Diego Herchhoren.— Los grandes medios españoles están haciendo un sigiloso tránsito hacia el otrora llamado «negacionismo». Las principales cabeceras, que llenaron sus publicaciones de llamamientos a la vacunación masiva contra la COVID-19 asegurando la eficacia de las inoculaciones, ahora publican justo lo contrario.
Por ejemplo, el diario Publico.es lanzaba el 26 de enero de 2021 un artículo firmado por José Carmona en el que aseguraba que «Las vacunas contra el coronavirus funcionan y son seguras. Si ya se había confirmado que la diferencia de ingresos en UCI y fallecidos entre vacunados y no vacunados es significativamente notable, también queda patente que las inyecciones contra la covid no son peligrosas, ya que los casos notificados de reacciones adversas graves tras la inoculación de la vacuna son de 1,4 por cada diez mil dosis inyectadas.»
No era la única publicación en ese sentido. La cabecera que dirige Ana Pardo de Vera difundió una catarata de artículos en la misma línea, incluyendo a nombres especialmente reputados, como el del científico premio Pricesa de Asturias Drew Weissman, que llegó a afirmar que «las vacunas anticovid son potentes, seguras y sin efectos graves.»
Pero es más, también se incluían numerosos reportajes sobre «los antivacunas», «negacionistas» y el potencial peligro para la salud pública que suponían las críticas a la narrativa oficial que hacían un número importante de profesionales de la salud y de activistas en defensa de las libertades civiles, que advertían que algo no encajaba en el discurso oficial.
Ahora, tras la inoculación masiva de estos fármacos, las cosas han cambiado. El propio diario madrileño publicó en junio de 2023 una gravísima información que tiempo atrás era negada por el diario: «Un informe de Sanidad recoge 14.000 efectos graves y 500 desenlaces mortales tras las vacunas contra la covid«. También recogían la reivindicación de personas afectadas y sindicatos sobre la falta de investigación: «Sindicatos y asociaciones de afectados piden que se investiguen los efectos secundarios de las vacunas covid».
El caso de Público es una muestra, pero el patrón se repite en diarios como El Mundo, ABC o ElDiario.es, que lentamente van publicando datos que, contrastados con el hooliganismo farmacéutico, parecen apuntar a otras conclusiones.
Esta circunstancia se plasmó tras constatarse que España lideró en 2022 el exceso de mortalidad en la Unión Europea, con números muy superiores a los previos a la declaración de pandemia por la OMS, y más teniendo en cuenta el proceso de vacunación masiva como principal acontecimiento sanitario de relevancia. Según el Instituto de Salud Carlos III, el exceso de mortalidad durante los meses de enero a octubre de 2022 fue de 33.489, de las cuales 5.827 muertes fueron “atribuibles a la temperatura”, mientras que del resto no se ha investigado la causa.
La timidez mediática en este giro narrativo se observa también en relación al incremento o aparición de patologías generalizadas, en las que de manera muy tímida parece observarse una relación causa efecto con las vacunas COVID. Esto ocurre, por ejemplo, con el incremento «inexplicable» del número de ictus en toda la geografía española. Obviamente nunca publicarán en la misma cabecera el hecho de que las propias farmacéuticas reconocen como posibles efectos adversos las dolencias cardíacas.
El periodismo español, salvo honrosas excepciones, está hundido en un profundo descrédito, y los redactores de las principales cabeceras solamente se han atrevido a «insinuar» lo que en la calle es una realidad cada vez más extendida, y es que algo huele a podrido tras la «pandemia» de COVID.