¿Por qué la Revolución?

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La determinación de imponerse a cuanto obstáculo se interponga en el camino de la soberanía y la independencia nacional, fue la que llevó a Fidel a hacer una Revolución hace 64 años

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Freddy Pérez Cabrera.— María Cabrera siempre decía que no le alcanzaron las lágrimas para llorar la pérdida de su pequeño Luis, fallecido cuando apenas tenía ocho meses de nacido a causa de una deshidratación severa, motivada por un brote de vómitos y diarreas.

 

Conseguir el dinero para poder buscar al médico que vivía a varias leguas de la finca El Rincón, cercano al poblado de Vega Alta, en Camajuaní, donde vivía la familia, le llevó un tiempo que la enfermedad no perdonó. Luego vivieron otros siete hijos, pero la herida causada por la muerte de su primogénito nunca logró sanar.

En aquel lugar inhóspito y desolador, la humilde familia tenía una casita de guano, con piso de tierra y un pequeño conuco que apenas alcanzaba para el sustento de la prole. Para alumbrarse, una chismosa en medio de la casa, alrededor de la cual se reunían cada noche, luego de haber ingerido un plato de harina con boniato o lo que pudieran rapiñar durante el día.

«¿Usted ve esta ceguera que tengo?, eso se lo debo a los fogones de leña y a las tandas de planchado con paletas de yagua», me contó muchísimas veces cuando nos poníamos a conversar, y narraba otras anécdotas, como que solo uno de sus ocho hijos nació en un hospital; mientras el resto vino al mundo en la propia casa, de la mano de Felipa la Curra, la partera de la zona, que tijera en mano cortaba la tripa y resolvía la situación.

Triste realidad la de aquella familia y la de otras tantas que en toda Cuba formaban un enorme ejército de hambrientos, en el que el 90 % de los niños del campo estaba devorado por parásitos; lo cual acontecía en un país que, según datos conservadores, tenía una tasa de mortalidad infantil estimada de 60 fallecidos por cada mil nacidos vivos.

Cifras también conservadoras revelan que, entonces, más de 600 000 cubanos estaban sin trabajo, entre los que se contaban los cerca de 10 000 jóvenes graduados que no habían encontrado empleo; realidad agravada por las cerca de 200 000 familias campesinas que no tenían una vara de tierra donde sembrar alimentos para sus hijos.

Muy similar era la situación del 85 % de los pequeños agricultores cubanos que pagaban renta mientras vivían bajo la perenne amenaza del desalojo de sus parcelas; o los 500 000 obreros del campo que solo trabajaban cuatro meses al año y deambulaban el resto del tiempo de un lugar a otro, en busca de algún empleo.

Penosa, igualmente, era la realidad de los cerca de tres millones de personas que carecían de luz eléctrica; además de los miles y miles de niños que asistían a las escuelitas públicas del campo descalzos, semidesnudos y desnutridos, todo lo cual ocurría en un país donde la mayoría de la población era analfabeta total o funcional, menos del 10 % de los adolescentes y adultos alcanzaba el sexto grado, existían más de 10 000 aulas sin maestros, y la educación superior era un sueño inalcanzable para la mayoría.

Y EN ESO LLEGÓ FIDEL

Desolador fue el panorama que encontró la Revolución tras el triunfo del Primero de Enero de 1959, todo lo cual había sido denunciado de manera magistral por Fidel en el juicio del Moncada, testimonio que quedaría plasmado en La historia me absolverá.

La Revolución había heredado un cuadro de desgobierno, corrupción, analfabetismo, prostitución y desigualdades que debían ser combatidas con prontitud, porque esta vez no se había producido una simple sucesión de un gobierno por otro, sino un cambio verdadero.

Para ello, había que estremecer los cimientos de la sociedad cubana, lo cual no era una tarea fácil, pues como dijera el líder de la Revolución el 8 de enero a su llegada a La Habana: «La tiranía ha sido derrocada, la alegría es inmensa y, sin embargo, queda mucho por hacer todavía…».

Fue entonces que, como parte de la materialización del Programa del Moncada, por primera vez en su historia el pueblo fue dueño de la tierra, a partir de la Ley de Reforma Agraria; las industrias pasaron a ser parte del patrimonio nacional y las viviendas entregadas a sus legítimos dueños; además de llevarse a cabo una épica Campaña de Alfabetización que llevó la luz de la educación a los rincones más intrincados de la geografía cubana.

Para dignificar a los anteriormente desposeídos y a las clases más humildes, fueron construidos cientos de hospitales y escuelas por doquier, a la vez que la educación superior se puso al alcance de todos, sin distinción de credo, procedencia o color de la piel.

De esa manera fueron formados miles y miles de médicos, técnicos y especialistas para Cuba y el mundo; a lo cual se sumó la democratización de los espacios de creación, difusión y acceso a la cultura, como materialización del anhelo martiano que preside nuestra Constitución, del culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.

Y al igual que ahora, cuando a pesar de la asfixia económica que significa el bloqueo recrudecido y el lazo que se pretende imponer en el cuello de la Revolución, esta no ceja en el empeño de mejorar las condiciones de vida del pueblo, la concreción de lo expresado en el Programa del Moncada resultó una tarea compleja y difícil.

El fomento y la organización del terrorismo de Estado mediante el sabotaje y el bandidismo; la ruptura de relaciones diplomáticas por parte de la mayoría de los países latinoamericanos, con la honrosa excepción de México; la invasión por Playa Girón, la Crisis de Octubre, el secuestro y ataque a embarcaciones y aeronaves civiles; así como los más de 600 planes de atentados contra Fidel y otros dirigentes de la Revolución, entre otras acciones, pusieron a prueba la capacidad del pueblo cubano de resistir y vencer.

Esa determinación de imponerse a cuanto obstáculo se interponga en el camino de la soberanía y la independencia nacional, fue la que llevó a Fidel a hacer una Revolución hace 64 años, y es la misma que hoy guía a la actual generación de dirigentes cubanos, quienes en medio de las adversidades trabajan como quijotes para enfrentar los molinos en el camino que hemos escogido.

Los desalojos eran una práctica cruel y cotidiana antes de 1959. Foto: Revista Bohemia

Fuente: granma.cu

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