Matanza de Jilava, la venganza de los fascistas rumanos de la Guardia de Hierro.
El día 26 de noviembre de 1940 se produjo la matanza de Jilava en la cárcel rumana del mismo nombre.
Los fascistas de la Guardia de Hierro llevaron a cabo una masacre en este centro penitenciario —donde estaban prisioneros seguidores del régimen del Rey Carlos II— en venganza por la muerte de su líder y fundador.
Corneliu Zelea Codreanu, fascista y líder de la ultraortodoxa rumana Guardia de Hierro, había sido ejecutado en 1938, pero su cadáver fue descubierto dos años más tarde por sus seguidores. En ese momento, Rumanía vivía una época de máxima tensión después de la huida del antiguo monarca. El nuevo dictador del país, el general fascista Ion Antonescu, en el poder desde septiembre de 1940 a agosto de 1944, ordenó “investigar los crímenes cometidos por el antiguo gobierno”. Muchas de las figuras políticas y los máximos responsables de los cuerpos de seguridad del estado fueron condenados y arrestados en la prisión de Jilava, donde pasaron a ser custodiados por los legionarios de la Guardia de Hierro, socios de Antonescu. Se unieron al pacto de unión con el Eje fascista.
Ante el temor a represalias por la sangrienta fama de la Guardia de Hierro, los prisioneros pidieron que fueran los militares los encargados de vigilarlos. Pero los legionarios se anticiparon a un posible cambio, entraron en las celdas de los partidarios de Carlos II y los asesinaron. En total murieron 64 personas en la cárcel de Jilava y otra media docena en otros lugares de Rumanía. Esta matanza supuso la ruptura de la alianza entre la Guardia de Hierro y Antonescu; unos meses más tarde los dos bandos tuvieron un enfrentamiento armado.
La Legión de San Miguel Arcángel fue fundada por Corneliu Zelea Codreanu en 1927. Esta organización fascista destacaba por su radical antisemitismo y sus teorías ultranacionalistas. En 1931 Codreanu puso en marcha una rama paramilitar conocida como la Guardia de Hierro. Pronto sus integrantes, los legionarios, iban uniformados con trajes verdes en los que lucían la cruz triple —un símbolo del martirio, la barra de una prisión—. Después de la muerte de su líder sus acciones se volvieron más violentas y descontroladas, y además de la masacre de Jilava llevaron a cabo diversos pogromos de extrema crueldad. Intentaron derrocar al dictador Antonescu con un golpe de estado tan fascista como el de él, pero Hitler no les apoyó y prefirió mantener al general en el poder.
Este fue el fin de la Guardia de Hierro, que fue ilegalizada al acabar la II Guerra Mundial.
Su dirigente más destacado, Horia Sima, abandonó el país y vivió exiliado en España bajo la protección del régimen franquista. Murió impune en España el 29 de noviembre de 1993, con 87 años.
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