El Festival Internacional de Cine de El Cairo rinde homenaje a los palestinos de Gaza

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El Festival Internacional de Cine de El Cairo, que preside por el cineasta egipcio Hussein Fahmy, es uno de los más antiguos del mundo árabe y de África. Es el único de la región árabe y africana registrado en la categoría A de la Federación Internacional de Productores Cinematográficos.

También es el evento cinematográfico árabe y mundial más volcado en el apoyo a la causa palestina. A pesar de que en 1979 Egipto claudicó ante Israel, los intelectuales y cineastas egipcios se han negado unánimemente a cualquier normalización con el Estado que sigue ocupando Palestina y los territorios libaneses y sirios. Hace tres décadas el antiguo presidente del Festival, el escritor Saad Eddin Wahba encabezó la movilización de los cineastas egipcios contra la normalización del Estado sionista, al prohibir la participación de películas israelíes en el Festival. Su sucesor, Hussein Fahmy, fue aún más lejos al cancelar por completo la edición anterior en solidaridad con el pueblo de Gaza, víctima de un genocidio atroz, de crímenes de guerra y de crímenes contra humanidad.

Esta edición contó con 190 películas de 72 países y dos series de televisión, incluidas 16 proyecciones en la alfombra roja, 37 estrenos mundiales, 8 estrenos internacionales y 119 proyecciones para la región de Oriente Medio y África.

La gran sorpresa, que no lo es precisamente cuando conocemos el lugar que ocupa la causa palestina en el corazón del pueblo árabe, fue la excepcional asistencia de público, que llenó las salas durante las proyecciones de películas palestinas. Un árabe no puede olvidar nunca el martirio del pueblo palestino, la limpieza étnica, las repetidas guerras de exterminio que tuvieron como objetivo la Franja de Gaza, la destrucción masiva y sistemática de hogares y la hambruna planificada de la población.

Este año el Festival ha decidido reanudar su actividad para expresar mejor su solidaridad con Palestina, transformándose en una plataforma para denunciar el genocidio al ritmo de un “dabka”, el baile palestino, acompañado de la famosa canción Ala dini, interpretada por un grupo folclórico de Gaza vistiendo el “keffiyeh”, el pañuelo blanco y negro, emblema de los palestinos en lucha desde la revuelta árabe de 1936-1939. “La sangre que corre por mis venas es palestina”, dice la letra.

Otro gesto de solidaridad fue la creación de una insignia de metal con la forma del mapa histórico de Palestina con los colores de la bandera palestina. La insignia se distribuyó a todos los participantes del Festival y la usó el propio presidente Hussein Fahmy.

Aún no había comenzado la agresión contra Siria y el Festival comenzó expresando solidaridad con Palestina y el pueblo libanés. Su cierre fue similar. El único segmento musical de la ceremonia fue el del grupo “Watan Al Funun” de Gaza con la voz del fallecido poeta palestino Mahmoud Darwish, recitando versos de su poema “En esta tierra, vale la pena vivir la vida”.

En su discurso de apertura Fahmy explicó que la susensión del festival hasta 2023 fue un gesto de solidaridad con la causa palestina. La decisión de reanudar el festival este año 2024 surgió del mismo deseo de denunciar el genocidio en Gaza. “Durante mis visitas a festivales internacionales en los últimos años me di cuenta de que muchos de ellos, como el Festival de Berlín y Venecia, tratan temas políticos y se centran en la Guerra de Ucrania. En el Festival Internacional de Cine de El Cairo también tenemos derecho a hablar de nuestras causas y, principalmente, de la causa del pueblo palestino y libanés, salvaje y odiosamente atacado por los soldados israelíes”, dijo en una entrevista.

“No habría decidido organizar el Festival este año si no hubiera visto que tenemos derecho a defender nuestras justas causas nacionales a través de nuestra plataforma, a declarar nuestra solidaridad y a convertirlo en una oportunidad para resaltar el sufrimiento de los pueblos palestino y libanés”, añadió.

Fahmy concluyó destacando que “el arte es capaz de contar historias de personas cuyas vidas valen la pena”, agradeciendo al ministro egipcio de Cultura que asistió a los actos de inauguración y clausura.

“Somos los guardianes del cine porque él es nuestra conciencia”, dijo el director egipcio Yousry Nasrallah, al que otorgaron el premio Pirámide de Oro por toda su obra. Agradeciendo la distinción, Nasrallah destacó que “el cine egipcio es mejor este año en términos de ingresos y participación en festivales internacionales”, y no dejó sin saludar a sus colegas cineastas palestinos, “que están pasando por una dura prueba existencial”.

‘Passenger Dreams’ de Rashid Mashharawi

Para dar una idea realista de la vida en Gaza antes del último genocidio, los organizadores decidieron proyectar “From Ground Zero” durante todo el festival. Se trata de una serie de 22 cortometrajes dedicados a Gaza y elaborados por el cineasta palestino Rashid Masharawi. Es un recordatorio muy útil para enseñar cómo era la vida en Gaza a la luz de la guerra genocida contra la población palestina desarmada y que no se ha relajado desde el 7 de octubre del año pasado, provocando decenas de miles de muertes, en su mayoría mujeres, niños y ancianos.

La serie se proyectó con éxito al margen del último Festival de Cannes este año, a pesar del fuerte clima de represión y censura impuesto por el cabildo sionista en Europa contra toda manifestación de solidaridad con la causa palestina.

En otro gesto de apoyo a Gaza y al pueblo palestino, la dirección del festival eligió para la ceremonia de apertura el estreno de “Passenger Dreams”, otra película de Mashharawi. Es quizás una de las pocas que aborda la causa palestina lejos de consignas y operaciones guerrilleras.

Fue recibida con entusiasmo y emoción, sobre todo porque se trataba de un estreno mundial. La película utiliza mucho simbolismo y sigue muchas de las experiencias de Masharawi. Es sin duda una de las mejores obras que ha realizado a lo largo de su carrera cinematográfica, que abarca más de tres décadas.

La película narra el viaje de Sami, de 12 años, acompañado de su tío y su prima mayor, en busca de su paloma perdida, a través de un campo de refugiados en Cisjordania y varias ciudades palestinas, entre ellas Belén, la antigua Jerusalén y Haifa, destacando la difícil vida cotidiana de los palestinos y su impacto en su personalidad y sus relaciones con ellos mismos y con los demás.

La búsqueda de las palomas perdidas representa la búsqueda de Palestina como patria y la belleza del pueblo palestino a pesar de la fealdad y la destrucción que los rodea. La determinación del director de filmar en Haifa, Belén y la Ciudad Vieja de Jerusalén, lugares que simbolizan la antigua Palestina, expresa el deseo de redescubrir las raíces profundas de los palestinos y presentar un lenguaje cinematográfico diferente al que ha imperado hasta ahora en el cine palestino.

Sin lugar a dudas, esta película constituye un salto cualitativo, no sólo para su director, sino también para todas las películas anteriores que abordan la cuestión palestina.

Fuente: mpr21.info

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