, en todo momento, para vencer con éxito todo tipo de amenazas y agresiones, nuestra arma estratégica fundamental: la unidad de la inmensa mayoría del pueblo en torno al Partido y a la obra e ideales de la Revolución.

El periodo especial puso a prueba la capacidad de resistencia de cubanas y cubanos. Foto: Ahmed Velázquez

 

Fuente: granma.cu

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