José Negrón Valera (Sputnik).— Los Gobiernos de Colombia y Rusia acordaron la creación de un grupo de trabajo para abordar el fenómeno de los mercenarios colombianos en el conflicto ucraniano. El encuentro, liderado por el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, y el canciller colombiano, Luis Gilberto Murillo, se inscribe en un contexto de creciente preocupación por la participación de exmilitares colombianos en conflictos internacionales.
La decisión, anunciada tras la reunión en Moscú, busca establecer mecanismos conjuntos para mitigar el impacto de esta problemática que pone en jaque tanto la política interna de Colombia como la seguridad global.
Al respecto, el propio presidente colombiano, Gustavo Petro, expresó en su cuenta en la red social X que «el mercenarismo debe prohibirse en Colombia», y agregó que para evitar el reclutamiento por parte de contratistas privados, era necesario elevar el «nivel de vida» de los militares. Pidió además «castigo penal» para quienes los usen en conflictos extranjeros, con lo cual respalda el proyecto de ley que su Gobierno introdujo ante el Congreso de Colombia el pasado agosto, para aprobar la Convención Internacional Contra el Reclutamiento, la Utilización, la Financiación y el Entrenamiento de Mercenarios, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 4 de diciembre de 1989.
«Una respuesta a la presión política interna»
Para Wilfredo Cañizares, la creación de esta mesa de trabajo refleja una respuesta necesaria a la presión política que enfrenta el Gobierno colombiano debido al aumento de casos de militares y exmilitares vinculados a conflictos en el extranjero.
«Principalmente, esta mesa de trabajo entre Colombia y Rusia se da en un momento en donde hay mucha presión política interna en Colombia a raíz de los permanentes casos de militares y exmilitares colombianos que han sido capturados o muertos en combates contra fuerzas militares rusas en el conflicto en Ucrania. Hay casos de exmilitares desaparecidos, detenidos y, como lo he dicho, personas muertas con muchas dificultades para lograr el proceso de repatriación”, explicó.
Cañizares subrayó que el fenómeno no se limita a la crisis en Ucrania, sino que forma parte de una tendencia más amplia en la que exmilitares, exparamilitares y exguerrilleros son reclutados para participar en conflictos en diferentes partes del mundo.
«Eso es de enorme preocupación para nuestro Gobierno y para la Cancillería, por todo lo que esto significa a nivel interno y también, por supuesto, a nivel internacional», agregó.
«Algunos medios, como Cuestión Pública, que es un medio independiente, señalan que hay cálculos de alrededor de 4.000 exmiembros de la Fuerza Pública, hacen parte en conflictos extranjeros, lo cual es una cifra realmente alta, teniendo en cuenta las posibilidades inmensas de que el subregistro sea mucho mayor», agregó el analista.
Las dimensiones del acuerdo
El alcance del acuerdo entre Rusia y Colombia trasciende la simple recopilación de información. Según Cañizares, el Gobierno colombiano busca articular una respuesta integral que aborde tanto las dimensiones legales como humanitarias del problema.
«Lo que se pretende inicialmente es partir de saber, conocer, tener la mayor información posible acerca de la realidad de lo que está ocurriendo con los mercenarios colombianos contratados por Ucrania para abordar también los temas humanitarios. Colombia avanza en un proyecto de ley contra el reclutamiento de mercenarios, lo cual nos imaginamos va a ser parte también de las conversaciones con la Cancillería rusa», señaló.
yecto de ley mencionado incluiría medidas para criminalizar el uso, la contratación y el entrenamiento de mercenarios, un paso que Cañizares considera fundamental para contener esta «avalancha de mercenarios» que no solo afecta a Ucrania, sino también a otros países en conflicto como Libia y Sudán, pero también otros lugares en Latinoamérica. Cañizares recalca el hecho de que los exmiembros del Ejército colombiano son captados por cárteles de narcotráfico mexicano «no solo para entrenamiento, sino también para operaciones paramilitares en el terreno».
Mercenarismo: una industria global
Aminta Beleño Gómez ofreció un análisis histórico y estructural del fenómeno mercenario en Colombia, subrayando la relación entre las corporaciones internacionales y el conflicto armado interno.
«Las corporaciones de la guerra están vinculadas a las transnacionales de la expoliación de recursos en nuestros países. Es un brazo más sofisticado del neocolonialismo que nos ha impuesto el imperialismo occidental», afirmó.
Beleño Gómez recordó que la privatización de la guerra y el entrenamiento militar en Colombia tienen profundas raíces históricas. Desde la influencia de entidades como el Mosad israelí y empresas estadounidenses como Blackwater, hasta el vínculo entre el narcotráfico y las economías extractivistas, el mercenarismo colombiano se ha alimentado de un sistema que perpetúa la violencia como herramienta de control. «El entrenamiento que reciben los militares colombianos, basado en técnicas estadounidenses y británicas, los convierte en mano de obra ideal para conflictos internacionales y actividades criminales», explicó.
Recordó que en 2009 la primera empresa de reclutamiento de mercenarios que se asentó en Colombia fue la estadounidense Blackwater quien «abrió una oficina en Bogotá y contrató a 7.000 exmilitares que fueron llevados a Dubai», detalló la periodista.
Recomendaciones para el grupo de trabajo
Ambos expertos coincidieron en que la solución al problema del mercenarismo pasa por abordar tanto las causas estructurales como las normativas que permiten su proliferación. Para Cañizares, una prioridad clave es la aprobación del proyecto de ley que criminaliza estas actividades.
«Es muy importante avanzar rápidamente en la aprobación del proyecto de ley que incluye como delito en nuestro Código Penal el uso de mercenarios, la contratación y el entrenamiento», afirmó.
Por su parte, Beleño Gómez enfatizó la importancia de implementar por completo el Acuerdo de Paz firmado en La Habana en 2016, que incluye medidas para la sustitución de cultivos ilícitos y el desarrollo económico en las zonas más afectadas por el conflicto. «El acuerdo tiene las bases para terminar con la guerra. Si se implementa, se van a generar opciones para la paz y se podrá desoxigenar al narcotráfico», señaló.
Un desafío global
El acuerdo entre Colombia y Rusia representa un paso significativo en el esfuerzo por controlar la exportación de mercenarios y sus impactos. Sin embargo, tanto Cañizares como Beleño Gómez advirtieron que el problema trasciende las fronteras nacionales.
«Esto ocurre porque Colombia tiene una larga tradición de conflicto interno y unas fuerzas militares altamente preparadas, pero también mal pagadas y vulnerables”, dijo Cañizares.
Beleño Gómez agregó que la solución no solo requiere voluntad política, sino también un cambio estructural en las dinámicas de poder que perpetúan la violencia.
«La única forma de encontrar paz es a través del diálogo y de políticas que dignifiquen a los soldados y desactiven los patrones de guerra», concluyó.