Hace 30 años el Tratado de Maastricht puso un límite máximo a la deuda pública (60 por cien del PIB) y al déficit público (3 por cien del PIB). En 2011 España reformó el artículo 135 de la Constitución para imponer la estabilidad presupuestaria. Con el dinero público lo primero que hay que hacer es pagar las deudas porque ellas son más importantes que cualquier otro gasto del Estado. Primero cobran los bancos y luego, si sobra algo, se pueden pagar las pensiones.
Son normas impuestas por los países del norte de Europa a los del sur, que tienen fama de derrochadores, como se puso de relive en 2009 durante la bancarrota económica de Grecia. Ahora las tornas han dado un giro y se ha desatapado que quien derrocha el dinero público es Alemania y que para ocultarlo ha estado maipulando la contabilidad del Estado.
La crisis de la deuda ha subido del sur al norte de Europa. Alemania ha agotado su crédito. El año pasado el Tribunal Constitucional condenó al gobierno por “prácticas contables cuestionables”.
El tope del déficit de Alemania está en el -0,35 por cien del PIB y la solución del gobierno de Scholz no es reducir gastos sino eliminar el tope. Es obvio que con el capitalismo en crisis lo único que crecen son las deudas.
La semana pasada Friedrich Merz, cabecilla de la Unión Demócrata Cristiana y el hombre con más probabilidades de ser el próximo canciller, expuso claramente una solución sencilla: eliminar los topes para poder seguir gastando a manos llenas.
Hay un obstáculo formal: la eliminación requiere una mayoría de dos tercios tanto en la cámara baja como en la alta del Parlamento alemán. Hay que esperar al resultado de las inminentes elecciones. No obstante, aunque las condiciones políticas lo permitan, no se va a aliviar la deuda, sino todo lo contrario. En el futuro las inversiones se van a financiar con más deuda.
Uno de esos equipos de “expertos” que asesoran al gobierno de Berlín acaba de presentar su informe anual para saber lo que tienen que hacer para seguir gastando más. Sugiere poner el tope en el -0,5 por cien del PIB cuando la relación deuda/PIB sea del 90 por cien, y aumentar al -1 por cien si la relación se reduce al 60 por cien. Dado que se espera que esta proporción alcance el 62 por cien del PIB este año, esto liberaría 0,65 puntos del PIB por año para nuevas inversiones en comparación con las reglas actuales.
Una cuestión más importante es si la flexibilización de las restricciones presupuestarias de Alemania conduce a una relajación de las reglas fiscales de la Unión Europea. Parece que la respuesta es no, porque el límite no se revisó hasta el año pasado. Sin embargo, las nuevas reglas aún no se han probado adecuadamente, por lo que la política económica expansionista va a relajar la forma en que se aplican.
Va a ser algo a negociar entre los Estados miembros y la Comisión Europea, lo que va a permitir a esta última imponer un tratamiento específico para cada país. El Consejo Europeo debe aprobar las recomendaciones, y ahí es donde un cambio en la posición de Alemania podría ayudar a la Comisión a gestionar los niveles de deuda pública para asegurar más inversión pública en toda la Unión Europea.