Robert Inlakesh.— Aunque pueda sonar hiperbólico, el ejército israelí solamente está de verdad preparado para cometer masacres civiles high tech y no pueden enfrentar a adversarios bien preparados. La historia de guerra asimétrica del régimen sionista languideció hacia una falsa sensación de seguridad que complementó su visión racista del mundo, demostrando ser catastrófico para ellos en su guerra multi-frentes de hoy en día.
¿Quiénes son los soldados que conforman al ejército?
Para comprender al ejército israelí y cómo pelea, primero tenemos que entender a la sociedad que le da forma a sus soldados. Todos los israelíes son adoctrinados desde una edad temprana con una ideología supremacista a través de su sistema escolar y luego marchan rumbo al servicio militar al momento de salir del vientre de la madre. Creen que su ejército es «el más moral» sobre la Tierra, mientras al mismo tiempo creen en el concepto de su propia supremacía sobre otros.
Cualquier discusión sobre las fuerzas armadas sionistas debe comenzar por reconocer quién es el público israelí, porque cuando cada uno de ellos culmina la secundaria, se les requiere una temporada de dos a tres años de servicio obligatorio, que por lo general continúa con servicio de reserva por un tiempo. Mientras existen tipos como los ultraortodoxos (haredim) que no realizan el servicio militar por razones religiosas y los liberales que frecuentemente alegan asuntos de salud mental como excusa, la mayoría son alistados en alguna sección del ejército.
Aquellos soldados que entran en sus años de servicio obligatorio, que efectivamente experimentarán escenarios de combate real, no entrarán en guerra directa y en su lugar quedarán estacionados en puntos de control, ejecutan control de multitudes o participan en asaltos nocturnos orientados a arrestar a adolescentes que hacen cosas como lanzar piedras. Este es el porqué muchos jóvenes israelíes encuentran mayor estímulo mental uniéndose a la fuerza aérea o trabajando en los servicios de inteligencia. Es común encontrar soldados sentados en checkpoints, con aspectos agobiados y frustrados. Para los periodistas que cubren las protestas en Cisjordania, los soldados que son desplegados para disparar a niños/adolescentes que queman cauchos y lanzan piedras actúan como si estuvieran jugando paintball.
Estos soldados, también, ascienden de rango rápidamente, ganándose en pocos años lo que en la mayoría de los demás ejércitos usualmente son conferidos a sus fuerzas luego de 10 a 15 años de servicio. Estos son individuos que se creen privilegiados y cuyas mentes no están enfocadas, que especialmente en las últimas décadas se han vuelto indisciplinados, permitiéndoseles salirse con la suya con todo tipo de decisiones que toman sobre una base individual. Es un ejército de ciudadanos, lo que quiere decir que en gran medida son parte de la sociedad en su conjunto.
Si vemos las acciones que han sido capaces de perpetrar durante los enfrentamientos armados, en especial dentro de la Franja de Gaza, no debería ser ninguna sorpresa que se sientan envalentonados a tomar los asuntos en sus propias manos también en estos tiempos. Esto se ejemplifica a través de la tendencia de los últimos años donde sus combatientes se filman a sí mismos cometiendo toda clase de crímenes y actividades perversas, posteándolas en redes sociales.
Estos videos, que son alegremente publicados en plataformas online como TikTok, donde los soldados usan la ropa interior de mujeres palestinas que desplazaron y mataron o vuelan casas o destruyen con bulldozers hogares civiles, no solo son reflejo de una falta de disciplina, sino que además también afectan los objetivos de la entidad sionista.
Estos serían dos casos que realzan el cómo los soldados dañan los esfuerzos de guerra del ejército israelí: 1) La publicación instantánea de información junto a fotos/videos del líder de Hamás, Yahya Sinwar, que evitaron que sus superiores crearan una historia falsa sobre lo que ocurrió, infringiendo un golpe psicológico, 2) las fuerzas israelíes que tomaron el Paso de Rafá, en mayo, filmándose a sí mismos destruyendo despiadadamente el sitio e insultando al ejército egipcio mientras ejecutaban una acción que técnicamente violó el acuerdo de normalización entre El Cairo y Tel Aviv.
Entonces, ¿por qué el ejército israelí sencillamente no despeja este problema? Pues bien, todos vimos lo que pasó cuando diez soldados fueron detenidos por la violación grupal de un preso palestino, que había estado retenido en el centro de detenciones de Sde Teiman sin cargo alguno. Esto condujo a protestas donde miles de israelíes realizaron disturbios y atacaron las instalaciones militares en las manifestaciones que denominaron «el derecho a violar». Sin embargo, no fueron solo manifestantes. La idea del derecho de los soldados de violar masivamente a prisioneros fue expresada por miembros del parlamento, la Knesset, y recibieron apoyos de segmentos grandes de la población.
Por lo tanto, es razonable asumir que si el alto mando israelí ordena procesar a sus soldados por publicar videos donde salen quemando casas en Gaza y defecando en sus pisos o cometiendo una letanía de otras acciones repugnantes, enfrentarían un alzamiento interno contra esa decisión.
¿Cuál es la estrategia del ejército israelí?
Comprender que la sociedad israelí está indisolublemente vinculada a sus fuerzas armadas también ayuda a darle forma a cómo miramos a la mentalidad de su ejército. Por ejemplo, mientras que en la mayoría de las sociedades alrededor del mundo una muerte civil es percibida como más dañina que la de un soldado, para los israelíes es exactamente lo contrario. Esto en parte se reduce al mito supremacista de la superioridad israelí y también al hecho de que las muertes de los soldados no han sido tan comunes, con la excepción de algún ataque de lobo solitario ocasional aquí o allá.
La doctrina del ejército israelí es básicamente congruente con aquella del modelo de contrainsurgencia estadounidense que emergió durante los años de la llamada «guerra contra el terror» a inicios de los 2000, pero difiere en dimensiones claves que la hacen mucho menos efectiva que la del ejército norteamericano.
En los 90 y a inicio de los 2000, el ejército se beneficiaba de la asimetría en el campo de batalla, valiéndose pesadamente de su fuerza aérea para responder a las agresiones con una fuerza significativa que pudiera completar misiones y alcanzar victorias tácticas a un muy bajo costo para el personal militar. Mientras pudieron apoyarse en su superioridad mediante vehículos y aeronaves durante los años de la Segunda Intifada (2000-2005), los israelíes se las arreglaron para derrotar a los grupos de resistencia radicados en Cisjordania, el golpe más importante durante la Operación Escudo Defensivo de 2002, que resultó en alrededor de 500 palestinos asesinados.
En el año 2000, el régimen sionista se retiró del Sur de Líbano, al volverse costosa la situación para sus fuerzas. Luego, en 2005, decidieron hacer lo mismo en la Franja de Gaza tras no lograr aplastar a Hamás durante una batalla que se dio en el norte en octubre de 2004.
No obstante, los sionistas descubrieron en su guerra contra el Líbano de 2006 y luego en sus incontables guerras contra Gaza, que ahora se estaban enfrentando a un nuevo tipo de amenaza que hoy en día describen como «ejércitos terroristas con misiles». A lo largo de las casi dos décadas pasadas, el ejército sionista creyó que podía manejar las amenazas que representaban tanto la resistencia palestina como la libanesa, tan solo necesitando un ataque periódico para mantener la «disuasión».
Pero, entre 2019 y 2020, el ejército comenzó a recalcular y publicó dos documentos importantes: «El Plan para el momentum multiaños» y «El concepto operativo de la victoria». En estos materiales, quedaba claro que estaban buscando adaptarse a los nuevos desafíos que enfrentaron. Ambos presentan un plan para integrar los desarrollos tecnológicos de la «cuarta revolución industrial» con la planificación militar, señalando que las operaciones de corto plazo que habían acometido no estaban transmitiendo la imagen de victoria deseada frente al poder militar siempre creciente de Irán.
Por lo tanto, los israelíes buscaron implementar un sistema que pudiera vincular todas sus tecnologías de vigilancia, reconocimiento y dispositivos de espionaje de forma integrada. Vemos así que en 2021, este nuevo sistema comienza a ponerse en práctica a la par que los sionistas se jactan de sus sistemas de IA que los ayudaron a conducir la guerra de 11 días en Gaza, en mayo de ese año. La idea aquí no era implementar este sistema que eventualmente estaría totalmente integrado para habilitar a la entidad sionista a atacar primero y propinar golpes innegables que resultasen en una victoria estratégica.
Luego vino el 7 de octubre, cuando la Operación Diluvio de Al Aqsa, liderada por Hamás, puso el mundo boca arriba a un ejército y un liderazgo arrogante. De repente, ellos eran el lado que tenía que armarse de una respuesta a un golpe que los avergonzó por completo en cada uno de los niveles, propinando por el bastión menos poderoso de la resistencia que enfrentaban.
Al comprender la estrategia israelí, tampoco debería ser una sorpresa que Hezbolá de forma instantánea comenzó a atacar la tecnología de espionaje y reconocimiento del régimen sionista durante la primera fase de la guerra.
Si revisamos la estrategia de contrainsurgencia sobre el terreno en Gaza, observamos que, a diferencia del ejército estadounidense, ellos no permiten que la infantería avance y despeje las edificaciones antes de que los tanques ingresen al área; en su lugar, se valen de los blindados para proteger a sus soldados y reducir el número de muertes. Pero el problema con esta estrategia contrainsurgente de factura norteamericana es que, al reducir la muerte de soldados, también hace que sea prácticamente imposible combatir propiamente a los combatientes que se suponen que están buscando.
Esto es porque los israelíes sencillamente son demasiado cobardes como para seguir una estrategia contrainsurgente tradicional, intentando ejecutar sus tareas sin el riesgo requerido que esto involucra. Ante la ausencia de algo para enseñar de sus operaciones terrestres, que están diseñadas para mantener lejos del peligro a soldados poco preparados e indisciplinados, comenzaron a destruir más y más infraestructuras civiles.
Lo que ha ocurrido frente a nuestra mirada es que los israelíes se han volcado a sus estrategias de los 1970, donde hoy vemos que están intentando asediar a la resistencia palestina del norte de Gaza de la forma en que lo hicieron con el ejército egipcio en 1973. Pero, en la actual guerra dentro de la Franja, las fuerzas terrestres no están preparadas para este tipo de estrategias que fueron implementadas durante la Guerra de Octubre.
Necesitaban reinstaurar su predominio militar y de repente terminaron en la peor posición posible. Tan solo sabiendo cómo usar su tecnología para matar a distancia, y aparentando no tener ningún tipo de estrategia coherente sobre el terreno, se vieron obligados a usar a este ejército más bien inútil para alcanzar objetivos extremadamente difíciles que ni su fuerza aérea ni su tecnología de IA pudieran hacer por ellos. A la luz de esta idea, el genocidio se convirtió en la decisión y la estrategia.
En el pasado, las masacres contra civiles sencillamente no eran empleadas con el propósito de derramar sangre sin sentido -aunque el régimen sionista nunca ha tenido ninguna clase de problema con esto-; las masacres que hemos visto periódicamente en Gaza fueron cometidas con el propósito de infringir verdaderos golpes psicológicos contra la resistencia y el público palestino; en adición a enviar el mensaje a la región ampliada. En esta oportunidad, es una campaña sanguinaria y masiva fuera de control, que le permite a sus soldados racistas y desbocados hacer lo que quieran para asesinar a gente inocente y destruir por completo la infraestructura de la Franja.
¿Por qué? La entidad sionista se dio cuenta de que no le quedaban opciones militares y que la única manera de alcanzar una victoria y rescatar la imagen de fuerza que habían perdido era desencadenando el genocidio, el matar, desplazar y destruir a todos y todo. Incluso sus logros tácticos en Líbano en aproximadamente un mes hoy están siendo barridos por Hezbolá, frente a los que no han tenido una respuesta real. A su propio riesgo, se ha convertido obvio que asesinatos y trampas no pueden lograr una victoria estratégica y que, en combate cara a cara, la resistencia libanesa es claramente superior.
Robert Inlakesh es un analista político, periodista y documentalista audiovisual.
Publicada originalmente por Al Mayadeen el 31 de octubre de 2024, la traducción para Misión Verdad la realizó Diego Sequera.
La mayoría de los ejércitos del mundo son así. Únicamente están preparados para masacrar a civiles sin posibilidad de defensa, o casi. Casi siempre contra sus propias poblaciones (España es un buen ejemplo)
El único que está demostrando poder enfrentarse a un ejército contrario verdaderamente fuerte es el glorioso Ejército Rojo.
Aunque en épocas anteriores también dejó bastante que desear. En Afganistán sin ir más lejos. O en Chechenia.