KARLA PISANO. Armados hasta los dientes

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Von der Leyen acaba de anunciar el plan “Rearmar Europa” que pretende movilizar hasta 800.000 millones de euros en Defensa. Habla de “graves amenazas” y emplaza a la Unión Europea a asumir “mayor responsabilidad en su propia seguridad”. La fórmula es de sobra conocida: aumentar el gasto público en Defensa para producir beneficios que repercutirán en los bolsillos de enormes empresas armamentísticas. La presidenta de la Comisión Europea, a la que ningún europeo ha votado, condiciona así la política externa e interna de decenas de países para, por lo menos, la próxima década. Incluso afirma que podrán retirarse recursos financieros del Fondo de Cohesión europeo para nutrir el esfuerzo bélico. Un fondo que, en teoría, se empleaba para reducir las desigualdades socioeconómicas de los países miembro y financiaba programas relacionados con el medio ambiente. Así es el compromiso social y ecologista de las élites europeas: para alimentar la industria armamentística, destructora de vidas y de ecosistemas, se recortarán los presupuestos sociales; para comer tendremos balas, eso sí, en cucharas de madera.

Primero fue Donald Trump quien exigió a los países de la UE que aumentaran su gasto militar hasta el 5%. Enseguida salió Mark Rutte, secretario general de la OTAN, y repitió las exigencias de los estadounidenses. Y ahora, Von der Leyen no se ha hecho esperar y ha recogido el recado que ambos le dejaban. Por mucha cabriola discursiva que hagan las élites europeas, este nuevo rumbo no tiene nada que ver con aumentar la tan cacareada “autonomía estratégica” frente a “graves amenazas”, ni siquiera con ganar autonomía frente a un Estados Unidos capitaneado por un presidente “errático” o “polémico” (como gustan llamar en la prensa progresista); más bien se trata de lo contrario. Se trata de hacer, paso por paso, lo que Estados Unidos requiere y subordinarse completamente a sus necesidades geopolíticas. A saber, que el gasto no rentable de conflictos presentes y futuros corra a cuenta de la UE, que sea ésta quien sostenga el esfuerzo bélico en Ucrania y pague los gastos de reconstrucción del devastado país, mientras EEUU se centra en lo importante: guerra comercial contra China. Como decía Rafael Poch en este mismo medio, la ineptitud de la actual generación de políticos europeos es “algo que precisa estudio”. Los mismos que llevan tres años presentando la guerra en Ucrania como un conflicto existencial entre “buenos” y “malos”, entre “las democracias occidentales” y las “dictaduras orientales”, sufren ahora una embolia cerebral al ver que Trump enuncia el conflicto en sus términos reales: la respuesta de Rusia ante una amenaza a su seguridad y la capacidad de EEUU de aprovechar este conflicto para subordinar a la UE. Lejos quedan los tiempos de la Guerra Fría y de la oposición sistémica, la política internacional actual se rige casi exclusivamente por los intereses geopolíticos y éstos no entienden de letanías ideológicas. Parece que, aunque tarde, algunos líderes europeos han empezado a coscarse de que Europa no era un aliado preferencial en la batalla por “occidente”, sino el trozo de pastel, el área de influencia económica y política que se estaban disputando las nuevas y viejas potencias globales.

Queda de manifiesto la pérdida de posiciones imperialistas de la UE y su imparable merma en la competitividad económica. Frente a ello, el aumento de las políticas belicistas es al mismo tiempo la enfermedad y su paliativo: pagar la factura de la guerra es muestra de la subordinación total a los estadounidenses, pero es, también, el bote salvavidas de algunos capitales europeos que encontrarán en la industria armamentística un gran filón. No es casualidad que, ante la perspectiva de ingente apoyo público al sector, las empresas armamentísticas europeas se hayan disparado en bolsa; la alemana Rheinmetall repunta casi un 30% en el último mes, la sueca Saab un 14% y la británica BAE Systems un 7,5%. No es para menos, ya que el gasto público en Defensa no contabilizará como deuda y Von Der Leyen anuncia que para quienes cumplan con las subidas se relajará la disciplina fiscal. A este barco de la colaboración público-privada por una nueva y renovada industria armamentística se suben todos: desde el socialdemócrata partido alemán SPD, que está negociando invertir un billón de euros en Defensa e Infraestructura, y hasta el jeltzale Pradales, que acaba de anunciar una alianza con 9 entidades financieras para movilizar 4.000 millones de euros hacia la industria. Todavía no se ha presentado el plan industrial vasco, pero, viendo las últimas declaraciones de Pradales y la consultora privada a la que ha encargado el desarrollo del mismo,  cabe esperar que no dejen pasar la guerra como oportunidad de negocio.

Hay muchas incertidumbres sobre el tablero y cada día que pasa se suman nuevos elementos que cambian las predicciones, sin embargo, podemos extraer algunas conclusiones que se desprenden del posicionamiento político tomado por los partidos frente a este horizonte de austeridad y guerra. En una encuesta recientemente publicada, se preguntaba a personas votantes de distintos partidos del Estado español si estarían o no a favor del envío de tropas españolas a suelo ucraniano. El 95% de los votantes del PSOE asentía, así como el 91,7% de Sumar y el 77% del PP. Sólo en el caso de VOX una mayoría (el 77%) se oponía. Que, mientras la gran mayoría de los partidos, izquierda incluida, no se opone a esta agenda, la extrema derecha sea la que capitalice el descontento social y la oposición a sus efectos devastadores, es una noticia escalofriante. La urgencia de construir una fuerza de oposición contraria a la guerra, al aumento del presupuesto  militar y, por supuesto, a la OTAN, es mayúscula. Sin embargo, no debemos dejar estas consignas en manos de partidos políticos esclavizados por su estrategia electoralista; partidos que se oponen a la guerra pero no al bote salvavidas de la industria militar, partidos que piden salir de la OTAN cuando están en la oposición, pero aplauden al batallón Azov y mandan paquetes de ayuda militar a Ucrania cuando forman parte del Gobierno; partidos, en definitiva, que utilizan de forma oportunista esas consignas y que cuando deben elegir entre administrar parte del Estado o agitar la guerra cultural contra él y sus instituciones, optan siempre por la primera. Por ello, la posición contra la guerra imperialista y contra la OTAN sería impotente si no la dotáramos de una estrategia política capaz de articular un bloque de oposición independiente.

(Diario Socialista)

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