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El acuerdo nuclear con Irán, conocido oficialmente como Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés), está ahora, a efectos prácticos, muerto. Como en el legendario sketch del loro muerto de los Monty Python, este acuerdo ya no existe. Ha ido al encuentro de su creador.  El enterrador, significativamente, no era otro que el senil personaje que actualmente se hace pasar por el «líder del mundo libre».

 

Puede que se llame Joe Biden, pero «Biden» es en realidad un combo que dicta cada línea del guion que el muñeco en cuestión trata de pronunciar a trompicones, ya sea imitando las palabras susurradas a su auricular o esforzándose por leer un teleprompter.

A principios de esta semana salió a la luz un nuevo vídeo, grabado a principios de noviembre, en el que «Biden» dice que el acuerdo del JCPOA está muerto. «Pero no vamos a anunciarlo. Larga historia». Es una larga historia. Cuando estaba relativamente menos senil, en su campaña electoral de hace más de dos años, «Biden» prometió que Washington se reincorporaría al JCPOA, que fue destrozado unilateralmente por su predecesor Donald Trump en 2018.

Después de llegar a la Casa Blanca, «Biden» ­–en realidad sus manipuladores– nombró a Robert Malley enviado especial a Irán, encargado de supervisar todo el proceso, incluidas las conversaciones para renovar el JCPOA.

Malley desempeñó el papel de aguafiestas a la perfección. La obsesión por las sanciones prevaleció sobre cualquier intento serio de reactivar el JCPOA. Paralelamente, lo que el ex analista de la CIA Ray McGovern ha definido de forma memorable como MICIMATT –el complejo militar-industrial-congreso-inteligencia-medios de comunicación academia-complejo de think tank­­– reavivó el juego de culpar a Irán 24 horas al día, 7 días a la semana, ahora culpable por culpa de un «nuevo presidente de línea dura» incapaz de un «diálogo constructivo con Occidente».

El JCPOA original cerrado en Viena en 2015 –seguí la mayor parte del proceso en directo– era muy conveniente en ese momento para la entonces administración de Barack Obama, la llamada UE3 (Francia, Reino Unido y Alemania) e incluso Rusia y China.

Obama creía que un acuerdo llevaría a Teherán a mostrarse más favorable a Washington. Ahora el tablero  geopolítico ha cambiado por completo. La Unión Europea y los Brexiters han quedado reducidos a una satrapía del Imperio estadounidense.

La asociación estratégica Rusia-China es considerada por los estadounidenses como una amenaza existencial. Y encima Irán ha sido admitido como miembro de pleno derecho de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). Así que no hay incentivo alguno para que los straussianos/neo-conservadores y neoliberal-cons que controlan la política exterior de Washington revivan el JCPOA.

El vals de los sátrapas de la UE

El JCPOA era esencialmente un clon del acuerdo de Minsk: el Imperio sólo ganaba tiempo antes de volver a hacer travesuras. La propia ex canciller alemana Angela Merkel ha revelado, en declaraciones grabadas, que Minsk no era más que una gigantesca farsa.

Teherán, sin embargo, nunca cayó en la trampa. El líder supremo, el ayatolá Seyyed Ali Jamenei, un inteligente estratega geopolítico, lo vio claro desde el principio: nunca confíes en los estadounidenses. Sabía intuitivamente que quienquiera que sucediera a Obama –la halcona Hillary o, como sucedió, Trump– al final no respetaría lo firmado y ratificado por las Naciones Unidas.

En cuanto a los sátrapas europeos, ni siquiera hicieron un esfuerzo para aplicar el alivio de las sanciones hacia Irán a través del mecanismo INSTEX después de que Trump rompiera el acuerdo. El mantra tácito era mantener a Irán ahí abajo. Era como si este combo colectivo de Occidente sólo estuviera esperando la próxima bonanza de la revolución de color, que al final sucedió, demasiado poco, demasiado tarde, hace unos meses.

Si los manipuladores de «Biden» hubieran estado realmente interesados desde el principio en reactivar el JCPOA, el camino directo habría sido deshacerse de las sanciones e ir a por ello. En lugar de eso, lo que ocurrió fue que Malley y otros exigieron más concesiones y convirtieron el alivio de las sanciones en un espejismo. Las negociaciones de Viena de este año llegaron a un callejón sin salida.

Cuando los países del E3 presentaron un borrador de acuerdo a los negociadores iraníes en Viena, éstos introdujeron algunos cambios «razonables» (terminología de la UE) y devolvieron el paquete a los europeos, que lo presentaron a los estadounidenses. Los cambios se consideraron «no constructivos». Callejón sin salida, otra vez.

Así que la «máxima presión», esa cosa de Trump, pero ligeramente menos contundente, siguió dictando los procedimientos bajo los manipuladores de «Biden». Sin embargo, Teherán no se plegó y diplomáticamente siempre insistió en que estaba listo para un acuerdo.

El propio Malley ya había insinuado, hace casi dos meses, que la reactivación del acuerdo ya no era una prioridad; un nuevo intento de revolución de color era el nuevo juego en la ciudad. De ahí que el juego de culpar a Teherán haya vuelto a alcanzar su punto álgido: están matando a manifestantes en las calles, están suministrando armas a Rusia en Ucrania y quieren construir una bomba nuclear.

Al menos ahora están al descubierto: lo único que le importa a la inteligencia estadounidense ­–y al MICIMATT– es facilitar los ataques a la seguridad iraní por parte de sus activos kurdos y baluchis, y sobornar al mayor número posible de «manifestantes» (léase alborotadores) para que lleven a cabo la revolución a todo color.

El Imperio de los No Acuerdos

Todo el que analice Asia Occidental con un coeficiente intelectual superior a la temperatura ambiente sabe que el «programa de armas nucleares» de Irán es una gigantesca farsa, una enorme campaña de propaganda desarrollada durante décadas por los sospechosos habituales.

Lo que realmente le importa a Teherán es aumentar su capacidad nuclear civil. Y eso es lo que ya está ocurriendo.

La capacidad iraní de enriquecimiento de uranio es ahora el doble del volumen total producido desde el inicio de su industria nuclear. La Organización de Energía Atómica de Irán (OEAI) acaba de anunciar que está enriqueciendo uranio a una tasa histórica del 60%, utilizando nuevas centrifugadoras avanzadas y no esperará a la reanudación de las negociaciones en Viena.

Los dirigentes de Teherán se han dado cuenta de que el futuro está en Eurasia: desde la plena adhesión a la OCS hasta convertirse en miembro de los BRICS+, quizá ya el año que viene. Están en marcha asociaciones estratégicas entrelazadas con Rusia, China e India, que son parte de los BRICS.

Irán participa en el impulso hacia la multipolaridad en todo el espectro. El último ejemplo es el segundo mayor banco de Rusia, VTB –sancionado por el colectivo occidental–, que ha lanzado un nuevo servicio de transferencia de dinero a particulares y empresas iraníes, prescindiendo del dólar estadounidense.

Nadie echará de menos el JCPOA. Lo que de hecho importa en esta larga saga es la valiosa lección aprendida por todo el Sur Global: ahora está descaradamente claro que el Imperio en decadencia no es capaz de llegar a un acuerdo y es una entidad eminentemente indigna de confianza.

 

Fuente: https://www.presstv.ir/Detail/2022/12/22/694939/Iran-Nuclear-deal-JCPOA-dead–Rest-in-Peace-JCPOA

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