Mentiras sobre Ucrania

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He prestado atención a algunos artículos dedicados al segundo aniversario del inicio de la operación militar especial de Rusia en Ucrania. Por ejemplo, aseguran que en Ucrania se usa sin problemas el idioma ruso, mientras que otros aseveran que la operación militar especial no tiene fundamento.

 

Las raíces de lo ocurrido se remontan a 10 años atrás. Ya en octubre de 2014 el entonces presidente ucraniano Petr Poroshenko afirmó que el segundo idioma para aprender en las unidades educativas de Ucrania no debía ser el ruso, sino el inglés. Esto en el país donde casi toda la población usaba activamente el ruso en su vida cotidiana. El golpe de Estado de 2014 radicalizó la demanda de prohibir lo ruso hasta extremos de exterminio. El 25 de abril de 2019 el parlamento ucraniano adoptó la ley “Para garantizar el funcionamiento del idioma ucraniano como idioma estatal”, que restringió dramáticamente el uso de la lengua rusa. Desde el 1 de septiembre de 2020 fue prohibida la enseñanza en ruso en los colegios. En 2021 el presidente Zelenski llamó a los ciudadanos ucranianos con raíces rusas “especies” y exhortó a que se larguen de Ucrania.

Tratan algunos de hacer caso omiso al hecho de que durante ocho años el régimen de Kiev bombardeó la región de Donbas, matando a 13 mil civiles bajo el pretexto de llevar a cabo una operación llamada “antiterrorista”. No hubo necesidad en dicha pesadilla. La reciente decisión de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) confirmó que las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk jamás eran organizaciones terroristas.

La supuesta “naturaleza pacífica” de la junta neofascista de Kiev la desmienten muchos hechos. Si no basta con la información de RT o Sputnik, medios de comunicación prohibidos en los Estados Unidos y en la Unión Europea (UE), he aquí un reciente artículo del periódico norteamericano The New York Times, que arroja luz sobre la creación por parte de la CIA de 12 bases militares secretas en la frontera con la Federación de Rusia. Los mismos sirven para facilitar datos de inteligencia a fin de realizar bombardeos, vigilar maniobras de tropas rusas y mantener redes de espionaje, así como para preparar a una nueva generación de espías ucranianos que están actuando no solo en Rusia, sino también en Europa y América Latina.

En cuanto a los Acuerdos de Minsk, los testimonios de la excanciller alemana, Angela Merkel, y el expresidente francés, Françoise Hollande, confirman que estos han sido aprovechados por Occidente para ganar tiempo y equipar militarmente a Ucrania. Resulta que nunca el objetivo de los garantes occidentales de dichos acuerdos aprobados por el Consejo de Seguridad de la ONU era una paz duradera.

Dicen que el Presidente de Ucrania es judío y por tanto “no nazi”. Pues Zelenski aplaudió en Ottawa al excombatiente del servicio especial nazi SS Yaroslav Hunka. Se armó un escándalo, se disculparon los canadienses, pero no el mandatario ucraniano. Las regulares marchas neonazis en Kiev, Lvov y otras ciudades, fuerzas de choque que adoran a Hitler, son una realidad ucraniana actual.

Las afirmaciones de que “nadie quiere la paz más que Kiev” entran en una flagrante contradicción con el decreto aprobado por Zelenski que prohíbe rotundamente cualquier diálogo con el Gobierno ruso, amenazando con perseguir penalmente a los que infringen dicho tabú. El 5 de marzo de 2022 en Kiev fue asesinado Denis Kireev, miembro de la delegación ucraniana que participaba en las negociaciones de paz con su contraparte rusa. Todo indica que el crimen fue cometido por el Servicio de Seguridad de Ucrania. El entonces jefe del grupo de negociación mencionado y el actual líder de la facción del partido gobernante, David Arakhamia, sostiene que la firma del acuerdo ruso-ucraniano de paz en Estambul en la primavera de 2022 estuvo al alcance de la mano, siendo finalmente socavada la paz por el entonces primer ministro británico, Boris Johnson. ¿Quién entonces quiere la paz?

En lo que se refiere a la ayuda de los Estados Unidos y la UE a Ucrania efectivamente no tiene precedentes, superando con creces el monto destinado a los países en desarrollo. Y es que se trata de los suministros de armamentos, que conllevan nuevas muertes de rusos y ucranianos, así como la prolongación del conflicto. Por ejemplo, Canadá se comprometió a asignar a Ucrania más de dos mil millones de dólares para gastos militares, mientras que tan solo 125 millones de dólares (20 veces menos) fueron proporcionados para medicamentos y remoción de minas. Son bastante claras las prioridades. Respecto a la supuesta aplicación del “modelo ruso” en otros países de Europa, no es nada más que un truco retórico con finalidad de garantizar fondos para proveer nuevas armas a Kiev.

Todo ese abanico de mentiras y tergiversaciones está llegando a su lógico final. La impotencia y rabia occidentales las evidencian las recientes palabras del presidente de Francia sobre la posibilidad de participación directa de los militares occidentales en Ucrania, así como los insultos contra el Presidente ruso por parte de su homólogo norteamericano y otros personajes menos significativos. A su vez, respondiendo a la pregunta, ¿quién es más preferible para Rusia como mandatario de los Estados Unidos?, Vladimir Putin optó precisamente por Joe Biden. ¿Y por qué? Porque Biden es un político de larga trayectoria.

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Mikhail Ledenev, embajador de Rusia en Bolivia

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