El capital industrial y fascismo: una amistad forjada en acero
«Quienes integramos la firma Krupp no somos idealistas, sino realistas. Teníamos la impresión de que Hitler nos ofrecería la posibilidad de un desarrollo auténtico. Por lo demás, lo ha llevado a cabo. Al principio votamos por el partido populista, pero los conservadores no podían gobernar el país; eran muy débiles. En esta lucha implacable por el pan y el poder, teníamos la necesidad de ser guiados por una mano fuerte y dura; la de Hitler lo era. Tras los años transcurridos bajo su mando nos sentimos satisfechos. Deseábamos un sistema eficiente y que nos proporcionara los medios de trabajar tranquilamente» — Alfried Krupp
Las anteriores palabras fueron pronunciadas por el ex jefe del consorcio Krupp, antepasado de la empresa alemana TyssenKrupp AG, en la declaración que realizó en el proceso de Nuremberg. En la primera mitad del siglo XX, el grupo Krupp se encontraba en la cima de la industria armera europea. Debido a ello, fue protagonista en la política económica de todos los gobiernos alemanes. Alfried, quien tomó el relevo de la empresa en 1941, tuvo especialmente una marcada vocación fascista; al igual que la mayoría de los capitalistas de la industria pesada de aquella generación. Desde 1931, fue miembro de las SS (1), fiel seguidor de Hitler. Cuando los nazis llegaron al poder, el grupo Krupp se convirtió en el fabricante de armas preferido del ejército nazi. Gracias a ello, situó unidades de producción en numerosos territorios ocupados por la Wehrmacht. Tan solo en las fábricas de Krupp, utilizaron cerca de 100.000 judíos y eslavos como fuerza de trabajo esclava.
Estos datos no son la constancia de un caso anecdótico, sino que nos indican la tendencia de toda una maniobra histórica llevada a cabo por sectores significativos de la alta burguesía alemana e italiana a principios del siglo XX. Nos hemos referido al grupo Krupp, pero podríamos encontrar en la misma posición tanto a Thyssen, Siemens, Bosch, Volkswagen, BMW, Bayer como a otros conglomerados industriales de gran importancia en su momento. Pero, ¿cómo condicionaron exactamente estos capitales industriales la forma y el rumbo del fascismo del siglo XX? ¿Cómo fue, en concreto, la relación entre los grandes capitalistas de la industria pesada y los fascistas? ¿Qué función histórica desempeñaba la retórica obrerista ligada a la clase obrera industrial en el seno del movimiento fascista? Este reportaje pretende plantear elementos de reflexión en torno a estas cuestiones.
Tal y como se ha mencionado a menudo, los fascistas recibieron en Italia y Alemania el apoyo directo de los niños ricos de la industria pesada, de los grandes terratenientes y de determinados banqueros con intereses en estas ramas. Por otra parte, se ha solido decir que su movimiento de masas estuvo dotado de pequeños burgueses y trabajadores; a pesar de tratarse de un fenómeno político que respondía a los intereses de la alta burguesía. Además, algunas facciones concretas de la clase dominante tuvieron actitudes contrarias al fascismo. El comunista francés Daniel Guerin explicó estos intereses confusos que se alinearon en el seno de los estados fascistas, profundizando en los conceptos de la competencia interburguesa y de la lucha de clases en general. «Por eso es importante investigar si en Alemania e Italia fue toda la burguesía, aquella que subvencionó al fascismo, la que quiso una dictadura o si la quisieron exactamente algunos grupos capitalistas. No creo que sea necesario repetir que los partidos burgueses no son el reflejo sino, más bien, el instrumento de los diversos grupos capitalistas», señaló (2). Según sus palabras, por lo general, ha existido una confrontación histórica entre la industria pesada y la ligera. De hecho, Guerin expone que ambos grupos han desarrollado «tanto intereses económicos como estrategias sociales divergentes». La burguesía ligada a la industria ligera se ha solido quejar del monopolio histórico del hermano mayor de acero. En cuanto a la política exterior, la industria pesada, que tiene más relación con la armería, ha priorizado actitudes agresivas y aventuras imperialistas. La industria ligera, en cambio, como exporta productos no militares, ha sido más proclive a rechazar la guerra y la autarquía. Además, esta última ha estado más relacionada con el capital internacional, mientras que las industrias pesadas han recurrido al proteccionismo.
Los dos grupos capitalistas clásicos también difieren en su actitud respecto a la clase trabajadora. Guerin sostiene que los capitalistas de la metalurgia y la minería, por ejemplo, han desarrollado una mentalidad de patronos de combate, es decir, se han comportado de forma más autoritaria frente al movimiento obrero. Señala dos razones para ello: 1) El peso político que ha tenido tanto el tamaño de sus empresas tanto en la economía nacional como en el seno del Estado. 2) La composición orgánica del capital. Profundizando en el segundo factor, nos referimos, tal y como explicó Karl Marx, a la relación entre capital constante (maquinaría, materias primas, tierra…) y capital variable (fuerza de trabajo) (3). Como en la industria pesada la composición orgánica del capital es mucho más alta, los límites para obtener ganancias son más estrechos. Por ejemplo, cuando las grandes empresas de producción de acero no utilizan sus capacidades productivas a pleno rendimiento, deben amortizar los gigantescos costes constantes de sus instalaciones con escasos productos fabricados. Llevado a términos políticos, con tan solo unas pocas horas de huelga, la burguesía de la industria pesada puede sufrir pérdidas económicas millonarias. Con la crisis, en cambio, a la industria pesada le sucede lo siguiente: como no puede reducir sus gastos de capital constante, tendrá que sacar todo ahorro a costa de la fuerza de trabajo. En consecuencia, la salvaje reducción de los salarios les es absolutamente necesaria en momentos críticos de declive económico. La resistencia organizada de los trabajadores y las mínimas libertades políticas le bloquean, como es evidente, esa salida de emergencia. Los burgueses de la industria ligera, por otro lado, suelen querer domesticar al proletariado con la colaboración de clase o con la paz social, de forma similar a la socialdemocracia clásica. Por consiguiente, los capitalistas de la industria pesada han tenido más razones objetivas para apoyar al fascismo, sobre todo en las unidades de mando imperialistas con mercados reducidos y fuentes de materias primas agotadas.
En cualquier caso, la actitud de los burgueses de la industria ligera y de las facciones políticas liberales no fue, en absoluto, firme ante el fascismo. ¿A qué se debe? Tal y como explica Guerin, los grupos capitalistas de la industria ligera no deseaban el triunfo del fascismo; pero, por dos razones, tampoco le pusieron grandes obstáculos. En primer lugar, por el carácter nacional del fascismo, es decir, porque se trata de un movimiento a disposición de las clases poseedoras. En segundo lugar, porque en un principio subestimaban el alcance totalitario del fascismo y pensaban que lo podían teledirigir a su antojo. Guerin sostiene que preveían utilizarlo como «contrapeso frente a las fuerzas proletarias»; ya sea de forma parlamentaria o con grupos de choque en las calles.
Sin embargo, en Italia y Alemania el fascismo acumuló una fuerza de masas significativa y un peso político propio. Las hordas de Benito Mussolini y Adolf Hitler se situaron en la escena política con la determinación de defender los intereses específicos de las facciones de mando mencionadas con gran agresividad, eliminando poco a poco toda oposición. Asimismo, para cuando el peligro real era evidente, ya era tarde para combatir al fascismo por vías no armadas. Los capitalistas de la industria ligera y los políticos liberales dieron un paso atrás, poniendo sus intereses históricos generales de clase por encima de las diferencias parciales. Como no estaban dispuestos a derramar sangre de sus compatriotas en guerras civiles, dejaron pista libre al mando totalitario del fascismo. Así, distintos grupos capitalistas nacionales conformaron, por activa o por pasiva, un bloque de granito. Dicho de otra forma, el fascismo llegó al poder debido a que el partido histórico de la burguesía lo apoyó para una coyuntura determinada.
El fascismo llegó al poder debido a que el «partido histórico de la burguesía» lo apoyó para una coyuntura determinada
En resumen, siguiendo la interpretación de Guerin, el fascismo de Alemania e Italia experimentó dos fases. En cada ciclo del proceso, como veremos más adelante, la retórica obrerista cumplió una función y un grado de protagonismo distintos.
1) Al inicio, el gran capital no tenía intención de llevar al fascismo al poder. La razón para dar carta blanca a los grupos uniformados fue, en un principio, la de reprimir la resistencia proletaria y la de lograr la revancha histórica del Tratado de Versalles de 1919.
2) Cuando la crisis capitalista amenazó de forma crítica las tasas de rentabilidad, sin embargo, tan solo un Estado fuerte podría garantizar la estabilidad del sistema. Así, dieron un salto cualitativo y las clases dirigentes de las potencias que salieron derrotadas de la Primera Guerra Mundial catapultaron el fascismo al poder político, imponiendo así una nueva modalidad de dictadura (4).
CRISIS, LIBERTADES POLÍTICAS Y FASCISMO SOCIOLÓGICO
El pensador marxista belga Ernest Mandel también desglosó los factores que permitieron al fascismo hacerse con el poder político, distinguiendo conceptos como amenaza inmediata del fascismo rampante y Estado fuerte. Recordó que «el punto de partida del fascismo se encuentra en la pequeña burguesía desclasada y empobrecida» (5). Es decir, para que el fascismo tenga un alcance de masas, es una condición objetiva indispensable que el empobrecimiento relativo de las clases medias, derivado de la crisis capitalista, profundice en tendencias progresivas hacia la polarización socioeconómica. Fenómenos como la inflación, la quiebra de los pequeños negocios, la disminución de las ganancias de los rentistas, la congelación de los salarios de los funcionarios o el paro de los técnicos con estudios superiores suelen constituir el pasto del fascismo. Cuando estas tendencias se acentúan, surgen reacciones nostálgicas pequeñoburguesas, que a menudo entrelazan el nacionalismo extremista con la demagogia anticapitalista. Por el contrario, cuando prevalece sociológicamente una pequeña burguesía retrógrada y próspera, «el neofascismo no tiene ninguna posibilidad objetiva de ganar una amplia base de masas. Los ricos propietarios no se lanzan a combates en la calle contra los trabajadores revolucionarios o los estudiantes de extrema izquierda. Prefieren llamar a la policía y equiparla con mejores armas para que se ocupe de las perturbaciones» (6). Según Mandel, es ahí donde radica la diferencia entre el fascismo que se dedica a aterrorizar a la clase trabajadora mediante la organización de los elementos desesperados de las clases medias y el Estado fuerte. Aunque el Estado autoritario pueda reprimir duramente tanto al movimiento obrero como a los militantes revolucionarios, lo más habitual es que no consiga su plena atomización y desmoralización.
Por las razones anteriores, en la época en que Mandel escribió la obra El Fascismo (1969) no se podía apreciar ninguna amenaza fascista directa en el feudo del Estado de Bienestar de Europa. Eso sí, la situación ha cambiado completamente desde entonces, y el autor advertía del siguiente peligro: «Haría falta que la situación económica cambiase de forma decisiva para que el peligro inmediato del fascismo reapareciera en los estados capitalistas occidentales. En ningún caso se descarta que este tipo de cambios se puedan producir en el futuro; es más, se trata de una hecho muy probable» (7). Antes de que se desate un ataque fascista parecido al de los años 30 del siglo pasado, el pensador belga destaca una tarea imprescindible: «Es mejor evitar ser fascinados por la amenaza inexistente del fascismo, hablar menos de neofascismo y hacer más hincapié en la lucha sistemática contra la tendencia muy real y muy concreta de la burguesía hacia el «Estado fuerte», es decir, hacia la reducción sistemática de los derechos democráticos de los trabajadores» (8). Algunas de las reducciones evidentes de estas libertades políticas serían las medidas de excepción, las violaciones del derecho a huelga, las multas y penas de prisión por organizar huelgas combativas, las limitaciones al derecho de manifestación, la manipulación de los medios de comunicación de masas, las detenciones preventivas, etcétera. Al igual que la propia crisis, son, sin duda, fenómenos de plena actualidad.
Sin embargo, el marxista belga reconoció que las teorías del fascismo rampante y permanente tenían algunos elementos correctos. Y es que, la aceptación pasiva y despolitizada de los ataques a las libertades políticas fundamentales entraña un riesgo: imponer eficazmente las restricciones puede aumentar el ansia represiva de la clase dominante y empujarla a cosas más severas. Asimismo, si tanto el movimiento obrero como el revolucionario no hacen frente a la ofensiva política, estarían regalando al enemigo de clase el escaso poder del que disponen. Expropiada de todo instrumento de lucha, la resistencia de la clase trabajadora estaría vendida para el próximo declive grave que imponga la coyuntura económica. «Si la resistencia no ha sido preparada con constancia y firmeza en las batallas cotidianas durante años, no caerá milagrosamente del cielo en el último minuto» (9), nos advierte Mandel.
Tirando del mismo hilo, deberíamos tener en cuenta que no todos los factores para el fascismo están provocados por la crisis, ya que muchos de ellos son elementos ideológicos permanentes en la formación social capitalista. Ciertas condiciones subjetivas determinadas que están dadas antes de que el fascismo tome fuerza facilitan su desarrollo de masas. Ejemplo de ello son las numerosas mentalidades reaccionarias arraigadas en las clases medias del centro imperialista occidental. Esto tiene algo que ver con los elementos culturales nacionalistas y obreristas que les son propios por la posición que tienen dichos estratos sociales tanto en las relaciones de producción capitalistas como en los aparatos del estado burgués. El racismo, la xenofobia, el resentimiento irracional hacia los sucesos extraños, el securitarismo, la actitud agresiva hacia minorías revolucionarias e inconformistas, la meritocracia, la cultura del esfuerzo, considerar a los parados crónicos como vagos, la comparación de las personas que viven de ayudas sociales con parásitos o la superioridad moral sobre el capital financiero-especulador son elementos que están muy arraigados en la conciencia colectiva de las clases medias contemporáneas. Partiendo de la condición de ciudadano que se vertebra objetivamente mediante el trabajo asalariado y la propiedad privada, las clases medias a menudo sueñan con eliminar, marginar o disciplinar a quienes no comparten esta definición existencial o se atreven a cuestionarla. Podríamos decir que esa amalgama de ideas conforma el germen del fascismo. A pesar de que estos rasgos hibernan políticamente en tiempos de prosperidad económica, pueden experimentar un terrible despertar inimaginable en momentos de crisis; hasta el punto de que quienes parecían grupos de opinión inofensivos se conviertan en ejércitos eficaces de delatores y matones.
Partiendo de la condición de «ciudadano» que se vertebra objetivamente mediante el trabajo asalariado y la propiedad privada, las clases medias a menudo sueñan con eliminar, marginar o disciplinar a quienes no comparten esta definición existencial o se atreven a cuestionarla
MOVIMIENTO FASCISTA DE MASAS Y OBRERISMO
Según el psicólogo marxista austrohúngaro Wilhelm Reich, distinguir los intereses subjetivos de la base de masas del fascismo de la función objetiva del propio movimiento político constituye un criterio metodológico adecuado (10). Parafraseando a Guerin, se puede decir que el fascismo no es un mero instrumento subordinado al gran capital, sino que también es una rebelión mística de la pequeña burguesía empobrecida y enfadada (11). Así, Reich consideraba que las principales contradicciones del fascismo se basaban en el antagonismo entre estos dos aspectos. Se debe partir de ese interclasismo funcional para investigar el rol que cumple la ideología obrerista en el seno del fascismo, así como los momentos estratégicos generales que experimentó el fascismo del siglo XX: la fase del movimiento de masas y la fase del poder político.
Se puede decir que el fascismo no es un mero instrumento subordinado al gran capital, sino que también es una «rebelión mística» de la pequeña burguesía empobrecida y enfadada
En la fase inicial del movimiento de masas, el fascismo disfrutó de una relativa independencia ideológica respecto a la burguesía y de cierta posibilidad de desarrollarla políticamente. La práctica proselitista empleó, entre otros, declaraciones abstractas a favor de la clase trabajadora, palabrería anticapitalista utópica, estética socialista, golpismo, protagonismo del ala izquierda del fascismo o temáticas proletarias. Sin ir más lejos en busca de ejemplos, el nombre completo del partido nazi era Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. La destreza política del fascismo fue, sin embargo, tal y como dijo Guerin, la de presentarse a sí mismo como anticapitalista, sin causar males mayores al capitalismo. El pensador francés decía que las masas de Italia y Alemania «están predispuestas a creer que el verdadero enemigo no es su propio capitalismo, sino el capitalismo extranjero» (12). Además, el capital extranjero, en el caso de los nazis, se asociaba a los judíos. Para ello, el concepto clave fue el de nación proletaria, para que las masas trabajadoras identificasen a la clase social más golpeada con la nación, y viceversa. Como explicó Reich, esta fórmula llevaba a los trabajadores a identificarse con la autoridad, las empresas, la nación y el Estado. «Representa una realidad psíquica y constituye uno de los mejores ejemplos de una ideología convertida en fuerza material», concluyó Reich (13). Estas frases del ministro nazi de propaganda Josef Goebbels, por su parte, recogen perfectamente la táctica propagandística obrerista del fascismo: «¿Cuál es el fin del socialismo alemán? Quiere que en el porvenir no haya en Alemania ni un solo proletario. ¿Cuál es el fin del nacionalismo alemán? Que en el futuro, Alemania deje de ser el proletario del mundo» (14).
Este concepto propagandístico, que podía ser suficiente para llamar la atención de la pequeña burguesía, no resultó del todo útil para penetrar en las capas obreras. Por ello, los fascistas practicaron funambulismo político en la fase del movimiento de masas, bailando entre las dos clases sociales principales. Mientras se dedicaban, principalmente, a sabotear huelgas y otras movilizaciones del movimiento obrero, también quisieron evitar la fama de esquiroles. Organizaron sus propias huelgas y, en algunos casos, las milicias fascistas llevaron a cabo ataques puntuales contra algunos burgueses particulares. Todo ello, sin embargo, encontraría límites ideológicos y políticos. En primer lugar, los ideólogos fascistas, en tanto que eran pequeñoburgueses, «atacan al capitalista ocioso, al prestamista, al banquero, no al capitalista productor» (15). Por consiguiente, no solo podían conseguir proteger los intereses de la pequeña burguesía, sino que también podían desviar mediante ello la atención de los trabajadores con una conciencia de clase más reducida de la lucha contra la totalidad capitalista. Por otra parte, si en la fase del movimiento de masas llegaron a criticar a los capitalistas industriales, no fueron demasiado lejos. Ahí también reflejaron, una vez más, las quimeras retrógradas de los pequeños propietarios de los medios de producción; denunciando, como mucho, la competencia, la concentración industrial o los monopolios. «El nacionalsocialismo quiere detener el movimiento mecánico de la rueda capitalista, poner un freno a esta rueda y luego hacerla girar en sentido contrario hasta su punto de partida, para, una vez allí, estabilizarla» (16), manifestó un joven ideólogo nazi.
Otro anzuelo importante (quizá el más eficaz) que el fascismo empleó para atraer y neutralizar políticamente a la clase trabajadora fue la promesa corporativista. El corporativismo sueña con desproletarizar a los trabajadores, restablecer las relaciones de producción precapitalistas de la época de los gremios y artesanos y reavivar la convivencia armoniosa de los pequeños productores autónomos. Para regular todo esto, la idea era conciliar y aunar orgánicamente los intereses de los productores agrupados en base a criterios técnicos (por oficios). Esto es, la imposición de un Estado corporativo que sustituiría a la democracia liberal parlamentaria. En este sentido, se puede decir que los eslóganes económicos del movimiento de masas del fascismo y el reformismo clásico beben de la misma inspiración obrerista.
El pensador marxista greco-francés Nicos Poulantzas explicó el sentido histórico del corporativismo fascista y la ilusión que este despertó entre los trabajadores. Según él, el corporativismo, además de fomentar la colaboración de clase y quimeras retrógradas, respondía a las ansias reales de los trabajadores por hacerse con el control sobre los medios de producción; aunque fuese para una determinada coyuntura y de forma desviada. Además, Poulantzas especificó que estas herramientas ideológico-discursivas se suelen situar políticamente en el ala izquierda del fascismo, socialmente en la clase media e históricamente en la fase del movimiento de masas. Los líderes fascistas y la burguesía monopolista que estaba por encima de ellos ataron en corto ideas como estas, igual que el uso de otros temas obreristas (17); no porque pudieran suponer un peligro revolucionario, sino para impedir que la clase media dominase políticamente en el movimiento.
EL FASCISMO EN EL PODER
Los fascistas llegaron al poder convencidos de que habían apagado el motor de la historia mediante represión y propaganda. La lucha de clases, sin embargo, al igual que los ríos artificialmente cubiertos, corrió su curso. La falsa superación del antagonismo social causó inundaciones a nivel internacional, tanto en los países fascistizados como en el seno de los partidos fascistas. La demagogia obrerista de los plebeyos fascistas encontraría cada vez más obstáculos en el nuevo Estado, hasta estrellarse contra el muro histórico.
Poulantzas explica que, para aumentar la explotación sobre la clase trabajadora, los estados fascistas siguieron un plan que respondía a los principios de progresividad y división. Nada más instalarse en el poder, por ejemplo, impusieron ciertos compromisos económicos a determinados grandes capitales, pero entre tanto se dedicaba a destruir las organizaciones obreras, disolver los comités de empresa, derogar el derecho a huelga, anular los convenios colectivos y restablecer el absolutismo patronal en las empresas. Después, comenzaron a crear sistemáticamente categorías privilegiadas entre los trabajadores (18). Paralelamente, comenzaron a limpiar las facciones obreristas y los órganos obreros del movimiento fascista. En 1933, con motivo de la agitación provocada en varias fábricas por el sindicato fascista alemán, Hermann Göring, mano derecha de Hitler, recomendó a la policía en una circular interna «actuar con energía contra los miembros de las células de empresa, que no han comprendido todavía el verdadero carácter del Tercer Reich» (19). Así, los sindicatos fascistas se convirtieron, progresivamente, en una simple extensión del Estado y la patronal.
Algo parecido ocurrió con las milicias fascistas. La noche de los cuchillos largos es el ejemplo perfecto. Entre el 31 de junio y el 1 de julio de 1934, las SS y la policía secreta Gestapo limpiaron a la organización paramilitar SA que había sido tan importante para aplastar a la clase obrera en la fase del movimiento de masas. La SA pedía reformas sociales más profundas y la fusión de las milicias con el ejército y, además, provocaba altercados en las calles. Asimismo, con algunos asesinatos políticos selectivos, el Partido Nazi sometió a la SA fanática, garantizando la confianza tanto de la alta burguesía como de los mandos militares. Si bien el ejemplo de Alemania es el más evidente y sangriento, también puede sacarse un aprendizaje similar del caso de España, en el que las grandes familias capitalistas del franquismo fagocitaron orgánicamente e instrumentalizaron a la Falange (20).
El fascismo mostró su verdadero rostro a la clase media, haciéndole pagar caro el delirio idealista. Como explicó Mandel, cuando el movimiento de masas del fascismo consigue aplastar a la clase obrera organizada, ya ha cumplido su cometido ante los ojos de los representantes del capital monopolista. Entonces, se lleva a cabo la burocratización del movimiento fascista de masas, fundiéndolo en el aparato de estado burgués. Para que esto ocurra, hay que erradicar tanto de la superficie como de la ideología oficial a las extremas demagogias plebeyas pequeñoburguesas que, supuestamente, formaban parte de los objetivos del movimiento (21).
Tras todas estas medidas, les fue mucho más fácil imponer las reducciones salariales y del nivel de vida. «Cuando semejantes conquistas se arrancan por medio de una crisis grave, la burguesía se dedica en primer lugar a modificar la relación real de fuerzas sobre la cual se han fundado esas conquistas, y sólo después pasa al ataque directo de las conquistas mismas» (22), decía Poulantzas. En Alemania, por ejemplo, desde la llegada de los nazis al poder en 1933 hasta el verano de 1935, los salarios bajaron entre un 25 % y un 40 %. Además, establecieron una gran cantidad de impuestos regresivos sobre las rentas de los trabajadores, reduciendo aún más los sueldos (entre el 20 % y el 30 %). Si redujeron el paro para calmar a la clase media, fue porque pidieron a la patronal la contratación de más trabajadores de los necesarios; por supuesto, a costa de dar remuneraciones por carga adicional, de reducir los salarios generales o de bajar el número de horas de trabajo de cada trabajador (23). Una vez desarticulada la resistencia proletaria, oprimidos los elementos izquierdistas en su seno y emprendida una ofensiva económica total contra las condiciones de vida de la clase trabajadora, el corporativismo fue el último espectáculo de ilusionismo que el fascismo llevó a cabo frente a la pequeña burguesía y la aristocracia obrera.
La base social del fascismo tenía todavía cierta esperanza en aquel corporativismo prometido. La alta burguesía, sin embargo, tenía claro que no admitiría ninguna intervención ajena en la esfera de la producción. Las organizaciones mixtas que las clases medias fascistas proponían inocentemente para tomar decisiones políticas en el ámbito económico fueron reiteradamente rechazadas en el seno de los Estados fascistas. Guerin señala la tenacidad de la lucha de clases, la cual no desaparecía ni en medio del régimen más totalitario: «Es decir, la aspiración constante de la clase obrera al control de la producción y a la autogestión, así como la hostilidad irreductible de la burguesía a cualquier intento, por inofensiva que parezca, que comprometa su poder absoluto» (24).
Para terminar de caracterizar la fase de mando, mencionaremos los puntos cardinales de la política económica del fascismo, aunque resultan bastante conocidos: el restablecimiento del capitalismo privado de los monopolios estatales, las amnistías fiscales para el gran capital, la prohibición de la apertura de nuevas industrias, la obligación de otros productores que compitieran con los monopolios nacionales a unirse a grupos industriales, la salvación de empresas deficitarias mediante la socialización de pérdidas, convertir al estado en principal cliente de la industria con contratos para la defensa y las obras públicas, movilizar los fondos de los pequeños rentistas mediante cajas de ahorros y el control de los bancos para hacer frente al déficit del estado, la autarquía, la economía de guerra, etc. (25). «La política del “todo o nada” del fascismo se traslada a la esfera financiera, no deja más salida que la aventura militar en el exterior», expresaba Mandel a propósito de estas medidas desesperadas. Evidentemente, tales decisiones no favorecían mucho los intereses económico-políticos de la pequeña burguesía y la aristocracia obrera; al contrario, los dejaba muy perjudicados. A medida que estas tendencias se materializaban y se dejaba ver el carácter de clase del fascismo, su base activa y consciente se vio irremediablemente reducida, esto es, la dictadura fascista tendió a destruir su base de masas (26).
A medida que estas tendencias se materializaban y se dejaba ver el carácter de clase del fascismo, su base activa y consciente se vio irremediablemente reducida, esto es, la dictadura fascista tendió a destruir su base de masas
OBRERISMO FASCISTA HOY EN DÍA
Por último, observemos cuáles son los factores que condicionan la posición del obrerismo en el seno de los movimientos fascistas actuales. En estos, se observa que la situación política actual del fascismo es más marginal que en el siglo anterior y que la crisis capitalista, por su parte, es cada vez más severa. Estos dos elementos abren la posibilidad de que diversos grupos fascistas y conservadores recuperen la demagogia obrerista (27). Estos discursos obreristas, sin embargo, no tienen el mismo sentido táctico que tenían en la experiencia anteriormente analizada, ya que hoy por hoy no existe una resistencia proletaria fuerte que el estado democrático burgués no pueda superar mediante represión y deba oprimir inevitablemente. Por lo tanto, el sentido de la fraseología obrerista del fascismo debe situarse en la autonomía ideológica relativa del mismo, y no tanto en la urgencia histórica de descarrilar a la clase trabajadora. Por otra parte, en cuanto a la autonomía ideológica, no se debe olvidar que el obrerismo es una lógica que las clases medias reproducen espontáneamente, es decir, como el fascismo es hijo de las clases medias, tiene sentido que estas características mantengan una presencia mínima permanente en los grupos fascistas. Aun así, es verdad que en las sociedades capitalistas la función objetiva de la prevención contrarrevolucionaria también es constante. Por último, respecto a la modernización de las fuerzas de productivas, la industria pesada va perdiendo su relevancia estructural en el tejido productivo europeo. Por ello, el corredor histórico concreto que apostó a favor del caballo del fascismo se ha debilitado en el viejo continente tanto política como materialmente. Estos son los resultados de la combinación de todos estos factores: la posibilidad de crear un movimiento de masas fascista fuerte o bien nuevos estados fascistas es más complicado que en el siglo XX. Por otra parte, renace una oportunidad autónoma para los discursos obreristas dentro del fascismo, lo cual dispone de una efectividad incierta a la hora de atraer a masas amplias. Sean cuales sean los intereses coyunturales del capital monopolista, mientras la sociedad burguesa se mantenga en pie, siempre habrá ideólogos y militantes que estén a favor de los principios fascistas. Eso sí, su probabilidad de éxito político dependerá tanto de la dinámica interna del capital (crisis y competencia imperialista) como del desarrollo político del movimiento obrero.
La posibilidad de crear un movimiento de masas fascista fuerte o bien nuevos estados fascistas es más complicado que en el siglo XX. Por otra parte, renace una oportunidad «autónoma» para los discursos obreristas dentro del fascismo
Respecto a las representaciones obreristas del fascismo del siglo XXI, se pueden diferenciar dos casuísticas interesantes; por una parte, la propaganda clásica de los grupos neofascistas puros, y por otra, las organizaciones obreras en pleno proceso de fascistización. Los grupos neofascistas emplean la misma fórmula del siglo anterior para interpelar a la clase trabajadora. El grupo neofascista español Hogar Social Madrid, por ejemplo, dijo lo siguiente: «Cuando hablamos de la defensa del taxi hablamos de soberanía nacional, de la gente trabajadora, de quienes no se rinden ante los gigantes» (28), en relación a la huelga de conductores de taxis de 2018. La nueva organización juvenil fascista del Estado Español, Bastión Frontal, se define de la siguiente manera: «gente de barrio, humilde, jóvenes de clase trabajadora» (29). Sin embargo, probablemente el pensamiento más completo entre los movimientos fascistas contemporáneos en Europa sea la organización Casa Pound de Italia. Si leemos su programa, veremos que su política económica, energética y social está repleta de propuestas obreristas (pleno empleo, reindustrialización, el retorno de la manufactura, el derecho de tener una vivienda en propiedad, todas las prestaciones sociales del estado de bienestar…). Por otra parte, en las declaraciones de Casa Pound también encontramos la demagogia anticapitalista pequeñoburguesa de siempre. Identifican la clase trabajadora italiana con la Nación Italiana que ha perdido su soberanía ante la Unión Europea y los capitales extranjeros. Asimismo, proponen la «participación de los trabajadores en la gestión de la empresa y las ganancias» (30), manteniendo así la reivindicación corporativista clásica.
Respecto a las representaciones obreristas del fascismo del siglo XXI, se pueden diferenciar dos casuísticas interesantes; por una parte, la propaganda clásica de los grupos neofascistas «puros», y por otra, las organizaciones obreras en pleno proceso de fascistización
Si echamos la vista a las organizaciones obreras en proceso de fascistización nos encontraremos con el Frente Obrero, del Estado español. Esta organización se define a sí misma como de izquierdas, demostrando así la compatibilidad entre ser de izquierdas y ser reaccionario. Como hicieron los sindicalistas sorelianos que se convirtieron en fascistas a principios del siglo XX (31), el Frente Obrero relaciona su sindicalismo revolucionario con un nacionalismo español cada vez más notable. Según Edmondo Rossoni, ministro en la Italia de Mussolini, «la suerte de los obreros italianos está unida indisolublemente a la de la nación italiana» (32). Si observamos su uso del concepto patria, el cual es central en las lecturas del Frente Obrero, veremos muchas similitudes. «Los trabajadores somos los verdaderos patriotas, levantamos nuestro país y construimos nuestra patria cada día. Por lo tanto, la historia de España no es más que la historia del pueblo español», decían con motivo del Día de la Hispanidad, el 12 de octubre. Iban aún más allá: «nosotros no somos progres nihilistas que fomentan el rechazo de su patria para instaurar la cultura yanqui y el imperialismo de la Unión Europea. Queremos transformar nuestro país, España, y no se puede transformar un país renegando de él» (33). Por lo tanto, realiza un doble acercamiento al ideario obrerista del movimiento de masas fascista: por una parte, en la identificación entre la clase trabajadora y la nación, y por otra, en la proyección del antagonismo económico, político y cultural con la burguesía internacional.
Además, el pasado 18 de mayo, el Frente Obrero tuvo un acercamiento xenófobo. Con motivo de la crisis diplomática entre Marruecos y España, numerosos migrantes intentaron atravesar la frontera entre ambos estados. Ante esto, el Frente Obrero reivindicó «la recuperación de la soberanía nacional de España», al igual que el cierre de la frontera y la suspensión de las relaciones diplomáticas con Marruecos. Esta lectura no expresaba de manera explícita odio fascista contra las personas migrantes, pero aún así, suponía un salto cualitativo en la defensa de la soberanía nacional. Así hablaban sobre Marruecos: «No solo obliga a nuestro país a pagarles por proteger su propia frontera, sino que además exige que también lo haga la Unión Europea. ¡Cómo si no fuera su obligación controlar los límites de su propio territorio!» (34). Como consecuencia, convocaron concentraciones en varias capitales de España. En algunos casos, poco les faltó para encontrarse con las convocatorias de la Falange y Bastión Frontal.
CONCLUSIONES
Mientras el círculo vicioso de la crisis que es innato a la formación social capitalista y los juegos de guerra siguen su curso, la clase dominante siempre tendrá la tentación de llevarse la mano a la pistola ante el proletariado. Dado el agravamiento de las contradicciones del modo de producción capitalista y la competencia ante las potencias imperialistas, la militancia comunista no puede obviar la atención analítica e importancia política del fascio. Sea fuerte o débil, esté compuesto de convencidos idealistas o tecnócratas corruptos, se vista de apariencia chauvinista u obrerista, que el fascismo siempre nos pille en guardia.
REFERENCIAS
(1) Su nombre completo era Schutzstaffel, escuadrad de defensa en castellano. Fue el aparato político-militar integral que, sucesivamente, se encargó de la defensa del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán y del régimen nazi.
(2) Guerin, D. Fascismo y gran capital. Editorial Fundamentos. Madrid, 1973. pp. 35-38.
(3) Marx, K. El Capital. Crítica de la economía política. Libro primero. El proceso de producción del capital. Siglo XXI de España Editores. Madrid, 2021. pp. 263-274.
(4) Guerin, D. Fascismo y gran capital. Editorial Fundamentos. Madrid, 1973. pp. 38-39.
(5) Mandel, E. El fascismo. ernestmandel.org. p. 27.
(6) Ibídem.
(7) Ibídem. P. 28.
(8) Ibídem.
(9) Ibídem.
(10) Reich, W. Psicología de masas del fascismo. Editorial Ayuso. Madrid, 1972. pp. 60.
(11) Guerin, D. Fascismo y gran capital. Editorial Fundamentos. Madrid, 1973. pp. 19-20.
(12) Ibídem. p. 120.
(13) Reich, W. Psicología de masas del fascismo. Editorial Ayuso. Madrid, 1972. p. 64.
(14) Mencionado por Daniel Guerin, en Fascismo y gran capital. Editorial Fundamentos. Madrid, 1973. pp. 122.
(15) Guerin, D. Fascismo y gran capital. Editorial Fundamentos. Madrid, 1973. p. 127.
(16) Mencionado por Daniel Guerin, en Fascismo y gran capital. Editorial Fundamentos. Madrid, 1973. p. 132.
(17) Poulantzas, N. Fascismo y dictadura, La III Internacional frente al fascismo. Siglo XXI Editores. Madrid, 1973. pp. 188-189.
(18) Ibídem. pp. 190-191.
(19) Mencionado por Daniel Guerin, en Fascismo y gran capital. Editorial Fundamentos. Madrid, 1973. p. 278.
(20) Kortazar, J. Franquismo, fascismo y fascistización. Arteka.
(21) Mandel, E. El fascismo. ernestmandel.org. p. 15.
(22) Poulantzas, N. Fascismo y dictadura, La III Internacional frente al fascismo. Siglo XXI Editores. Madrid, 1973. p. 158.
(23) Guerin, D. Fascismo y gran capital. Editorial Fundamentos. Madrid, 1973. pp. 282-283.
(24) Ibídem. pp. 286-287.
(25) Para profundizar en la política económica del fascismo, véase Guerin, D. Fascismo y gran capital, pp. 299-367.
(26) Mandel, E. El fascismo. ernestmandel.org. p. 15.
(27) Aldalur, B. Fascismo en el siglo XXI. Una comparación histórica. Arteka.
(28) Hogar Social Madrid en defensa del sector del Taxi (31 de julio de 2018). elmunicipio.es.
(29) Ortega, P. Bastión Frontal, la extrema derecha nacida con la pandemia (11 de febrero de 2021) elpais.com.
(30) Casa Pound Italia. Il Programa. casapounditalia.org.
(31) El sorelinanismo se inspira en el pensamiento del sindicalista francés Georges Sorel, que vivió durante los siglos XIX y XX. Con las revisiones conservadoras del socialismo y el marxismo, tenía como clave para vencer la lucha de clases la huelga general y el mito. Según algunos historiadores, Sorel reemplazó el proletariado con la comunidad nacional, creando conceptos que le serían útiles al fascismo.
(32) Mencionado por Daniel Guerin, en Fascismo y gran capital. Editorial Fundamentos. Madrid, 1973. p. 120.
(33) Comité Pro-Frente Obrero España. La Hispanidad. Unión nº5: Por la España Obrera y Popular. p. 11.
(34) Frente Obrero España. Movilización contra el gobierno de Marruecos. frenteobrero.es.
BIBLIOGRAFíA
Anónimo. ¿Qué antifascismo vencerá al fascismo? elcorro.org, 2022.
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Poulantzas, N. Fascismo y dictadura, La III Internacional frente al fascismo. Siglo XXI Editores. Madrid, 1973.
Reich, W. Psicología de masas del fascismo. Editorial Ayuso. Madrid, 1972.
Rosés, A. El capitalismo alemán y los orígenes del nazismo: La Liga Antibolchevique (1918) y el «socialismo» de los industriales del acero. Archivos de la Historia, 2021.
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Kapital industriala eta faxismoa: altzairuz forjatutako adiskidetasuna
«Krupp firma osatzen dugunok ez gara idealistak, errealistak baizik. Hitlerrek egiazko garapen baterako aukera emango zigulako irudipena genuen. Gainerakoan, gauzatu du garapen hori. Hasieran alderdi populistaren alde bozkatu genuen, baina kontserbadoreak ahulak ziren. Ogiaren eta boterearen aldeko borroka gogor honetan zorrotz gidatuko gintuen norbaiten beharra genuen, eta Hitler, hain justu, halakoa zen. Haren agindupean emandako urteetan pozik egon ginen. Sistema efiziente bat nahi genuen, lasai lan egiteko bitartekoak emango zizkiguna» — Alfried Krupp
TyssenKrupp AG enpresa alemaniarraren arbaso den Krupp partzuergoko buruzagi ohiaren hitzak ditugu aurrekoak, Nurembergeko prozesuan egindako adierazpenean. XX. mendearen lehen erdian Europako armagintza industriaren gailurrean zegoen Krupp taldea. Hori dela eta, Alemaniako gobernu guztien politika ekonomikoan protagonista izan zen. 1941ean enpresaren lekukoa hartu zuen Alfriedek, bereziki, bokazio faxista nabarmena izan zuen; belaunaldi hartako industria astuneko kapitalista gehienen antzera. 1931tik SStako (1) kide izan zen, Hitlerren jarraitzaile leiala. Naziak boterera heldu zirenean, Krupp taldea gudaroste naziaren arma ekoizle begikoena bilakatu zen. Horri esker, Wehrmacht-ak okupatutako lurralde ugaritan ekoizpen-unitateak kokatu zituen. Kruppen lantegietan bakarrik, 100.000 judu zein eslaviar inguru baliatu zituzten lan-indar esklabo gisa.
Datuok ez dira kasu anekdotiko baten konstantzia, Alemaniako eta Italiako goi-burgesiaren sektore esanguratsuek XX. mende hasieran egindako maniobra historiko oso baten joera adierazten digute. Krupp taldeari egin diogu erreferentzia, baina posizio berean aurki genitzake Thyssen, Siemens, Bosch, Volkswagen, BMW, Bayer nahiz bere garaian garrantzitsuak ziren beste hainbat konglomeratu industrial ere. Baina nola baldintzatu zuten zehazki kapital industrialok XX. mendeko faxismoaren forma zein norabidea? Nolakoa izan zen, zehazki, industria astuneko kapitalista handien eta faxisten arteko harremana? Zein funtzio historiko betetzen zuen langilego industrialari loturiko erretorika obreristak mugimendu faxistaren baitan? Erreportaje honek auzion inguruan hausnartzeko elementuak mahaigaineratu nahi ditu.
Sarritan aipatu izan den moduan, faxistek industria astuneko aberaskumeen, lur-jabe handien eta adar horietan interesak zituzten bankari jakin batzuen babes zuzena jaso zuten Italian eta Alemanian. Bestalde, bere masa mugimendua burges txikiz eta langilez ere hornituta egon zela aipatu izan da; goi-burgesiaren interesei erantzuten zien fenomeno politiko bat izan arren. Klase menperatzailearen fakzio konkretu batzuek, gainera, faxismoarekiko jarrera kontraesankorrak izan zituzten. Daniel Guerin komunista frantsesak estatu faxisten baitan lerrokatu ziren interes nahasiok azaldu zituen, burgesen arteko lehiaren eta klase borroka orokorraren kontzeptuetan sakonduz. «Horregatik garrantzitsua da ikertzea ea Alemanian eta Italian burgesia osoak, faxismoa diruz lagundu zuen horrek, nahi izan zuen diktadura, ala zehazki talde kapitalista batzuek nahi izan zuten. Ez dut uste errepikatu behar denik alderdi burgesak ez direla talde kapitalisten isla, baizik eta, hobeto esanda, haien tresna», zehaztu zuen (2). Bere hitzetan, oro har, industria astunaren eta arinaren artean konfrontazio historiko bat existitu da. Izatez, bi taldeok «interes ekonomiko zein estrategia sozial dibergenteak» garatu dituztela diosku Guerinek. Industria arinera lotutako burgesia altzairuzko anaia zaharraren monopolio historikoaz kexatu izan da. Atzerri-politikari dagokionez, armagintzarekin harreman handiagoa duen industria astunak jarrera oldarkorrak eta abentura inperialistak lehenetsi izan ditu. Industria arinak, aldiz, produktu ez-militarrak esportatzen dituenez, gerra eta autarkia errefusatzeko joera handiagoa izan du. Gainera, azken hori nazioarteko kapitalarekin lotuago egon da, industria astunak protekzionismora jo izan duen bitartean.
Langile klasearekiko jarrera ere desberdina da bi talde kapitalista klasikoen artean. Metalgintzako eta meatzaritzako kapitalistek, adibidez, borrokako patroien pentsamoldea garatu dutela dio Guerinek, hau da, jokabide autoritarioagoa izan dutela langile mugimenduaren aurrean. Horretarako bi arrazoi aipatzen ditu: 1) euren enpresen tamaina eta ekonomia nazionalean zein Estatuaren baitan izandako pisu politikoa eta 2) kapitalaren konposizio organikoa. Bigarren faktorean sakonduz, Karl Marxek azaldu zuen moduan, kapital finkoaren (makineria, lehengaiak, lurra…) eta kapital aldakorraren (lan-indarra) arteko erlazioari gagozkio (3). Industria astunean kapitalaren konposizio organikoa askoz altuagoa denez, irabaziak lortzeko muga estuagoak daude. Altzairugintzako enpresa handiek ekoizpen gaitasunak errendimendu betean ez darabiltzatenean, esate baterako, euren instalazioetako kostu finko erraldoiak fabrikatutako produktu gutxirekin amortizatu behar izaten dituzte. Hiztegi politikora ekarrita, greba ordu gutxi batzuekin soilik, industria astuneko burgesiak milioidun galera ekonomikoak jasan ditzake. Krisiarekin, berriz, ondokoa gertatzen zaio industria astunari: kapital finkoko gastuak murriztu ezin dituenez, aurrezki oro lan-indarraren kontura atera beharko du. Ondorioz, soldaten murrizketa basatia behar-beharrezkoa zaie gainbehera ekonomikoko une kritikoetan. Langileen erresistentzia antolatuak eta gutxieneko askatasun politikoek, agerikoa denez, larrialdiko ihesbide hori blokeatzen diote. Industria arineko burgesek, bestetik, klase-kolaborazioarekin edota bake sozialarekin etxekotu nahi izaten dute proletalgoa, sozialdemokrazia klasikoaren antzera. Ondorioz, industria astuneko kapitalistek arrazoi objektibo gehiago izan dituzte faxismoa babesteko, batez ere merkatuak murriztuta eta lehengai-iturriak lehortuta zituzten aginte-unitate inperialistetan.
Dena den, industria arineko burgesen eta fakzio politiko liberalen jarrera ez zen erabat irmoa izan faxismoaren aurrean, inondik inora. Zer dela eta? Guerinek azaltzen duen moduan, industria arineko talde kapitalistek ez zuten faxismoaren garaipena desiratzen; baina, bi arrazoirengatik, ez zioten oztopo handirik ere jarri. Lehenik eta behin, faxismoaren izaera nazionalagatik, hau da, klase jabedunen esanetara dagoen mugimendu bat delako. Bigarrenik, hasiera batean faxismoaren irismen totalitarioa gutxiesten zutelako eta nahieran telegidatu zezaketelakoan zeudelako. «Indar proletarioen aurkako kontrapisu gisa» baliatzea aurreikusten zutela dio Guerinek; parlamentarioki nahiz kaleko talka-taldeekin.
Italian eta Alemanian faxismoak masa-indar esanguratsua eta pisu politiko propioa metatu zituen, ordea. Benito Mussoliniren eta Adolf Hitlerren hordak aipatutako aginte-fakzioen interes espezifikoak oldarkortasun handiz babesteko determinazioarekin kokatu ziren eszena politikoan, oposizio oro pixkanaka desagerraraziz. Halaber, arrisku erreala bistakoa zenerako, berandu zen faxismoari bide ez-armatuetatik aurre egiteko. Industria arineko kapitalistek eta politikari liberalek pauso bat atzera egin zuten, euren klase interes historiko orokorrak desberdintasun partzialen gainetik jarriz. Guda zibiletan herrikideen odolik isurtzeko prest ez zeudenez, faxismoaren aginte totalitariorako pista libre utzi zuten. Gauzak horrela, talde kapitalista nazional desberdinek, aktiboki ala pasiboki, granitozko blokea eratu zuten. Beste modu batean esanda, faxismoa boterera heldu zen burgesiaren alderdi historikoak koiuntura jakin baterako haren alde egin zuelako.
Faxismoa boterera heldu zen «burgesiaren alderdi historikoak» koiuntura jakin baterako haren alde egin zuelako
Laburbilduz, Guerinen interpretazioari jarraiki, Alemania eta Italiako faxismoak bi fase esperimentatu zituen. Prozesuko ziklo bakoitzean, aurrerago ikusiko dugunez, funtzio zein protagonismo-maila desberdina izan zuen erretorika obreristak.
1) Hasieran, kapital handiak ez zuen faxismoa boterera eramateko asmorik. Talde uniformatuei karta zuria ematearen arrazoia erresistentzia proletarioa zapaltzea eta 1919ko Versaillesko Itunaren errebantxa historikoa lortzea izan zen hasiera batean.
2) Krisialdi kapitalistak errentagarritasun-tasak kritikoki mehatxatu zituenean, ordea, Estatu indartsu batek baino ezin zezakeen sistemaren egonkortasuna bermatu. Hala, jauzi kualitatibo bat eman eta faxismoa botere politikora katapultatu zuten Lehen Mundu Gerratik galtzaile atera ziren potentzietako klase agintariek, modalitate berriko diktadura bat ezarriz (4).
KRISIA, ASKATASUN POLITIKOAK ETA FAXISMO SOZIOLOGIKOA
Ernest Mandel pentsalari marxista belgikarrak ere faxismoak aginte politikoa eskuratzea ahalbidetu zuten faktoreak xehatu zituen, faxismo gorakorraren berehalako mehatxua eta Estatu indartsua gisako kontzeptuak bereiziz. Gogora ekarri zuenez, «faxismoaren abiapuntua burgesia txiki desklasatu eta pobretuan datza» (5). Hau da, faxismoak masa-irismena izan dezan, ezinbesteko baldintza objektiboa da krisi kapitalistaren ondoriozko klase ertainen pobretze erlatiboak polarizazio sozioekonomikorako joera progresiboan sakontzea. Inflazioa, negozio txikien porrota, errentadunen irabazien uzkurtzea, funtzionarioen soldaten izoztea edota goi-mailako ikasketadun teknikoen langabezia bezalako fenomenoak izan ohi dira, besteak beste, faxismoaren bazka. Halako joerak areagotzen direnean, erreakzio burges txiki nostalgikoak sortzen dira, usu muturreko nazionalismoa nahiz demagogia antikapitalista elkarlotzen dituztenak. Kontrara, burgesia txiki atzerakoi eta oparo bat soziologikoki gailentzen denean, «neofaxismoak ez du masa-oinarri zabalik irabazteko inolako aukera objektiborik. Jabe aberatsak ez dira kalean langile iraultzaile edo ezker muturreko ikasleen kontra borrokatzen. Nahiago dute poliziari deitu eta hari arma hobeak eman asaldurez ardura dadin» (6). Mandelen ustez, hor datza ertain klaseetako elementu etsiak antolatuz langileria izutzen aritzen den faxismoaren eta Estatu indartsuaren arteko aldea. Estatu autoritarioak langile mugimendua zein militante iraultzaileak gogor erreprimitu ditzakeen arren, ohikoena da horien erabateko atomizazioa eta desmoralizazioa ez lortzea.
Aurreko arrazoiengatik, Mandelek Faxismoa izeneko obra idatzi zuen garaian (1969) ezin zitekeen mehatxu faxista zuzenik hauteman Europako Ongizate Estatuaren feudoan. Hori bai, egoera arras aldatu da ordutik, eta ondoko arriskua ohartarazten zuen egileak: «Beharrezkoa litzateke egoera ekonomikoa modu erabakigarrian aldatzea faxismoaren berehalako arriskua Mendebaldeko estatu kapitalistetan berragertzeko. Ez da inola ere baztertzen era horretako aldaketak etorkizunean gerta daitezkeenik; are gehiago, litekeena da hori gertatzea» (7). Joan den mendeko 30eko hamarkadakoaren antzeko oldarraldi faxista bat piztu aurretik, pentsalari belgikarrak ezinbesteko ataza bat nabarmentzen du: «Hobe da existitzen ez diren faxismoaren mehatxuek eragindako txundidura saihestea, neofaxismoaz gutxiago hitz egitea, eta azpimarra jartzea Estatu indartsuarekiko burgesiak duen joera oso erreal eta konkretu horren kontrako borroka sistematikoan, hots, langileen eskubide demokratikoen eskubide-murrizketa sistematikoan» (8). Askatasun politikoon murrizketa nabarmenak lirateke, besteak beste, salbuespen neurriak, greba eskubidearen urraketak, greba borrokalariak antolatzeagatik ezartzen diren isun zein espetxe-zigorrak, manifestazio eskubidearen mugaketak, masa komunikabideetako manipulazioa, atxiloketa prebentiboak eta abar. Krisia bera bezalaxe, gaurkotasun osoa duten fenomenoak dira, zalantzarik gabe.
Hala ere, faxismo gorakorraren eta iraunkorraren teoriek elementu zuzen batzuk dituztela aitortu zuen marxista belgikarrak. Izan ere, oinarrizko askatasun politikoen aurkako erasoen onarpen pasibo eta despolitizatuak arrisku bat dakar: murrizketak eraginkortasunez ezartzeak klase menperatzailearen gose errepresiboa areagotu eta gauza gogorragoetara bultza dezake. Halaber, langile mugimenduak zein mugimendu iraultzaileak ofentsiba politikoari aurre egingo ez balio, klase etsaiari ariko litzaioke oparitzen eskura duen botere apurra. Borrokarako tresna oroz desjabetuta, langileriaren erresistentzia salduta legoke koiuntura ekonomikoak ezartzen duen hurrengo gainbehera larrirako. «Erresistentzia ez bada eguneroko borroketan konstantziaz eta irmotasunez landu urteetan zehar, ez da azken unean zerutik jausiko» (9), ohartarazten digu Mandelek.
Hari beretik tiraka, gogoan izan behar genuke faxismorako faktore guztiak ez dituela krisiak eragiten, horietako asko elementu ideologiko iraunkorrak baitira formazio sozial kapitalistan. Faxismoak indarra hartu aurretik dauden baldintza subjektibo jakin batzuek erraztu egiten dute haren masa-garapena. Horren adibide dira Mendebaldeko erdigune inperialistako klase ertainetan sustraituta dauden pentsamolde erreakzionario ugariak. Estratu sozialok ekoizpen-harreman kapitalistetan zein estatu-aparatu burgesean duten posizioagatik propioak zaizkien aldagai kultural nazionalista eta obreristekin du zerikusia horrek. Arrazakeria, xenofobia, gertakari arrotzekiko erresumin irrazionala, sekuritarismoa, gutxiengo iraultzaile eta inkonformistekiko jarrera oldarkorra, meritokrazia, esfortzuaren kultura, langabe kronikoak alfertzat jotzea, laguntza sozialetatik bizi diren pertsonak parasitoekin alderatzea edota kapital finantzario-espekulatzailearekiko nagusitasun morala ertain klase garaikideen kontzientzia kolektiboan oso errotuta dauden elementuak dira. Soldatapeko lanak eta jabetza pribatuak objektiboki ardazten duten herritar baldintza abiapuntutzat hartuta, definizio existentzial horrekin bat ez datozenak zein berau zalantzan jartzera ausartzen direnak ezabatu, baztertu edota diziplinatzearekin amesten dute maiz klase ertainek. Ideia amalgama horrek faxismoaren germena osatzen duela esan genezake. Ezaugarriok oparoaldi ekonomikoen garaian politikoki hibernatzen duten arren, pentsa ezinezko iratzartze itzela izan dezakete krisialdietan; iritzi-talde kaltegabeak ziruditenak salatarien eta matoien armada eraginkorrak bilakatzeraino.
Soldatapeko lanak eta jabetza pribatuak objektiboki ardazten duten «herritar» baldintza abiapuntutzat hartuta, definizio existentzial horrekin bat ez datozenak zein berau zalantzan jartzera ausartzen direnak ezabatu, baztertu edota diziplinatzearekin amesten dute maiz klase ertainek
MASA-MUGIMENDU FAXISTA ETA OBRERISMOA
Wilhelm Reich psikologo marxista austrohungariarraren ustez, irizpide metodologiko aproposa da faxismoaren masa-oinarriaren interes subjektiboak eta mugimendu politiko beraren funtzio objektiboa bereiztea (10). Guerin parafraseatuz, esan daiteke faxismoa ez dela kapital handiaren menpeko tresna soila; pobretuta eta haserre dagoen burgesia txikiaren matxinada mistikoa ere bada (11). Halatan, faxismoaren kontraesan nagusiak bi aspektuon arteko antagonismoan oinarritzen direla uste zuen Reichek. Interklasismo fundazional horretatik abiatuta ikertu behar da ideologia obreristak faxismoaren baitan jokatzen duen rola, bai eta XX. mendeko faxismoak esperimentatu zituen momentu estrategiko orokorrak ere: masa-mugimenduaren fasea eta botere politikoaren fasea.
Esan daiteke faxismoa ez dela kapital handiaren menpeko tresna soila; pobretuta eta haserre dagoen burgesia txikiaren «matxinada» mistikoa ere bada
Masa-mugimenduaren hasierako fasean, goi-burgesiarekiko independentzia ideologiko erlatiboaz eta hori politikoki garatzeko nolabaiteko abaguneaz gozatu zuen faxismoak. Jardun proselitistaren baitan langileriaren aldeko adierazpen abstraktuak, hitzontzikeria antikapitalista utopikoa, estetika sozialista, kolpismoa, faxismoaren ezker hegalaren protagonismoa edota tematika proletarioak baliatu zituzten, besteak beste. Adibide bila urrutira joan gabe, alderdi naziaren izen osoa Langile Alderdi Nazionalsozialista Alemaniarra zen. Faxismoaren trebetasun politikoa, ordea, Guerinek esan moduan, bere burua antikapitalista gisa aurkeztea izan zen, kapitalismoari kalte larririk eragin gabe. Pentsalari frantsesaren arabera, Italiako eta Alemaniako masek «joera dute pentsatzeko egiazko etsaia ez dela euren kapitalismoa, atzerriko kapitalismoa baizik» (12). Kapital atzerritarra, nazien kasuan, judutarrekin lotzen zen gainera. Horretarako, kontzeptu gakoa nazio proletarioa izan zen, langile masek klase sozial kolpatuena nazioarekin identifikatu zezaten, eta alderantziz. Reichek azaldu zuen legez, formula horrek langileak autoritatearekin, enpresarekin, nazioarekin eta Estatuarekin identifikatzera zeramatzan. «Errealitate psikiko bat ordezten du eta indar material bihurtu den ideologia baten adibiderik garbienetakoa da», ondorioztatu zuen Reichek (13). Josef Goebbels propaganda ministro naziaren esaldiok, bestalde, ezin hobeto biltzen dute faxismoaren propaganda-taktika obrerista: «Zein da sozialismo alemaniarraren helburua? Etorkizunean Alemanian proletariorik ez egotea nahi du. Zein da nazionalismo alemaniarraren helburua? Etorkizunean Alemaniak munduko proletario izateari uztea nahi du» (14).
Burgesia txikiaren arreta pizteko aski izan zitekeen kontzeptu propagandistiko hori ez zen erabat baliagarria izan langile geruzetan sartzeko. Horregatik, faxistek funanbulismo politikoa praktikatu zuten masa-mugimendu fasean, bi klase sozial nagusien artean dantzan. Nagusiki grebak eta bestelako langile mobilizazioak sabotatzen aritzen ziren bitartean, eskirol ospea ere saihestu nahi izan zuten. Euren greba propioak antolatu zituzten, eta zenbait kasutan, milizia faxistek burges partikular batzuen aurkako eraso puntualak egin zituzten. Horrek guztiak muga ideologiko zein politikoak aurkituko zituen, ordea. Lehenik eta behin, ideologo faxistek, burges txikiak ziren heinean, «kapitalista alferrari, mailegu-emaileari, bankariari erasotzen diote, ez kapitalista ekoizleari» (15). Ondorioz, burgesia txikiaren interesak babestu ez ezik, klase-kontzientzia murritzagoa zuten langileen arreta osotasun kapitalistaren aurkako borrokatik desbideratzea ere lor zezaketen horren bidez. Bestalde, masa-mugimenduaren fasean kapitalista industrialak kritikatzera iritsi baziren ere, ez ziren urrunegi joan. Hor ere ekoizpen-bitartekoen jabe txikien ameskeria atzerakoiak islatu zituzten beste behin; asko jota, konpetentzia, kontzentrazio industriala edota monopolioak salatuz. «Nazional-sozialismoak gurpil kapitalistaren mugimendu mekanikoa eten nahi du, galga jarri nahi dio gurpil horri, eta gero gurpila kontrako noranzkoan birarazi nahi du abiapuntura iritsi arte, eta, iritsitakoan, bertan egonkortu» (16), adierazi zuen ideologo nazi gazte batek.
Faxismoak langileria erakarri eta politikoki neutralizatzeko baliatu zuen beste amu garrantzitsu bat (eraginkorrena agian), hitzemate korporatibista izan zen. Korporatibismoak langileak desproletarizatzea, gremioen eta artisauen garaiko ekoizpen-harreman aurrekapitalistak berrezartzea nahiz ekoizle txiki autonomoen bizikidetza armoniatsua berpiztea du amets. Hori guztia arautzeko, irizpide teknikoen arabera (ofiziozka) bildutako ekoizleen interesak kontziliatu eta organikoki batzea zen ideia. Demokrazia liberal parlamentarioa ordezkatuko zuen Estatu korporatibo bat inposatzea, alegia. Zentzu horretan, faxismoaren masa-mugimenduko eslogan ekonomikoek eta erreformismo klasikoak inspirazio obrerista beretik edaten dutela esan daiteke.
Nicos Poulantzas pentsalari marxista greko-frantsesak korporatibismo faxistaren zentzu historikoa eta hark langileen artean piztutako ilusioa azaldu zituen. Korporatibismoak, klase-kolaborazioa zein ameskeria atzerakoiak sustatzeaz gain, ekoizpen-bitartekoen gaineko kontrola eskuratzeko langileek zituzten grina errealei erantzuten ziela zioen; koiuntura jakin baterako eta modu desbideratuan, betiere. Gainera, tresna ideologiko-diskurtsibook politikoki faxismoaren ezker hegalean, sozialki klase ertainean eta historikoki masa-mugimenduaren fasean kokatu ohi direla zehaztu zuen Poulantzasek. Buruzagi faxistek eta haien gainetik zegoen burgesia monopolistak kate motzean lotu zituzten halako ideiak, bestelako gai obreristen erabilpena bezalaxe (17); ez arrisku iraultzailerik ekar zezaketelako, klase ertainari mugimenduaren baitan politikoki gailentzen ez uzteko baizik.
FAXISMOA BOTEREAN
Historiaren motorra errepresioz eta propagandaz itzali zutela sinetsita iritsi ziren faxistak boterera. Klase-borrokak, ordea, artifizialki estalitako ibaien antzera, bere bidea egin zuen. Antagonismo sozialaren gaindipen faltsuak uholdeak eragin zituen nazioartean, faxistatutako herrialdeetan zein alderdi faxisten baitan. Plebeio faxisten demagogia obreristak geroz eta oztopo gehiago aurkituko zituen Estatu berriaren baitan, harik eta horma historikoaren kontra jo arte.
Langile klasearen gaineko esplotazioa areagotzeko, estatu faxistek progresibotasuna eta banaketaren printzipioei erantzuten zien plan bat jarraitu zutela azaltzen du Poulantzasek. Boterean kokatu eta berehala, adibidez, kapital handi jakin batzuei nolabaiteko konpromiso ekonomikoak ezarri zizkieten, baina bien bitartean langile klasearen antolakundeak suntsitzen, enpresa batzordeak desegiten, greba eskubidea indargabetzen, hitzarmen kolektiboak deuseztatzen eta enpresetan absolutismo patronala berrezartzen ziharduten. Jarraian, langileen baitan kategoria pribilegiatuak sistematikoki sortzeari ekin zioten (18). Paraleloki, mugimendu faxistaren baitako fakzio obreristak nahiz langile-organoak garbitzen hasi ziren. 1933an, Alemaniako sindikatu faxistak hainbat lantegitan eragindako agitazioa zela eta, Hermann Göring Hitlerren eskuineko eskuak «enpresako zeluletako kideen, zeinak oraindik ez baitute ulertu Hirugarren Reicharen egiazko izaera, kontra energiaz jardutea» (19) gomendatu zion poliziari barne-zirkular batean. Hala, sindikatu faxistak Estatuaren eta patronalaren luzapen soil bihurtu ziren progresiboki.
Antzeko zerbait gertatu zen milizia faxistekin. Laban luzeen gaua dugu horren adibide perfektua. 1934ko ekainaren 30etik uztailaren 1era bitartean, masa-mugimenduaren fasean zehar langileria zapaltzeko horren garrantzitsua izan zen SA erakunde paramilitarra garbitu zuten SSk eta Gestapo polizia sekretuak. SAk erreforma sozial sakonagoak nahiz miliziaren eta armadaren arteko fusioa eskatzen zituen, eta gainera, kaleetan liskarrak pizten zituen. Halaber, hilketa politiko selektibo batzuekin SA fanatikoa menpean hartu zuen Alderdi Naziak, goi-burgesiaren nahiz armadaren konfiantza bermatuz. Alemaniakoa adibide nabarmenena eta odoltsuena den arren, antzeko ikaspena atera daiteke Espainiaren kasutik ere, zeinetan frankismoko familia kapitalista handiek Falangea organikoki irentsi eta instrumentalizatu zuten (20).
Faxismoak bere benetako aurpegia erakutsi zion klase ertainari, eldarnio idealista garesti ordainaraziz. Mandelek azaldu zuen moduan, faxismoaren masa-mugimenduak langileria antolatua zanpatzea lortzen duenean, jada burutu du bere egitekoa kapital monopolistaren ordezkarien begien aurrean. Orduan, masa-mugimendu faxistaren burokratizazioa gauzatzen da, estatu-aparatu burgesean urtuz. Hori gerta dadin, mugimenduaren helburuen parte omen ziren muturreko demagogia plebeio burges txikiak azaletik zein ideologia ofizialetik desagerrarazi behar dira (21).
Neurri guztion ostean, askoz errazagoa izan zitzaien soldaten eta bizi-mailaren murrizketak inposatzea. «Halako konkistak krisi larri baten bidez abiarazten direnean, burgesiak, lehenik eta behin, konkista horiek ahalbidetu dituzten indar-harreman errealak aldatzen ditu, eta hori eginda baino ez da igarotzen konkista horiei zuzenean erasotzera» (22), zioen Poulantzasek. Alemanian, esate baterako, 1933an naziak boterera heldu zirenetik 1935eko uda bitartean, soldatak % 25 eta % 40 artean jaitsi ziren. Gainera, langileen errenten gaineko zerga erregresibo mordo bat ezarri zituzten, soldata are gehiago murriztuz (% 20 eta % 30 artean). Ertain klasea baretzeko langabezia murriztu bazuten, patronalari behar baino langile gehiago kontratatzea eskatu ziotelako izan zen; zama gehigarriagatik ordainsariak ematearen, soldata orokorrak murriztearen edota langile bakoitzaren lanordu kopurua jaistearen kontura, noski (23). Behin erresistentzia proletarioa desartikulatuta, mugimenduko elementu ezkerkoiak zapalduta eta langile klasearen bizi-baldintzen aurkako erabateko ofentsiba ekonomikoa abiatuta, korporatibismoa izan zen faxismoak burgesia txikiaren eta langile aristokraziaren aurrean egin zuen azken ilusionismo ikuskizuna.
Faxismoaren oinarri sozialak oraindik bazuen promestutako korporatibismoarekiko halako esperantza bat. Goi-burgesiak, ordea, argi zuen ez zuela ekoizpenaren esferan inolako esku-hartze arrotzik onartuko. Klase ertain faxistek ekonomiaren esparruan erabaki politikoak hartzeko modu inozoan proposatzen zituzten erakunde mistoak behin eta berriz errefusatuak izan ziren estatu faxisten baitan. Guerinek klase borrokaren egoskortasuna seinalatzen du, erregimen totalitarioenaren erdian ere desagertzen ez zena: «Bestela esanda, langile klaseak ekoizpenaren kontrola eta autogestioa lortzeko duen etengabeko aspirazioa, baita burgesiak bere botere absolutua kolokan jartzen duen edozein saiakeraren –kaltegabea iduri badezake ere– aurrean duen etsaitasun menderaezina ere» (24).
Aginte fasea ezaugarritzen amaitzeko, faxismoaren politika ekonomikoaren puntu kardinalak aipatuko ditugu, nahiko ezagunak diren arren: monopolio estatalen kapitalismo pribatuaren berrezarkuntza, kapital handiarentzako amnistia fiskalak, industria berriak irekitzeko debekua, monopolio nazionalekin lehiatzen zuten bestelako ekoizleak talde industrialetara batzera derrigortzea, galeren sozializazioaren bidez enpresa defizitarioak salbatzea, defentsarako zein obra publikoetako kontratuekin Estatua industriaren bezero nagusi bilakatzea, Estatuaren defizitari aurre egiteko aurrezki kutxen eta bankuen kontrolaren bidez errentadun txikien funtsak mobilizatzea, autarkia, gerra ekonomia, eta abar (25). «Faxismoaren “guztia ala ezer ez” politika finantza-esferara igarotzen da, eta ez du atzerriko abentura militarra ez den beste irtenbiderik uzten», zioen Mandelek neurri etsion harira. Agerikoa denez, halako erabakiek ez zioten burgesia txikiaren zein langile aristokraziaren interes ekonomiko-politikoei mesede handirik egiten; kontrara, oso kaltetuta uzten zituen. Joera horiek gauzatu eta faxismoaren klase-izaera agerian geratzen zihoan heinean, haren oinarri aktibo eta kontzientea ezinbestean murriztu zen, hots, diktadura faxistak bere masa-oinarria suntsitzeko joera izan zuen (26).
Faxismoaren klase-izaera agerian geratzen zihoan heinean, haren oinarri aktibo eta kontzientea ezinbestean murriztu zen, hots, diktadura faxistak bere masa-oinarria suntsitzeko joera izan zuen
OBRERISMO FAXISTA GAUR EGUN
Azkenik, erreparatu diezaiegun obrerismoak egungo mugimendu faxisten baitan duen tokia baldintzatzen duten faktoreei eta XXI. mendeko obrerismo faxistaren hainbat adierazpeni. Faktoreei helduz, faxismoaren egungo egoera politikoa joan den mendekoa baino marjinalagoa dela hauteman daiteke, eta krisi kapitalista, berriz, geroz eta gordinagoa. Bi elementuok talde faxista zein kontserbadore ugarik demagogia obrerista berrartzeko aukera bat zabaltzen dute (27). Diskurtso obrerista horiek, ordea, ez dute aurretik aztertutako esperientzian izan zuen zentzu taktiko bera, oraingoz ez dagoelako estatu demokratiko burgesak errepresio bidez garaitu ezin dezakeen eta ezinbestean zapaldu behar duen erresistentzia proletario indartsurik artikulatuta. Faxismoaren fraseologia obrerista garaikidearen zentzua, beraz, gehiago kokatu behar da haren autonomia ideologiko erlatiboan, langileria desbideratzeko urgentzia historikoan baino. Bestalde, autonomia ideologikoaren auziari jarraiki, ez da ahaztu behar obrerismoa klase ertainek espontaneoki erreproduzitzen duten logika bat dela; hau da, faxismoa klase ertainen semea denez, zentzua du osagaiok talde faxistetan presentzia minimo iraunkorra izateak. Hala ere, egia da prebentzio kontrairaultzailearen funtzio objektiboa ere jarraikorra dela gizarte kapitalistetan. Azkenik, ekoizpen-indarren modernizazioaren harira, industria astuna garrantzia estrukturala galduz doa Europako ehun produktiboan. Hori dela eta, faxismoaren zaldiaren alde apustu egin zuen artekari historiko konkretua materialki zein politikoki ahuldu da kontinente zaharrean. Faktore guztion konbinazioaren emaitzak ondokoak lirateke: masa-mugimendu faxista gihartsuak zein estatu faxista berriak sortzeko aukera XX. mende hasieran baino zailagoa da. Baina bestetik, diskurtso obreristentzako abagune autonomo bat berpizten ari da faxismoaren baitan; betiere, masa zabalak erakartzeko eraginkortasun politiko ziurgabea duena. Kapital monopolistaren interes koiunturalak edozein izanik ere, gizarte burgesa zutik den bitartean, faxismoaren printzipioekin bat egiten duten ideologo zein militanteak egongo dira. Hori bai, beraien arrakasta politikorako aukera kapitalaren barne-dinamikaren (krisia eta lehia inperialista) nahiz langile mugimenduaren garapen politikoaren menpekoa izango da.
Masa-mugimendu faxista gihartsuak zein estatu faxista berriak sortzeko aukera XX. mende hasieran baino zailagoa da. Baina bestetik, diskurtso obreristentzako abagune «autonomo» bat berpizten ari da faxismoaren baitan
XXI. mendeko faxismoaren adierazpen obreristei dagokienez, bi kasuistika interesgarri bereizi ditzakegu: batetik, talde neofaxista puruen propaganda klasikoa, eta bestetik, faxistatze prozesu bete-betean dauden langile antolakundeak. Talde neofaxistek joan den mendeko formula berbera baliatzen dute langileria interpelatzeko. Hogar Social Madrid Espainiako talde neonaziak, adibidez, ondorengoa zioen: «Taxiaren defentsaz hitz egiten dugunean subiranotasun nazionalaz ari gara, langile jendeaz, erraldoien aurrean amore ematen ez dutenez» (28), 2018ko taxi gidarien grebaren harira. Adin txikiko proletario migratzaileen kontrako erasoak egin dituen Bastión Frontal Espainiako gazte antolakunde berriak honela definitzen du bere burua: «auzoko jendea, umila, langile klaseko jendea» (29). Europako mugimendu faxista garaikideen artean pentsaera osatuenetarikoa duena, ordea, Italiako Casa Pound antolakundea izan daiteke. Bere programa irakurtzen badugu, politika ekonomiko, energetiko zein soziala proposamen obreristaz josita dagoela ikus dezakegu (enplegu osoa, berrindustrializazioa, eskulanaren itzulera, etxebizitza jabetzan izateko eskubidea, Ongizate Estatuaren prestazio sozial guztiak…). Bestetik, multinazionalen aurkako betiko demagogia antikapitalista burges txikia ere aurki dezakegu Casa Pounden adierazpenetan. Langile klase italiarra Europar Batasunaren zein kapital atzerritarren aurrean subiranotasun nazionala galdu duen Italiar Nazioarekin identifikatzen dute. «Langileek enpresaren kudeaketan eta irabazietan parte hartzea» (30) ere proposatzen dute, aldarrikapen korporatibista klasikoa mantenduz.
XXI. mendeko faxismoaren adierazpen obreristei dagokienez, bi kasuistika interesgarri bereizi ditzakegu: batetik, talde neofaxista «puruen» propaganda klasikoa, eta bestetik, faxistatze prozesu bete-betean dauden langile antolakundeak
Faxistatze prozesuan dauden langile antolakundeetara jotzen badugu, Espainiako Estatuko Frente Obrerorekin egiten dugu topo. Erakunde horrek ezkerrean kokatzen du bere burua, ezkertiarra eta erreakzionarioa izatea bateragarriak direla enegarrenez frogatuz. Faxista bihurtu ziren sindikalista soreliarrek (31) XX. mende hasieran egin zuten antzera, Frente Obrerok geroz eta nabarmenagoa den espainiar nazionalismoarekin lotzen du bere sindikalismo iraultzailea. Mussoliniren Italian ministro izan zen Edmondo Rossoni soreliarraren hitzetan, «italiar langileen zortea modu banaezinean dago nazio italiarrari lotuta» (32). Frente Obreroren irakurketetan zentraltasuna duen aberri kontzeptuari begira, antzekotasun ugari dituztela konturatuko gara. «Langileak gara egiazko abertzaleak; geure herrialdea altxatzen dugu eta geure aberria eraikitzen dugu egunero. Horrenbestez, Espainiaren historia ez da espainiar herriaren historia baino», zioten urriaren 12ko Hispanitate Egunaren harira. Are gehiago, «gu ez gara kultura yankia eta Europar Batasuneko inperialismoa ezartzeko beren aberriarekiko ukazioa sustatzen duten progre nihilista horiek. Geure herrialdea, Espainia, eraldatu nahi dugu, eta ez dago herrialde bat eraldatzerik hari iskin eginda» (33). Bi gerturapen, beraz, faxismoaren masa-mugimenduko ideia obreristekin: batetik, langile klasearen eta nazioaren arteko identifikazioa. Bestetik, antagonismo ekonomiko, politiko zein kulturala burgesia internazionalarengan proiektatzea.
Joan den maiatzaren 18an Frente Obrerok hurbilpen xenofoboa izan zuen gainera. Marokoren eta Espainiaren arteko krisi diplomatiko baten harira, migratzaile ugari bi estatuen arteko muga gurutzatzen saiatu ziren. Horren aurrean, «Espainiaren subiranotasun nazionalaren berreskurapena» aldarrikatu zuen Frente Obrerok, baita muga ixtea nahiz Marokorekin harreman diplomatikoak etetea ere. Irakurketak ez zuen migratzaileen aurkako gorroto faxista espliziturik adierazten, baina edonola ere, jauzi kualitatibo bat zekarren subiranotasun nazionalaren defentsan: «geure herrialdea beren muga propioa babesteko ordaintzera behartzen du, eta gainera, Europar Batasunak ere horixe egitea exijitzen du. Beren herrialde propioaren mugak kontrolatzea beren betebeharra ez balitz bezala!» (34). Hala, elkarretaratzeak deitu zituzten Espainiako Estatuko hainbat hiriburutan. Horietako zenbaitek ia-ia Falangearen eta Bastión Frontalen deialdiekin topo egin zuten.
ONDORIOAK
Formazio sozial kapitalistari berezkoa zaion krisiaren gurpil eroak zein gerra-jokoek aurrera jarraitzen duten artean, klase agintariak proletalgoaren aurrean eskua pistolara eramateko tentazioa izango du etengabe. Ekoizpen eredu kapitalistaren kontraesanak eta potentzia inperialisten arteko lehia areagotzen ari direla ikusita, militantzia komunistak ezin dio ez arreta analitikorik ez garrantzia politikorik kendu mehatxu fascioari. Indartsu zein ahul, idealista konbentzituz ala teknokrata ustelez osatuta egon, itxura chauvinista zein obreristaz jantzi, faxismoak zelatari aurki gaitzala beti.
ERREFERENTZIAK
(1) Schutzstaffel izen osoz, defentsa-eskuadra euskaraz. Hurrenez hurren, Alemaniako Langile Alderdi Nazionalsozialistaren eta erregimen naziaren defentsaz arduratzen zen aparatu politiko-militar integrala zen.
(2) Guerin, D. Fascismo y gran capital. Editorial Fundamentos. Madrid, 1973. 35-38 orr.
(3) Marx, K. El Capital. Crítica de la economía política. Libro primero. El proceso de producción del capital. Siglo XXI de España Editores. Madril, 2021. 263-274 orr.
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(19) Daniel Guerinek aipatua, Fascismo y gran capital-en. Editorial Fundamentos. Madril, 1973. 278 orr.
(20) Kortazar, J. Frankismoa, faxismoa eta faxistatzea. Arteka.
(21) Mandel, E. El fascismo. Ernestmandel.org. 15 orr.
(22) Poulantzas, N. Fascismo y dictadura, La III Internacional frente al fascismo. Siglo XXI Editores. Madril, 1973. 158 orr.
(23) Guerin, D. Fascismo y gran capital. Editorial Fundamentos. Madril, 1973. 282-283 orr.
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(25) Faxismoaren politika ekonomikoan sakontzeko, ikus Daniel Guerinen Fascismo y gran capital, 299-367 orr.
(26) Mandel, E. El fascismo. ernestmandel.org. 15 orr.
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(28) Hogar Social Madrid en defensa del sector del Taxi (2018ko uztailaren 31). elmunicipio.es.
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(30) Casa Pound Italia. Il Programa. casapounditalia.org.
(31) Sorelianismoa XIX eta XX. mendeetan zehar bizi izan zen Georges Sorel sindikalista frantsesaren pentsamenduan inspiratzen da. Sozialismoaren eta marxismoaren berrikuspen kontserbadoreekin, greba orokorra eta mitoa zituzten klase borrokan garaitzeko gakotzat. Zenbait historialariren ustez, Sorelek proletalgoa komunitate nazionalarekin ordezkatu zuen, faxismoarentzat erabilgarriak izango ziren kontzeptuak sortuz.
(32) Daniel Guerinek aipatua, Fascismo y gran capital-en. Editorial Fundamentos. Madril, 1973. 120 orr.
(33) Comité Pro-Frente Obrero España. La Hispanidad. Unión nº5: Por la España Obrera y Popular. 11 orr.
(34) Frente Obrero España. Movilización contra el gobierno de Marruecos. frenteobrero.es.
BIBLIOGRAFIA
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Reich, W. Psicología de masas del fascismo. Editorial Ayuso. Madril, 1972.
Rosés, A. El capitalismo alemán y los orígenes del nazismo: La Liga Antibolchevique (1918) y el «socialismo» de los industriales del acero. Archivos de la Historia, 2021.
Claro como el agua , exelente artículo ✊🏻