El diario del PCE, Mundo Obrero, en un editorial publicado el 14 de diciembre y titulado «La urgencia de reconstruir la democracia desde las bases», plantea objetivos que, efectivamente, responden a las necesidades más inmediatas de la clase trabajadora: «el reparto justo del trabajo y los cuidados, la defensa de los servicios públicos, el acceso a una vivienda digna, la gestión común de los recursos estratégicos y la creación de un país basado en la dignidad, la igualdad y la acogida». Sin embargo, estas propuestas, por legítimas que sean, no podrán materializarse sin una ruptura que, obviamente, tiene varias condiciones sine qua non.
La nacionalización de la banca es indispensable. No se podrá garantizar ni el «reparto justo del trabajo y los cuidados» ni el «derecho a una vivienda digna» mientras el crédito y la riqueza sigan en manos privadas. El capital financiero debe ser expropiado y puesto al servicio del pueblo; de lo contrario, seguirá ahogando familias y frenando cualquier intento de transformación social.
Es imprescindible también la cancelación de la deuda, que es ilegítima. Los servicios públicos, hoy debilitados y en retroceso, solo podrán defenderse si se liberan los recursos que ahora se entregan a acreedores y fondos especulativos. La deuda no la contrajo el pueblo, pero es el pueblo quien ahora la está pagando: hospitales sin citas y sin medios, escuelas deterioradas, pensiones al borde de la quiebra.
Romper con las directivas de Bruselas es igualmente urgente. La Unión Europea no permite ni permitirá «la gestión común de los recursos estratégicos» ni «un país digno y acogedor». Sus políticas, impuestas a golpe de tratado, obligan a privatizar, desregular el trabajo y entregar el patrimonio colectivo a las multinacionales. Sin soberanía, no habrá «justicia» ni «igualdad», por más que lo sueñe el PCE.
En suma, no habrá «reparto justo» mientras estemos maniatados a la dictadura de Bruselas y de la oligarquía financiera, que nos chantajean a través del crédito y la deuda. Porque un «reparto justo» solo puede ejecutarse con las manos libres.
Por supuesto, nada de esto podrá hacerse sin depurar los aparatos del Estado, liberándolos de los intereses de una oligarquía que, evidentemente, los emplearía para decapitar este proceso popular (como lo hizo en el 36), pues los controla y los emplea como herramientas de represión y bloqueo.
Los esfuerzos organizativos con proyección de masas deberían ir en la dirección de un frente amplio en favor de estas consignas iniciales, más las que se deriven a partir de ellas al calor de la propia movilización. Coincidimos en la necesidad de no proponer a las masas abstracciones «socialistas», precisamente para, sin proclamarlo, sentar las verdaderas bases para la lucha por el socialismo.
Sin embargo, necesitamos consignas que las masas puedan entender y hacer suyas, pero que a la vez sean rompedoras. Es decir, consignas que la burguesía progresista no pueda (también) hacer suyas ni argumentarlas para engañarnos. Al menos, si el objetivo es transformar la realidad… y no quedarse en discursos huecos sobre la «dignidad».