En entradas anteriores hemos explicado los motivos por los que le seguimos la pista a Dick Cheney, que quizá alguien crea que está muerto y enterrado porque desapareció de las pantallas de televisión y el que no sale en la pequeña pantalla no existe.
Pues no es así, aunque tiene 83 años y está tan decrépito como Biden. Sólo ha tenido cinco infartos y un trasplante de corazón que le han permitido resucitar para recomendar el voto por Kamala Harris. Cuaquier cosa antes que Trump.
Desde su lecho de muerte, un republicano emite un comunicado de prensa para posicionarse a favor de los demócratas, aunque en 2008 un demócrata, como Joe Biden, lo llamó “el vicepresidente más peligroso de Estados Unidos”.
Después de este último servicio al país, el viejo Cheney podrá descansar en paz, aunque nos quedará su hija, Liz, que también recomienda votar por Kamala Harris.
Algunos creen que se tata de algo personal, que Trump repugna incluso a los de su propio partido. Demasiado vulgar, demasiado provocador y demasiado narcisista.
Casi podemos redactar esta entrada en forma de obituario. Cheney fue “un republicano de la vieja escuela”, un halcón de esos que gustan en las camarillas de Washington. En su momento emprendió más guerras de las que pudo gestionar a la sombra de Bush hijo.
No es más que la cabeza visible de los 200 miembros de los equipos de los Bush que han firmado una carta abierta contra Trump en USA Today y la sombra alargada del candidato manchú. “Los principales movimientos democráticos se verán irremediablemente socavados si Trump y su compinche J.D. Vance se inclinan ante dictadores como Vladimir Putin y al mismo tiempo dan la espalda a nuestros aliados”.
Trump no quiere aliados. Cree que a Estados Unidos ya no le hacen falta… si cambia la política internacional de Cheney y los suyos y acaba la “guerra contra el terrorismo”. La consigna es “que cada cual se las apañe como pueda”.
Que Trump se haya atrevido (aunque sea tardíamente) a criticar las intervenciones militares en Irak y Afganistán, dos grandes fracasos republicanos, es un insulto para “la vieja escuela”. Varios de ellos subieron a estrados en la convención demócrata celebrada en Chicago el mes pasado.
En la jerga trumpista se llaman “rino”: republicanos sólo de nombre. Son los intelectuales del “cenagal de Washington” que se ocupan de asuntos complejos, en lugar de hablar de cosas simples, como los emigrantes haitianos.
La oposición interna a Trump viene de lejos. En 2019 un grupo de republicanos, completamente desconocidos, firmó un artículo de opinión en el New York Times contra Trump que inundó las redes sociales.
Sin embargo, en Estados Unidos estos cambios de chaqueta, que son corrientes, no se califican como “traición”. El propio Trump es un antiguo demócrata, al igual que J.D. Vance, su mano derecha para las inminentes elecciones.
REPUBLICANO DE VIEJA ESCUELA””””TIENE OLOR A ESCLAVISTA” Y A LA TRATA SDE ESCLAVOS AFRICANOS RAPTADOS DE SUS TIERRAS.
TODOS ELLOS MANTIENEN VIVO EL ODIO Y EL RACISMO,DEL CUAL SE NUTRE AL ENTIDAD NAZISTA DEL SIONISMO ISRAELI