El peón obrero-campesino

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Hay dos cosas que me encanta hacer: romper las normas y meterme en charcos. Quienes sigáis esta página sabréis de qué estoy hablando. Y si no es así, investigad un poco.

 

En cualquier caso este fin de semana ha ocurrido algo trascendente: el final del campeonato del mundo de ajedrez. Un juego de pensar donde los occidentales no tienen mucho que decir. Una final entre un ruso y un chino que dice dónde y hacia dónde se dirige el mundo. Y no solo en ajedrez.

El anterior campeón era un danés, Magnus Carlsen, que renunció a defender su título por “falta de motivación”. En el desafío, el ruso Ian Nepomniachtchi era el retador al ganar el torneo de candidatos, por lo que tras la renuncia de Carlsen el campeonato se resolvió entre el primero y el segundo del torneo de candidatos, el chino Ding Liren.

Ha ganado Ding Liren, convirtiéndose así en el primer campeón mundial chino de la historia del ajedrez.

Aquí tenéis el último minuto de la partida final, la del desempate porque llegaron a ella tras un tanteo de 7-7. Igualdad suprema entre el ruso y el chino. Y, al final, pudo el chino. Un final memorable.

En mujeres el título lo mantienen las chinas desde 2017, con Ju Wenjun como campeona intratable desde 2018.

Decir que el ajedrez chino es de la escuela soviética es algo más que un tópico: es una realidad. Han tardado mucho tiempo en destacar, pero aquí están, dejando en claro hacia dónde camina el mundo. En todo.

No han pasado dos días de ello, del triunfo de Ding Liren, y ya comienzan a aparecer las consabidas -y neocoloniales- críticas occidentales: que si no es un campeón de pleno derecho porque no venció a Carlsen, y que eso le resta valor. Estamos en la repetición de lo que Occidente dijo en 1975 cuando el estadounidense Fischer se negó a jugar contra el soviético Anatoly Karpov. Las mismas palabras. Fischer no volvió a jugar al ajedrez, Karpov lo hizo y fue el campeón mundial durante diez años consecutivos. Tal vez haya alguna partida entre Carlsen y Liren; tal vez no. En cualquier caso, depende de cada uno de ellos el demostrar su valía. Pero el título no se lo va a quitar nadie a Liren durante un año.

Os he puesto el último minuto de la partida decisiva. Si sois aficionados al ajedrez, habréis visto que la partida, y el título, se decide con un peón negro (y ya es difícil ganar un título mundial jugando con negras). El peón obrero-campesino.

Como dijo en el siglo XVIII el mejor ajedrecista francés de la época, François-André Danican, “Philidor”, “los peones son el alma en el juego del ajedrez“. Son las unidades de combate más débiles al comienzo, pero en el curso de la lucha su papel aumenta constantemente, pudiendo dar un mate al rey. Justicia poética, el obrero, el campesino, dando mate a un rey. O puede convertirse en una reina (sin pasar por ningún cambio de sexo u orientación) y/o convertirse en material imprescindible para atacar a la monarquía y a sus secuaces.

Pero claro, eso no se puede lograr sin lucha. Un peón solo es pieza fácil. Si se asocia con los demás, si se apoya en otros peones obrero-campesinos, adquiere conciencia de clase y conciencia de su fuerza. Si trabajan en conjunto, se convierten en piezas formidables capaces de inmovilizar los ataques y fortalecer las defensas. Y romper las del enemigo para avanzar y avanzar.

Es lo que hizo Ding Liren. Y es campeón del mundo. Chino.

El Lince

Fuente: El Lince
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1 COMENTARIO

  1. Creo sobran los comentarios estromboticos y quizás falten otras cosas,en un mundo de mentiras,la verdad suena no mal,suena fatal

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