«El primer paso en una cognición humana compleja e históricamente desarrollada es una contemplación viva y directa de la realidad circundante. La cognición sensorial, que incluye sensaciones, percepciones e ideas; al ser una forma de reflejo directo de los objetos y los fenómenos específicos del mundo material, sirve como fuente directa e indirecta de todo nuestro conocimiento.
«Nada podemos saber ni de las formas de la sustancia ni de las formas del movimiento, si no es por nuestras sensaciones». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)
Cualquier conocimiento comienza con sensaciones y percepciones, con una revisión, comparación, distinción y procesamiento del material percibido por los sentidos. Todo el proceso subsiguiente de la cognición humana se basa, en última instancia, en la cognición sensorial. La cognición sensorial constituye, histórica y lógicamente, la etapa inicial del proceso de cognición. Esto es cierto tanto en relación con el reflejo del mundo material en la mente de un individuo, como en relación con el desarrollo histórico del conocimiento humano.
El conocimiento sensorial de la realidad material por parte del hombre se produce en el proceso de su actividad práctica, en el proceso de producción. Los clásicos del marxismo-leninismo señalaron que las personas no comienzan con la teoría, sino con la actividad práctica, con la producción de medios para su existencia. En el proceso del trabajo, de la actividad de producción práctica, las personas influyen en los objetos y fenómenos del mundo material que les rodea y reciben ciertas sensaciones y percepciones de este.
«La sensación es el resultado de la acción que ejerce sobre nuestros órganos de los sentidos la cosa en sí, existente objetivamente, fuera de nosotros». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)
A través de las sensaciones, las personas reciben cierta información sobre las propiedades y cualidades de los objetos y los fenómenos individuales. Por eso, cuando se perturba la actividad de los órganos de los sentidos, la conexión de la conciencia con el mundo externo se interrumpe inevitablemente.
«La sensación es, en realidad, el vínculo directo de la conciencia con el mundo exterior, es la transformación de la energía de la excitación exterior en un hecho de la conciencia». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)
El mecanismo de esta transformación –la transformación de un estímulo físico en un correspondiente proceso fisiológico y luego también mental– está ampliamente revelado por la ciencia soviética y sus diversas ramas: física, biología, fisiología y psicología. La fisiología soviética moderna, basada en las enseñanzas de Iván Petróvich Pávlov sobre la actividad nerviosa superior, establece los fundamentos materiales y fisiológicos de los procesos de la sensación, de las acciones de los órganos de los sentidos. La sensación, se considera como el resultado del trabajo conjunto de los órganos de los sentidos y la corteza cerebral. El aparato anatómico y fisiológico de la sensación, llamado por Pávlov el «aparato analizador», consta de tres partes: 1) un conjunto de receptores periféricos –ojos, oídos, nariz, etcétera–; 2) vías de propagación de la excitación nerviosa –fibras nerviosas– y 3) las zonas correspondientes –visual, auditiva, olfativa, etcétera– de la corteza cerebral. La corteza cerebral es un órgano de análisis y síntesis superior de estímulos externos; también dirige el trabajo de los analizadores de los nervios.
La ciencia soviética estableció que la transformación de un estímulo externo en un proceso nervioso –en un estímulo fisiológico y un acto psíquico–, que tiene lugar en el proceso de la sensación, ocurre abruptamente, como la transición de la energía fisicoquímica a una forma orgánica cualitativamente diferente de movimiento de la materia.
«Cada aparato periférico es un transformador especial de una energía externa dada en un proceso nervioso». (I. P. Pávlov; Las ciencias naturales y el cerebro, 1909)
Por ejemplo, el impacto de la energía luminosa en nuestro ojo provoca ciertos fenómenos fotoquímicos y eléctricos en su retina, que a su vez provocan un cambio en la concentración de iones en las terminaciones periféricas de los nervios ópticos. Este proceso de excitación, que comenzó en los nervios sensibles a la luz −bastones y conos−, se transmite a través de las fibras visuales a los centros −visuales− correspondientes de la corteza cerebral, donde se convierte en un determinado proceso mental. Pávlov reveló la dialéctica del proceso de transformación de la irritación fisiológica en un acto mental. Mostró que la formación de un reflejo condicionado es, al mismo tiempo, el proceso de aparición de un acto mental elemental: la sensación.
El sistema fisiológico de conexiones reflejas, condicionadas y nerviosas, formadas en el cerebro, fijadas por la estructura material correspondiente −estímulos y sus huellas en los hemisferios cerebrales−, que es un sistema de reflejo directo de la realidad en forma de sensaciones, percepciones e ideas, fue llamado por Pávlov el «primer sistema de señales».
«Para un animal, la realidad está señalada casi exclusivamente por estímulos y sus huellas en los hemisferios cerebrales, que llegan directamente a células especiales de los receptores visuales, auditivos y de otros tipos en el cuerpo. Esto es lo que también tenemos en nosotros mismos como impresiones, sensaciones e ideas del medio externo, tanto del natural en general como del nuestro social, excluyendo la palabra, audible y visible. Este es el primer sistema de señalización de la realidad que tenemos en común con los animales». (I. P. Pávlov; Los reflejos condicionados, 1934)
Sin embargo, en los humanos, el primer sistema de señalización adquirió características cualitativamente nuevas, ya que se desarrolló bajo la influencia del segundo sistema de señalización, ya formado con la influencia del trabajo, la producción material y la práctica sociohistórica en general. Los patrones biológicos, que determinaron el desarrollo de los animales, han sido reemplazados, en el hombre, por patrones sociales, en la medida en que sus órganos de los sentidos han perdido su anterior agudeza animal y sus limitaciones biológicas, adquiriendo una nueva cualidad: se han convertido en órganos humanos. Bajo la influencia del trabajo y su impacto práctico en el mundo circundante, los sentidos humanos y su actividad funcional mejoraron y se desarrollaron, aumentando su capacidad para percibir una gran variedad de cualidades y propiedades del mundo objetivo.
La capacidad de los órganos de los sentidos para percibir adecuadamente varias propiedades y cualidades del mundo objetivo ha mejorado, en el curso de la evolución biológica de los organismos, como resultado de la complejidad creciente de las formas de su interacción con el medio ambiente. La fisiología soviética estableció, por ejemplo, que la sensibilidad cromática del ojo es producto de un desarrollo relativamente tardío del mundo orgánico. En las primeras etapas de la filogénesis, la visión de los organismos animales era incolora. En muchos animales muy desarrollados, la sensibilidad al color está ausente o muy poco desarrollada –por ejemplo, en los perros–. Incluso los grandes simios solo pueden distinguir unos pocos colores. Solo el hombre, mediado por el proceso del trabajo y una interacción más profunda con el mundo exterior, ha formado un aparato fisiológico que tiene una gran capacidad para percibir, adecuadamente, varios colores. Véase la obra de S. V. Kravkov «Color visión» (1951).
Al someter los objetos de la naturaleza a un procesamiento práctico, especialmente al crear otros nuevos, las personas cambiaron el mundo sensorial de los objetos circundantes y, a la vez, cambiaron la naturaleza de su contemplación sensorial; puesto que sus percepciones reflejaban los objetos y fenómenos de la realidad ya en gran parte cambiados y transformados por el proceso de la actividad material y productiva del trabajo.
«El mundo sensible que le rodea no es algo directamente dado desde toda una eternidad y constantemente igual a sí mismo, sino el producto de la industria y del estado social, en el sentido de que es un producto histórico, el resultado de la actividad de toda una serie de generaciones, cada una de las cuales se encarama sobre los hombros de la anterior, sigue desarrollando su industria y su intercambio y modifica su organización social con arreglo a las nuevas necesidades». (Karl Marx y Friedrich Engels; Ideología alemana, 1846)
Por lo tanto, los órganos de los sentidos del hombre y su actividad funcional son producto, no sólo de toda la evolución anterior de sus ancestros animales, sino también del desarrollo sociohistórico del propio hombre.
«La formación de los cinco sentidos es un trabajo de toda la historia universal hasta nuestros días». (Karl Marx; Manuscritos económicos y filosóficos, 1844)
El ojo humano, capaz de percibir la riqueza de formas y colores, fue vivificado por las necesidades prácticas del hombre, por la práctica sociohistórica. Con el desarrollo de su actividad laboral o con la creación de nuevas formas de producir pinturas, las personas aprendieron a distinguir cada vez más sutilmente varios tonos de colores. El oído musical, sólo podía formarse como resultado de la creación de la música. Las percepciones del gusto culinario del hombre dependen aún más de la actividad productiva, que se volvieron humanas solo en el proceso de desarrollo de la producción de alimentos y el arte de preparar alimentos:
«De la misma manera que el lenguaje, en su gradual desarrollo, va necesariamente acompañado por el correspondiente perfeccionamiento del órgano del oído, así también el desarrollo del cerebro en general lleva aparejado el de todos los sentidos. El águila ve mucho más lejos que el hombre, pero el ojo humano descubre mucho más en las cosas que el ojo del águila. El perro tiene un olfato más fino que el hombre, pero no distingue ni la centésima parte de los olores que acusan para éste determinadas características de diferentes cosas. Y el sentido del tacto, que en el mono apenas se da en sus inicios más toscos, sólo se desarrolla al desarrollarse la misma mano del hombre, por medio del trabajo». (Friedrich Engels; Dialéctica de la naturaleza, 1883)
La sensación de una persona es un proceso complejo, que tiene lugar en su aparato sensorial bajo la influencia de estímulos externos. La peculiaridad de las sensaciones es que una persona siente, percibe, muestra sensualmente en la conciencia no los procesos nerviosos más físicos, químicos y fisiológicos, sino los objetos y fenómenos que causan estos procesos.
Surge la pregunta: ¿los objetos del mundo material se reflejan correctamente en las sensaciones y percepciones de una persona? Los representantes del agnosticismo, el idealismo filosófico y fisiológico han insistido y continúan insistiendo en que supuestamente existe una incapacidad innata de los órganos de los sentidos para reflejar correctamente el mundo externo. «No hay semejanza», escribió el fisiólogo alemán del siglo XIX Helmholtz, «entre la calidad de las sensaciones sensoriales y la calidad de los agentes externos que excitan nuestras sensaciones sensoriales y se transmiten a través de ellas».
Los agnósticos, los idealistas filosóficos y fisiológicos declararon que las sensaciones y las percepciones son signos, símbolos y jeroglíficos convencionales, supuestamente sin semejanza con los objetos externos que representan.
En su obra «Materialismo y empiriocriticismo» (1909), Lenin sometió la teoría de los símbolos, o jeroglíficos, a una crítica devastadora. Demostró que esta teoría es una teoría falsa y anticientífica, echando agua en el molino del agnosticismo y el idealismo. Criticando a Helmholtz, escribió:
«Si las sensaciones no son imágenes de las cosas, sino sólo signos o símbolos que no tienen «ninguna semejanza» con ellas, se quebranta la premisa materialista de la que parte Helmholtz, se pone de cierta forma en duda la existencia de los objetos exteriores, puesto que los signos o símbolos son plenamente posibles respecto a unos objetos ficticios, y todos conocemos ejemplos de signos o símbolos de esta clase». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)
Lenin también criticó severamente a Plejánov, quien, haciendo concesiones al kantismo, escribió que:
«Nuestras sensaciones son una suerte de jeroglíficos, que llevan a nuestro conocimiento lo que sucede en la realidad. Estos jeroglíficos no se asemejan a los hechos de los cuales nos informan. Pero nos informan con una perfecta fidelidad tanto de los hechos como —y esto es lo principal— de las relaciones que existen entre ellos». (Georgui Plejánov; Notas y advertencias a la traducción rusa del libro de Engels «Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana» (1886), 1905)
En una lucha resuelta contra varias escuelas idealistas, Lenin desarrolló con excepcional profundidad y consistencia la doctrina materialista dialéctica de la sensación como imagen de la realidad objetiva.
«Nuestras sensaciones, nuestra conciencia son sólo la imagen del mundo exterior, y de ello se comprende que el reflejo no puede existir sin lo reflejado, mientras que lo reflejado existe independientemente de lo que lo refleja». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)
La exposición de Lenin del empiriocriticismo, el idealismo fisiológico y la teoría de los jeroglíficos en esta obra es de gran importancia, ya que nos arma en la lucha contra la moderna filosofía reaccionaria estadounidense-británica. Esta filosofía revive una y otra vez las viejas ideas idealistas sobre la imposibilidad de un reflejo adecuado del mundo exterior en las sensaciones humanas. Negando la correspondencia del reflejo del mundo objetivo en las sensaciones humanas, reducen toda la riqueza de este «reflejo» al mundo subjetivo, a la «totalidad de las sensaciones», a la «energía específica» de los órganos de los sentidos, etc.
La teoría de la subjetividad de las cualidades secundarias –color, sonido, olor, sabor, etcétera–, muy difundida en la filosofía burguesa, ha sido utilizada en el pasado y está siendo utilizada en la actualidad por diversos idealistas en la lucha contra el materialismo en general y la teoría marxista-leninista del reflejo en particular. Los idealistas estadounidenses y británicos –Bradley, McTaggart, Royce, Drake, Santayana, Broad, Pratt, Strong, etcétera– «prueban» la subjetividad de las cualidades secundarias de varias maneras. «Una cosa», argumentan, «tiene una cualidad secundaria sólo en relación con un órgano… ya que podemos tener sensaciones sin un objeto. Por lo tanto, las cualidades secundarias son apariencias».
Para todos los idealistas, la negación de la objetividad de las cualidades secundarias era sólo una preparación lógica para la negación de la objetividad de las cualidades primarias y la objetividad del mundo en general. Russell, Moore, Wittgenstein y otros proceden de la negación de la objetividad de las cualidades secundarias al fundamentar el «positivismo lógico» y afirman que todo el mundo existente consiste «simplemente en ciertas filas y combinaciones de datos de los sentidos». El pragmático estadounidense D. Dewey sostiene que nuestras percepciones sensoriales son solo una «corriente de la conciencia», herramientas de nuestra actividad práctica, de nuestras necesidades, pero que no tienen nada que ver con los objetos externos.
El materialismo dialéctico, en pleno acuerdo con la experiencia, la práctica y la ciencia, prueba que la sensación es un reflejo en la conciencia humana de varias propiedades y cualidades de los objetos y fenómenos del mundo material −longitud, movimiento, forma, color, sonido, olor, etcétera−. La teoría leninista del reflejo rechaza resueltamente la negación hecha por los subjetivistas y mecanicistas de la existencia objetiva del color, el olor, el sonido, etc. No son nuestros órganos de los sentidos los que generan colores, sonidos, olores y demás en nuestra mente, sino la existencia objetiva del color de los objetos y fenómenos del mundo material, su sonido y olor son percibidos por nuestros sentidos, dan lugar en nosotros a una sensación de color, sonido, olor, etc.
La ciencia soviética avanzada, corrobora la doctrina de la sensación de Lenin como una imagen del mundo objetivo con los datos de la ciencia natural y refuta por completo varias teorías idealistas. Nuestros órganos de los sentidos tienen la capacidad de reflejar adecuadamente las propiedades y cualidades inherentes a los mismos objetos del mundo material. Por ejemplo, con la ayuda del ojo reflejamos las propiedades de color del mundo objetivo. Las superficies de los objetos del mundo material tienen un cierto color, es decir, tienen la propiedad de emitir o reflejar vibraciones electromagnéticas de una determinada longitud de onda. El color de un objeto es el resultado de su interacción con ciertos rayos de luz que inciden sobre su superficie. El color depende tanto de la longitud de las ondas de luz –electromagnéticas– que inciden en el objeto, como de la composición de la sustancia, de las propiedades de los átomos y las moléculas ubicadas en su superficie. «Tanto el sol como todos los objetos que iluminan», escribió el famoso científico soviético Kravkov, «envían muchos rayos de varias longitudes de onda. La suma de las radiaciones de varias longitudes de onda emitidas o reflejadas por cada cuerpo da los espectros de emisión, o reflexión, que caracterizan las propiedades de color de ese cuerpo». Véase la obra de S. V. Kravkov «Color visión» (1951).
En consecuencia, los colores −rojo, azul, verde, etcétera− son ciertas propiedades objetivas, cualidades de los objetos materiales que existen independientemente del sujeto que las percibe y que son reflejadas en él. Pero si el color es una propiedad objetiva de un objeto que existe fuera del sujeto, entonces su sensación depende del sujeto que la percibe. La sensación es un reflejo subjetivo en la cabeza humana de la realidad objetiva del mundo exterior.
«La sensación es una imagen subjetiva del mundo objetivo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)
La sensación es una imagen subjetiva en tanto que se da en el sistema nervioso de una personalidad histórica concreta, y no existe fuera del sujeto actuante. Por tanto, la sensación depende en cierta medida del estado del sujeto y del desarrollo tanto del organismo en su conjunto como de sus órganos de los sentidos, de su sistema nervioso y de su cerebro. Se sabe que un cambio en el estado del cuerpo, de los órganos sensoriales y del sistema nervioso, afecta al proceso de la sensación, provoca un aumento o disminución de la capacidad del sistema nervioso para responder a estímulos externos. La sensación es una imagen subjetiva, pero no en el sentido de una distorsión de la realidad en la mente humana, sino en el sentido de que es un proceso mental, un procesamiento de la materia en la cabeza humana. La imagen que ha surgido en la cabeza de una persona es solo una imagen aproximadamente correcta, una copia de un objeto real; pero esta imagen no es idéntica al sujeto, no es un reflejo absolutamente exacto y completo del mismo. Si nuestras sensaciones reflejaran inmediata y completamente toda la complejidad de los procesos materiales, entonces la ciencia no sería necesaria.
«El hombre no puede captar = reflejar = reflectar la naturaleza como un todo, en su integridad, su «totalidad inmediata»; sólo puede acercarse eternamente a ello, creando abstracciones, conceptos, leyes, una imagen científica del mundo, etcétera». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Resumen del libro de Hegel «Ciencia de la lógica», 1914)
El sentimiento es subjetivo en su forma, porque es una función del cerebro, del sistema nervioso, de la materia organizada de cierta manera. Pero el contenido de la sensación no está determinado por el proceso nervioso que tiene lugar en el sujeto, sino por la naturaleza de la realidad objetiva que lo provocó. La sensación, siendo subjetiva en su forma, es objetiva en su contenido, en su fuente. La sensación de una persona contiene en sí misma, en forma de ideas, lo que está realmente fuera de la sensación, que es su objeto, la fuente de su existencia.
«Si miro a un árbol y lo veo sólo significa que incluso antes de que naciera en mi cabeza la idea de un árbol, el árbol mismo existía, lo que me provocó una idea correspondiente». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; ¿Anarquismo o socialismo?, 1905)
La sensación, al ser una imagen de la realidad objetiva, básicamente da un reflejo correcto, verdadero y adecuado de la realidad objetiva, lo cual es confirmado por la experiencia de la vida diaria y las actividades prácticas de las personas. Todos los grandes éxitos logrados por la práctica humana se han vuelto posibles como resultado de la correcta reflexión del hombre sobre el mundo material que lo rodea. Si las percepciones sensoriales dieran una visualización incorrecta y distorsionada de los objetos, entonces la relación correcta de una persona con el mundo exterior sería imposible, su orientación en este mundo sería imposible, aún más, la actividad práctica del sujeto de una persona sería imposible.
«El dominio de la naturaleza, que se manifiesta en la práctica de la humanidad, es el resultado del reflejo objetivo y veraz, en la cabeza del hombre, de los fenómenos y de los procesos de la naturaleza y constituye la prueba de que dicho reflejo –dentro de los límites de lo que nos muestra la práctica– es una verdad objetiva, absoluta, eterna». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)
A través de las sensaciones, una persona refleja las diversas propiedades y cualidades de los objetos en el mundo externo −dureza, rugosidad, suavidad, forma, color, sonido, olor, etcétera−. Pero, en realidad, no existen cualidades y propiedades «puras» aisladas de los objetos, sino que existen objetos integrales que poseen ciertas cualidades y propiedades. Estamos convencidos de la integridad de los objetos en el proceso de toda actividad práctica, influyéndolos y cambiándolos. Como resultado, nuestra cognición sensorial se ha desarrollado históricamente como la capacidad de reflejar objetivamente el mundo material. Las sensaciones separadas, proporcionadas por varios órganos de los sentidos y que reflejan varias propiedades y cualidades de los objetos, se sintetizan en la corteza cerebral y se conectan con los datos de la experiencia pasada, se convierten en percepciones que dan imágenes integrales de los objetos.
Sensación y percepción son dos momentos, dos fases de una misma cognición sensorial. Sin embargo, siendo un acto mental más complejo que la sensación, la percepción es imposible sin sensaciones. Surge y se desarrolla únicamente sobre la base de las sensaciones, como la capacidad de sintetizarlas y generalizarlas. Este proceso de transformación de las sensaciones individuales en percepciones está determinado por la unidad de la naturaleza del propio objeto percibido −integridad objetiva de los objetos− y la actividad práctica y subjetiva del sujeto que percibe.
La percepción sensorial es una contemplación viva, una forma de reflejo directo en la mente humana de los objetos y fenómenos de la realidad circundante. Pero la inmediatez de las percepciones en una etapa u otra del desarrollo histórico del hombre crece siempre sobre la base de su mediación por toda la práctica sociohistórica anterior, el desarrollo de la producción material, el conocimiento y el pensamiento científico. El desarrollo de la producción material y de la ciencia revela las limitaciones relativas de las percepciones sensoriales del hombre y lo alienta a utilizar todo tipo de métodos de percepción mediada; es decir, a inventar diversas herramientas y dispositivos que expanden infinitamente los límites de su sensibilidad y el campo de los fenómenos percibidos.
Armar los sentidos humanos con el equipo apropiado −una lupa, un telescopio, un microscopio, un espectroscopio, etcétera− permitió expandir infinitamente los límites del conocimiento sensorial y penetrar no solo en los límites del lejano mundo estelar, sino también al mundo microscópico, al mundo de las bacterias más pequeñas, al mundo de las moléculas, al mundo de los átomos y de los electrones. Gracias a medios técnicamente mejorados de investigación física, el hombre pudo penetrar en el mundo de los procesos intraatómicos, aprender sus leyes y descubrir en ellos nuevas fuentes inagotables de energía −como la energía intraatómica− que pueden ponerse al servicio de la humanidad. Lo que es inaccesible a la cognición sensorial en una etapa del desarrollo histórico de la humanidad está disponible en otra etapa gracias al desarrollo de la producción social y la tecnología.
Sobre la base de sensaciones y percepciones, una persona genera ideas como una forma más compleja de reflejo de la realidad. Las representaciones surgen sobre la base del impacto práctico de una persona sobre los objetos del mundo material y son una forma más generalizada del reflejo visual y sensible de estos objetos. Al reproducir un objeto previamente percibido, la representación no refleja todos sus detalles concretos y sensoriales −como la percepción−, sino solo los rasgos, aspectos y signos más característicos. La representación es, pues, una forma generalizada de reflexión de la realidad. Pero la representación es sólo la etapa inicial de la generalización, todavía conserva algunos rasgos de singularidad y visibilidad concreta. La influencia recíproca de lo visual y lo generalizado en las representaciones constituye su peculiaridad como eslabón en el tránsito dialéctico de las percepciones sensoriales a los conceptos». (Y. G. Gaydukov; El conocimiento del mundo y sus regularidades, 1953)