Alberto Acevedo.— Desde las primeras horas de la madrugada del 3 de julio pasado, fuerzas combinadas del ejército de Israel, la Fuerza Aérea y tropas elite de combate por tierra, dotadas de tanques, vehículos blindados y drones artillados, comenzaron una de las más feroces acciones de invasión contra el campo de refugiados de Jenín, en la Palestina ocupada.
Fue una acción armada de contrastes. En primer lugar, se trató de la mayor maniobra militar del Estado agresor contra Jenín desde la llamada Operación Escudo Defensivo realizada en 2002 contra Cisjordania. Con el objetivo de desmantelar lo que denominó un “foco de terroristas”, Israel empleó en esta ocasión unos 2.000 soldados, respaldados en lo fundamental por la aviación militar, que efectuó numerosos bombardeos.
Los militares estuvieron dotados de tecnología avanzada en armamentos, drones artillados, tanques de guerra, vehículos blindados y un trabajo de inteligencia militar preparado con meses de antelación.
Temor a una intifada
En las primeras 24 horas de combates con una sólida resistencia palestina, que los israelíes no esperaban, se produjeron, a manos de los invasores, 12 muertos, la mayoría de ellos de la población civil, 140 heridos de los cuales al menos 20 permanecían en estado crítico y centenares de pobladores que huyeron del lugar.
Pero la agresión no se extendió más allá de esas 24 horas. La resistencia palestina fue tan contundente, que el estado mayor militar en Tel Aviv ordenó la retirada inmediata de las tropas invasoras. Al mando militar le asaltó el temor de que ante la contundencia de la respuesta y la solidaridad que en el exterior despertó la lucha del pueblo palestino, pudiera desatarse una nueva intifada, nombre con el que se conoce el alzamiento general palestino frente a la agresión.
Los ocupantes bloquearon calles, tomaron posesión de casas y edificios y colocaron francotiradores en los techos. Las tropas israelíes, en un campo de confrontación adverso, que no conocían completamente, eludieron el combate directo con la resistencia para evitar bajas en sus filas y privilegiaron la acción de la aviación.
Avance lento
A pesar de la superioridad de fuerzas, el avance israelí sobre Jenín fue lento, vacilante, sobre todo en la capacidad de atacar nódulos de la resistencia armada palestina. A esta, la agresión israelí no la tomó por sorpresa y tenía preparados planes defensivos que minimizaron la pérdida de vidas.
La retirada del ejército israelí de Jenín, 24 horas después de haber iniciado su incursión militar, se derivó del poderío creciente de la resistencia. Como parte de la defensa del campamento de refugiados, la resistencia colocó artefactos explosivos que resultaron letales para el avance sionista. Los ciudadanos palestinos además salieron a las calles y reclamaron la victoria sobre las tropas de ocupación.
Jordania, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y la Organización de Cooperación Islámica, OCI, entre otros países, condenaron la invasión armada y expresaron su solidaridad militante con el pueblo palestino.
En contraste, Estados Unidos ofreció su apoyo a la incursión israelí. “Apoyamos la seguridad y el derecho de Israel de defender a su pueblo contra Hamas, la Yihad Islámica y otros grupos terroristas”, dijo un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, citado por la AFP.
Silencio cómplice
Según el diario israelí Hayom, desde hacía una semana Estados Unidos sabía que Israel iba a realizar una operación antiterrorista en Jenín. En este sentido, no es la primera vez que la administración Biden tiende su mano a Tel Aviv.
En mayo de 2023, Mondoweiss publicó una versión sobre cómo la Casa Blanca apoyó silenciosamente el ataque mortal de Israel contra la Franja de Gaza. Entonces, el asunto fue discutido por el secretario de Estado Antony Blinken con el ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Eli Cohen.
En el pasado, Estados Unidos conoció numerosos crímenes de Israel, incluso su intención de practicar el exterminio total de la población palestina, en una especie de apartheid, y ha guardado silencio.
