«El capitalismo, en su fase imperialista, conduce de lleno a la socialización de la producción en sus más variados aspectos; arrastra, por decirlo así, a pesar de su voluntad y conciencia, a los capitalistas a un cierto nuevo régimen social, de transición entre la plena libertad de concurrencia y la socialización completa.»
«El imperialismo fase superior del capitalismo», V. I. Lenin.
Desde que entró Trump a la Casa Blanca por segunda vez ha hecho alharaca con sus discursos temerarios sobre los migrantes; impuso decretos antipopulares contra el pueblo estadounidense; amenazó a los gobiernos de Canadá, México y China, con aumentar los aranceles a los productos que provengan de estos países con un gravamen del 25 % esto para México y Canadá y para China en un 20 %. Según los datos del representante de Comercio de EE. UU., estos tres países representan más del 40 % de las importaciones de EE. UU.
Aunque se esperaba que el impacto de los aranceles sobre los productos no fuera de inmediato, el anuncio de Trump influyó en la baja de las bolsas valores, y se advertía que los costos adicionales se trasladarán progresivamente a los consumidores, sobre todo a los sectores minorista y manufacturero que no tienen la capacidad de absorber los nuevos impuestos, ya que no poseen grandes inventarios como las grandes compañías.
Las exportaciones en 2024 desde México hacia EE.UU. fueron de 46 mil millones de dólares, incluyendo 9000 millones en frutas frescas y 8300 millones en verduras, según el Departamento de Agricultura de los EE.UU. Las importaciones estadounidenses desde Canadá alcanzaron los 431.190 millones de dólares en 2023. Las principales importaciones estadounidenses desde Canadá corresponden a combustibles minerales, vehículos, maquinaria, piedras preciosas y plásticos. China exporta a EE.UU productos electrónicos como teléfonos móviles, computadores, refrigeradores, lavadoras y televisores; las cifras de importaciones desde China a Estados Unidos durante el 2024 ascendieron a más de 400.000 millones de dólares
En general, los sectores afectados por los aranceles incluyen alimentos, bienes de consumo y automóviles que representan una parte significativa del gasto de los hogares estadounidenses; según el Banco de la Reserva Federal de Nueva York, en la primera administración de Trump aumentó el costo anual para los hogares en 1277 dólares por familia, lo que se avizora es que con los nuevos aranceles en la presente administración se eleve al triple el costo de vida.
El discurso de Trump para justificar toda esta arremetida es la prevención del tráfico de fentanilo y la migración ilegal, a la vez que cumplir con la idea de «América Primero». Es un plan de expansión del dominio imperialista yanqui frente a sus competidores, especialmente con la China socialimperialista. El control de la isla de Groenlandia y del Canal de Panamá, tienen importancia estratégica para el paso hacia Europa y Asia; su aspiración es apoderarse de la mayoría de materias primas, especialmente el litio, el uranio y los 17 elementos químicos conocidos como tierras raras… como parte de sus preparativos para una confrontación armada.
Con estos alaridos Trump solo pretende asustar a sus socios comerciales y a la Unión Europea para negociar a mejor precio; está tratando de presionar con algo que va en su contra, como quedó demostrado en su primer mandato y que, en definitiva, no puede cumplir en la época del imperialismo, donde no es posible una economía nacional y menos ahora cuando el capitalismo se ha extendido a todo el mundo y con ello la socialización del trabajo y la producción mundial.
Cuando Trump anuncia producir las mercancías que ahora importa EE. UU. está delirando porque esto, por ahora, es una utopía. El que el país más poderoso dependa de más del 50 % de la importación de los productos necesarios para su consumo, es una muestra de cómo se ha socializado la producción mundial.
A pesar de los discursos de Trump, que seguramente aplauden las fuerzas más reaccionarias de Estados Unidos, el capitalismo se ha expandido tanto en la época del imperialismo que ningún país o nación podrá tener una economía independiente, las fuerzas productivas se han desarrollado de tal manera que ha socializado la producción mundial, a la vez que la apropiación privada se ha concentrado tanto, que ahora empuja a los imperialistas y grupos monopolistas a un nuevo reparto del mundo, y para ello se están preparando; la guerra comercial es apenas parte de esa preparación.
De hecho, Trump ya ha tenido que recular en cuanto a los aranceles dando el plazo hasta el 2 de abril en algunos productos; a eso se suma, que desde China, México y Canadá respondieron igualmente con elevar los aranceles a los productos de EE. UU.; es decir, es una guerra comercial que refleja la agudización de la lucha entre los monopolios y los imperialistas a nivel internacional.
A propósito de esta situación nos decía Lenin: «Y las crisis –las crisis de toda clase, sobre todo las crisis económicas, pero no sólo éstas– aumentan a su vez en proporciones enormes la tendencia a la concentración y al monopolio.»
Esta lucha entre los monopolios y los imperialistas develan un fenómeno muy importante para los comunistas, y es que, si el capitalismo es uno solo a nivel mundial, se pone al orden del día más que nunca el internacionalismo proletario y la lucha internacional de la clase obrera por encima de las luchas nacionales.
Igualmente, la crisis económica del capitalismo mundial que inició en el 2008 no ha sido superada y, por el contrario marcha a una caída aún más profunda, empuja a los imperialistas a la carrera armamentista y la lucha por un nuevo reparto del mundo.
De ahí que, frente a los preparativos de una nueva guerra mundial imperialista el proletariado está obligado a luchar por detenerla de la única forma posible: mediante la Revolución Proletaria Mundial por medio de la Guerra Popular en cada país; y para ello se necesita la dirección de la conciencia inaugurando una nueva Internacional Comunista.