El brote insurreccional del 30 de noviembre de 1956

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El plan inicial previó el desembarco del Granma por Niquero, tomar el poblado y saltar sobre Manzanillo, mientras Santiago se levantaba, y luego desatar «un proyecto de agitación y sabotajes que culminaría en la Huelga General»

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La capital provincial de Oriente fue el epicentro de las acciones armadas y de sabotaje, y escenario principal de la lucha insurreccional urbana liderada por Frank País. Foto: Luis Alberto Portuondo

Rafael Angel Borges Betancourt* (Granma)— El 30 de noviembre y el 2 de diciembre de 1956 constituyen dos fechas memorables de nuestra historia patria. Como dijera el doctor Armando Hart, debieron ser una sola, pues respondían a una misma concepción estratégica, y que el pueblo debe recordar como gemelas en la Historia.

De acuerdo con Frank País, el objetivo era derrocar al régimen tiránico de Fulgencio Batista, para hacer «la revolución restauradora de la Patria a la que todos aspiramos». Reflexionaba que «una Revolución no es simplemente un estallido insurreccional que valientemente desencadenó la juventud cubana el pasado 30 de noviembre en Santiago de Cuba y el 2 de diciembre en la Sierra Maestra, con el desembarco de Fidel Castro y las tropas por él directamente comandadas (…). Una Revolución es eso y mucho más. Cuba entera sabe que de acuerdo con nuestra estrategia habremos de provocar, por la acción directa de todo el pueblo, el derrocamiento de la dictadura».

Las causas del fracaso fueron, a su juicio, «la falta de una verdadera unidad, de un verdadero y más acabado trabajo revolucionario, la falta de recursos y de medios bélicos hizo que el brote insurreccional del 30 de noviembre no tuviera el empuje necesario para derrocar al régimen».

De ahí que enfatice en la necesidad de superar las carencias que en el plano ideológico habían lastrado el trabajo del Movimiento 26 de Julio. «Tenemos que lograr la verdadera unidad ideológica, la plena identificación de principios y propósitos, para que sea sencillo el aunar las acciones de tantos militantes, coordinar esfuerzos y dirigirlos a puntos concretos».

Al mismo tiempo, consideró el lado positivo de los hechos. «Esta experiencia –afirmó– nos ha costado un saldo doloroso de mártires, pero ganamos en madurez, en conciencia revolucionaria».

 

EL PLAN DE INSURRECCIÓN

Las investigaciones y publicaciones –como es lógico– han otorgado mayor prioridad a lo ocurrido en Santiago de Cuba, y a la preparación, el desarrollo y los resultados de la expedición del Granma. La capital provincial de Oriente fue el epicentro de las acciones armadas y de sabotaje, y escenario principal de la lucha insurreccional urbana liderada por Frank País.

La decisión del líder del Movimiento 26 de Julio, Fidel Castro Ruz, de desembarcar por Oriente, estaba fundada en el valor, el civismo y el coraje sin límites del rebelde y patriótico pueblo de Santiago de Cuba.

«No se olvide nunca –precisaba Fidel– que esta provincia que hoy tiene millón y medio de habitantes, es sin duda la más guerrera y patriótica de Cuba; fue ella la que mantuvo encendida la lucha por la independencia durante 30 años, y le dio el mayor tributo de sangre, sacrificio y heroísmo. En Oriente se respira todavía el aire de la epopeya gloriosa y, al amanecer, cuando los gallos cantan como clarines que tocan diana llamando a los soldados y el sol se eleva radiante sobre las empinadas montañas, cada día parece que va a ser otra vez el de Yara o el de Baire».

En carta enviada desde el exilio a Carmen Castro Porta, presidenta del Frente Cívico de Mujeres Martianas, de septiembre de 1955, Fidel ratificó la concepción de lucha armada que lo llevó al Moncada: «He mantenido la misma convicción desde el primer instante y la he ido madurando día a día con todo lo que he visto. Hay varios documentos escritos desde la prisión que así lo atestiguan (…). Desgraciadamente, por primera vez se nos presenta ahora la oportunidad de llevar a cabo nuestras ideas en toda la línea y no antes. En dos renglones se sintetiza nuestra concepción sobre la única forma posible e incontrovertible de derrocar la dictadura: Insurrección armada, secundada por una huelga general revolucionaria y un sabotaje completo de todos los medios de comunicación en el momento de la acción».

A mediados de 1956, los preparativos para llevar a vías de hecho esa concepción daban alarmantes muestras de retraso, mientras se tensaba el ambiente político en torno a los revolucionarios en México. En ese contexto, se produjeron en tierra azteca los encuentros entre Frank y Fidel. Por su carta a María Antonia Figueroa, en el primero de ellos ocurrido en el mes de agosto, lograron entenderse muy bien.

«Por exigirlo el plan adoptado –escribe Fidel–, hace falta disponer de los mayores fondos con el objeto de fortalecer materialmente la organización en esa (provincia de Oriente)».

Para entonces, ya había introducido algunas modificaciones al plan de levantamiento nacional inicialmente concebido. Una vez más, Oriente se perfilaba como el foco insurgente provocado por el desembarco de un destacamento expedicionario, combinado con acciones armadas y de sabotaje.

Los inconvenientes y dificultades en el desarrollo de los planes hicieron necesario la realización de un segundo encuentro en el mes de octubre, ocasión en que Frank País, con la franqueza y valentía que lo caracterizaban, propuso a Fidel posponer la fecha de partida de la expedición hasta principios del próximo año, porque no habían podido situar todo lo mínimo necesario a todo el mundo: «…no creía en la organización existente en Cuba, en el trabajo obrero realizado para la Huelga General, ni en la eficacia de los cuadros de acción, pues estaban indefensos, impreparados y sin acoplar».

Más adelante, refiere la respuesta de Fidel: «Nuestra máxima figura (…) estimó que era más importante aprovechar la conmoción de este año y que si lo prolongábamos, perderíamos esta conmoción y no lograríamos ganar en organización».

Como expresión de la confianza depositada en el joven, y en sus capacidades de aglutinador y organizador, lo ascendió a Jefe Nacional de Acción y Sabotaje.

Por el testimonio de Faustino Pérez, el plan acordado fue el siguiente: «Inicialmente pensó desembarcar en Niquero la madrugada del 30 de noviembre; Crescencio Pérez, con camiones y un centenar de hombres, esperaría por nosotros. Tomaríamos Niquero y saltaríamos sobre Manzanillo, a la par que en Santiago estallaba la rebelión. A partir de ese instante, comenzaría a funcionar un proyecto de agitación y sabotajes que culminaría en la Huelga General».

Frank se empeñó en cumplir su parte. René Ramos Latour (Daniel) apuntó que «él y solo él mantenía viva la llama de la revolución que se veía azotada por la incertidumbre, el escepticismo y la desesperación, y que él protegía de esos vientos furiosos con su enorme personalidad de líder, por los supremos ideales de la patria».

 

LAS ACCIONES EN ORIENTE Y EN OTRAS LOCALIDADES

Frank País fue «la persona que estuvo a cargo de las operaciones del 30 de noviembre en Santiago, Ermita y Guantánamo». El Plan de Acción para Santiago de Cuba contemplaba ataques a la Estación de la Policía Marítima, la Policía Nacional y el bombardeo y cerco al cuartel Moncada, cuyos objetivos militares serían: neutralizar los efectivos militares que había en la ciudad, en particular los del Regimiento 1, para evitar su traslado inmediato a la zona del desembarco; obtener armamento necesario con qué equipar al resto de los revolucionarios comprometidos, acuartelados desde la noche anterior.

El fallo del mortero, que era la señal esperada para iniciar las acciones, prácticamente trastornó el cumplimiento del plan. En el ataque a la Estación de la Policía Nacional cayeron heroicamente los mártires de esa jornada gloriosa: Otto Parellada, Tony Alomá y Pepito Tey, y posteriormente, la estación sucumbió bajo las llamas.

En la Estación Naval de la Policía Marítima se ocuparon armas que fueron trasladadas al Estado Mayor. Se llevaron a cabo otras acciones que mantuvieron en jaque a las fuerzas del régimen.

Posteriormente, se ordenó el repliegue y toma de las alturas de la ciudad, para comenzar una guerra de francotiradores, la cual se prolongó hasta el 2 de diciembre, cuando se produjo el desembarco de los expedicionarios del Granma.

Las fuerzas militares tuvieron un número de bajas superior a las del Movimiento 26 de Julio.

De las acciones previstas en el resto de la provincia oriental, en Guantánamo se produjo el descarrilamiento de un tren que impidió que llegaran refuerzos a Santiago; se tomó el puesto de la Guardia Rural en el Central Ermita, y un grupo de 12 hombres se internó en la Sierra de Canasta. Además, se decretó una huelga de los obreros ferroviarios, la única que funcionó.

En Puerto Padre se tomó el polvorín La Cadena, y se ocuparon algunas armas, y en el resto de las provincias se produjeron acciones de sabotaje a la vía férrea y a otros objetivos económicos, como en Matanzas, Camagüey y Cienfuegos.

A los pocos días, el Movimiento en la clandestinidad daba muestras de plena vitalidad.

«Las madres de todo Oriente gritan a pulmón lleno: ¡Cesen los asesinatos de nuestros hijos! ¡Caigan los asesinos! Y cuando las madres dan esas voces, no tarda mucho sin que vean cumplidas sus promesas (…). La rebeldía oriental no ha terminado nunca hasta que los tiranos no hayan desaparecido».

 

*Miembro de la UNHIC en Santiago de Cuba

Fuente: granma.cu

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