El palestino Muhammad Barrash pasó 22 años de su vida en las cárceles israelíes, sufriendo ceguera, dolor y desatención médica. Fue liberado finalmente el sábado. Su historia es la de un sufrimiento inimaginable. En 2002 un proyectil israelí cayó en el corazón de Ramallah, en Cisjordania. La explosión le arrancó la pierna izquierda, le dañó la derecha y lo dejó parcialmente ciego. Al año siguiente el ejército israelí lo capturaron. Fue condenado a tres cadenas perpetuas más 40 años adicionales.
La prisión empeoró su sufrimiento. Un año después de su detención, Barrash perdió la vista por completo. Su ojo derecho herido se deterioró debido a problemas médicos no tratados. Pero le ocultó este secreto a su madre: “No le digais a mi madre que me he quedado ciego”, escribió en 2012 en una carta desde la prisión. “Ella me ve, pero yo no la veo a ella. Sonrío y finjo cuando ella muestra las fotos de mis hermanos y amigos. No sabe que la oscuridad se ha apoderado de mí”.
Durante años, los carceleros israelíes le negaron atención médica. Esperó interminablemente un trasplante de córnea, pero la intervención nunca tuvo lugar. Su cuerpo tenía las cicatrices de la metralla de guerra incrustadas en su carne, y el estado de su pierna derecha se deterioró. En 2021 descubrió que los carceleros israelíes le habían dado medicamentos para el colesterol caducados, lo que empeoró su estado.
Mientras tanto, su madre esperaba. Luchó para poder visitarle y soñaba con verle libre. El sábado su hijo salió de prisión. Ya no está tras las rejas, pero está marcado para siempre por los años de abandono y sufrimiento que soportó.
Su liberación se produce dentro de la primera fase del acuerdo de intercambio de prisioneros entre la resistencia palestina e Israel. Para muchos, la biografía de Barrash simboliza las brutales condiciones a las que están sometidos los presos palestinos en las cárceles israelíes.
A pesar de la ceguera, las heridas y el sufrimiento, Barrash sobrevivió. Es libre, pero las cicatrices son indelebles.
Torturas sin precedentes
Las desgarradoras experiencias de los presos palestinos en las cárceles israelíes han sido durante mucho tiempo un motivo de preocupación internacional. Informes recientes indican una preocupante escalada de la tortura y los malos tratos.
Según la Asociación de Presos Palestinos, los reclusos liberados en el reciente intercambio muestran signos de torturas y hambre “sin precedentes”. Los presos liberados llevan monos de prisión de color gris manchados, evidencia de abusos prolongados. Los testimonios revelan que muchos de ellos han sido brutalmente golpeados, tenían costillas rotas, sufrieron una desatención médica sistemática y fueron privados de comida deliberadamente. Algunos sufren de enfermedades de la piel no tratadas, como sarna, que se agravan por el duro ambiente carcelario.
Los palestinos detenidos tras las matanzas israelíes de octubre de 2023 en Gaza han sido sometidos a un trato brutal. 34 de ellos han muerto en circunstancias inexplicables o como resultado de supuestos ataques cardíacos mientras permanecían detenidos. Los supervivientes han detallado palizas horribles, desnudos integrales y otros métodos de tortura. Los relatos sugieren que algunos fueron torturados hasta la muerte, lo que ha provocado querellas judiciales internacionales contra Israel.
Amnistía Internacional también ha observado un marcado aumento de las detenciones administrativas por parte de los israelíes, lo que conduce a encierros arbitrarios de palestinos en toda la Cisjordania ocupada. La organización denuncia que los detenidos son sometidos a tratos inhumanos y degradantes y que los casos de tortura y muertes bajo detención no se investigan. Este tipo de abusos evidencia un problema sistemático dentro del sistema represivo israelí.