Alfonso Nacianceno (Granma).— Tácita, clara, contundente: «Ninguna persona será elegida para el cargo de Presidente más de dos veces». Este es el principal enunciado de la Enmienda 22 de la Constitución de los Estados Unidos.
Aun sin cumplir el primer mes en la Oficina Oval, Donald Trump, en un desayuno en el hotel Hilton, de Washington, había ratificado su intención de ganar un tercer mandato en 2028 –con prepotencia y arrogancia–, haciendo caso omiso a lo determinado por la Ley Suprema de su país.
Ya lo había dicho antes en Miami, en tono irónico: «He recaudado mucho dinero para la próxima campaña, pero no estoy 100 % seguro, creo que no está permitido que me vuelva a presentar», expresión con la cual «evidenció» su aparente poco conocimiento de lo expresado en la Carta Magna, algo que no debería ser permisible para el Presidente de EE. UU.
Empleando el disfraz de fiel hasta la muerte, en la reunión mañanera referida, le tiró un gancho emocional al auditorio: «Quiero estar aquí con vosotros, tengo que estar aquí con vosotros, a pesar del hecho de que dicen que no me puedo presentar otra vez. No, quiero estar con vosotros, pase lo que pase, es algo que he disfrutado».
La contundente Enmienda 22 fue ratificada en 1951. Ian Bassin, asesor de Barak Obama durante su tiempo en la Casa Blanca, y director de la organización Protect Democrazy, expresó, sobre la posibilidad de la hipotética nueva vuelta del gobernante: «Cualquiera que diga que la Enmienda 22 disuadirá a Trump de intentar un tercer mandato, ha estado viviendo en un planeta diferente al mío».
El magnate no solo intenta dejar de lado la principal ley de su país, sino también sus raíces.
Su postura intransigente con los emigrantes, que ha despertado fuertes críticas en el mundo, incluida la del sumo pontífice, el Papa Francisco, al frente de la Iglesia Católica, sus obispos y todos aquellos que buscan la paz y el respeto a la humanidad, reniega completamente de donde viene.
Habrá olvidado que Mary Anne MacLeod, su madre, es de origen escocés y emigró a Estados Unidos, a los 18 años de edad, en busca de una vida mejor. Al llegar a Nueva York, en 1930, trabajó como empleada doméstica, un destino común para las mujeres en esa época, según la cnn, muestra de la discriminación para ocupar puestos de mayor responsabilidad.
El padre del jefe de la Casa Blanca, Fred Trump, fue un exitoso empresario alemán de bienes raíces, quien contrajo matrimonio con Mary Ann, en 1936, y tuvieron cinco hijos. Paradójicamente, la historia del gobernante está demasiado arraigada a las experiencias migratorias de sus progenitores.
Su abuelo paterno, Friedrich Trump, también un teutón, viajó a EE. UU., a los 16 años, en 1869. Reunió una gran riqueza en pleno auge de la fiebre del oro, proveniente de una serie de restaurantes y hoteles que abrió en Alaska.
Trump se desentiende de la realidad de sus raíces, actúa con desprecio hacia los latinos y emigrantes de otros países, viajantes hacia Estados Unidos, esperanzados en hallar una vida mejor económicamente, como lo hizo su madre.