Ervin Fernando Rueda Junco (Voz).— Al inicio del siglo XX, subsistían algunas colonias que atestiguaban la fase imperialista europea. Sin embargo, dos guerras arrasan con Europa, y de la última de ellas emergen dos bloques, uno capitalista y otro socialista. Entre los dos existió una guerra que nunca tuvo lugar, la guerra fría. El conflicto se llevó de forma indirecta y las pocas colonias que quedaban conseguían la independencia. El bloque socialista no se extendió más de allá del año 1990.
El fin del proyecto socialista significó en muchos casos una revisión de lo que se puede obtener o no de un sistema social. Para entonces, ya sin guerras y con relativo éxito económico, Europa pareció materializar las aspiraciones de una sociedad justa. No había muchas dudas, a la destrucción de las guerras le sucedió un crecimiento económico prolongado, además, estaban consolidando un ambicioso plan de integración.
Así, Europa entró al siglo XXI como un referente mundial en lo político, económico y ético. Atrás quedaron las historias de destrucción y aniquilación de la colonización en el resto del mundo. Además, tenían una seguridad social envidiable tanto para países desarrollados o en vías de desarrollo: pensiones, salarios altos y sistema sanitario universal.
El desvanecimiento
En estos días, parece desvanecerse ante nuestros ojos esa Europa. El auge de la derecha en sus diferentes vertientes no hace más que confirmar la destrucción de la Europa de finales del siglo pasado. El punto de inflexión parece ser la operación militar rusa en Ucrania en febrero de 2022. Los analistas mediáticos así lo consideran. Y todo indica que es correcto.
Estados Unidos encabezó la respuesta a Rusia mediante sanciones económicas y el apoyo militar a Ucrania. Los dirigentes europeos siguieron su ejemplo imponiendo sanciones rimbombantes y cediendo material militar al ejército ucraniano con el objetivo de doblegar a Rusia. Desde entonces, las condiciones sociales, económicas y políticas se han visto gravemente afectadas producto de la respuesta a Rusia. Para muchos comentaristas hegemónicos, Europa sufre las consecuencias de defender la democracia y la libertad del pueblo ucraniano. Al menos eso es lo que se escucha en las influyentes plataformas mediáticas.
Una interpretación alternativa sostiene que Rusia actúa como “el bueno” de la guerra, mientras Europa sufre las consecuencias de apoyar a un régimen ucraniano criminal que no ha ocultado del todo la afinidad actual por el fascismo. Esta visión también cuenta con sus adeptos.
Europa arrodillada
No han faltado personas que critican a los dirigentes de la Unión Europea, UE, su apego a las directrices implícitas y explícitas de EE. UU., aun cuando va en contra de sus intereses estratégicos. Imaginan que Europa tiene capacidad para actuar de forma independiente de EE. UU., sea conveniente o no para el hegemonía.
En varias ocasiones, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, de manera demagógica ha demandado independencia estratégica europea. Sin embargo, no ha pasado de ser solo una demanda porque ningún otro país acompaña ese propósito. El espectro político que se posiciona de esta manera es amplio: por un lado, la derecha añora una Europa imperial, mientras que la izquierda quiere que Europa recupere su papel como referente en la defensa de la democracia, la libertad y los derechos humanos.
Lo que ha cohesionado a los países de la Unión Europea y a Estados Unidos no es el compromiso por la democracia y la libertad, sino el establecimiento de condiciones económicas para la acumulación capitalista y su hegemonía en el mundo. Sin embargo, el papel de la UE no es el mismo que el de EE. UU. Mientras los estadounidenses dirigen, los europeos simulan dirigir cuando lo que realmente hacen es obedecer. No se trata de solo voluntad política, más bien que las condiciones no son propicias para la acumulación en Europa y se ven obligados una y otra vez a acudir a EE. UU.
Los EE. UU. están en la carrera para sostener su posición en el mundo y los europeos no necesariamente son su prioridad. Se permiten actuar en contra de sus “socios” con tal de obtener una mejor situación para derrotar a China. Las pretensiones estadounidenses sobre Groenlandia y la débil respuesta de la UE, la falta de una defensa militar propia, la dependencia energética, confirma la posición arrodillada del capitalismo europeo. Es una Europa vasalla de Estados Unidos.