Leslie Díaz Monserrat (Granma).— San Juan de los Remedios posee encanto. Justo en el centro de Cuba, el pueblo parece detenido en el tiempo. Sus calles sinuosas guardan la historia de poco más de cinco siglos de existencia. Los corsarios y piratas no pudieron apagar el espíritu de una villa mágica, fundada por el capitán Vasco Porcallo de Figueroa.
Dicen que ha sido habitada por güijes, que ni siquiera los siete jóvenes de nombre Juan han podido atraparlos y que aún se esconden en la poza; que la llorona de la calle La Mar todavía gime por el hijo que no pudo nacer, y que sendas palomas se posan en el tejado de la casa en la que el infortunio le arrebató la vida a una amada esposa, en la cual se escucha el sonido del piano, como perenne recordatorio de sus momentos felices.
Desde el cielo, los tejados, rojizos, permiten apreciar la forma circular en la que ha crecido la Octava Villa cubana: el trazado más irregular de los asentamientos primigenios contrasta con el crecimiento posterior, que buscaba rectificar el serpenteo inicial. Entre sus casas, que suelen ser de una sola planta, destacan, como pináculos vigilantes, las torres de sus dos iglesias: la Parroquial Mayor y la del Buen Viaje.
Bien cerca de la plaza Martí está el hotel Mascotte, uno de los más antiguos del país. Aunque no existe un consenso sobre el origen de su nombre, la elección denota la tendencia al afrancesamiento, en una época en la que París era la capital mundial de la cultura, el desarrollo y el refinamiento. En sus habitaciones quedó instalado el primer telégrafo de la villa.
Justo frente a la Plaza central, este centenario hotel permanece elegante, con su influencia neoclásica, como centinela del tiempo, invicto ante los estragos del reloj, testigo de otras épocas y protagonista de la nuestra. Integra el complejo hotelero Remedios e, administrado bajo la marca Hoteles e y perteneciente al grupo Cubanacán. Esta sucursal incluye seis instalaciones de alojamiento: el Mascotte, el Barcelona, el Camino del Príncipe, el Real, el hotel Casa Bausá y el Leyenda.
Todos están dentro del centro histórico de una ciudad Monumento Nacional, cuna de las Parrandas, celebración que ha sido declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
La riqueza cultural singulariza a un sitio mágico como Remedios. Sus historias, como sacadas de la literatura, asemejan una estampa del realismo mágico, en la que durante dos siglos, los barrios de El Carmen y San Salvador se enfrentan en una porfía criolla, popular, cubanísima, con fuegos artificiales, carrozas y trabajos de plaza.
A los ojos de los visitantes todo luce tan real como maravilloso. Logran tocar el pasado desde el presente. Sienten, incluso, el roce de los encajes, de señoriales vestidos, mientras los aruñan las imperfecciones de las sendas empedradas.
Es como si cada habitante le regalara a la ciudad un puñadito de su espíritu. Remedios ha vencido al tiempo.
