Giuliano Granato (DiarioRed).—No tiene nada que ver con “nuestra” seguridad ni con la defensa de supuestos valores. El rearme europeo es la última carta de las clases dominantes para impulsar la acumulación de beneficios
“Los militares ganan las batallas, pero las economías ganan las guerras”, dice el holandés Rob Bauer, jefe del Comité Militar de la OTAN hasta enero pasado.
¿Qué tipo de economías? La presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, explica: “El poder económico y el plan de rearme europeo son dos caras de la misma moneda”.
El poder político y el poder militar apuntan en la misma dirección: la transformación de las economías europeas y de la OTAN en verdaderas economías de guerra.
El plan ReArm EU, anunciado por Ursula von der Leyen y aceptado por el Consejo Europeo el pasado 6 de marzo, habla el mismo lenguaje y hace sonar tambores de guerra: 800.000 millones de euros que se movilizarán para re-armar el Viejo Continente.
En Italia, casi ninguno de los partidos presentes en el Parlamento cuestiona el marco en el que se inscribe el rearme europeo: ese estado de necesidad y urgencia que permite a von der Leyen saltarse el voto del Parlamento Europeo (art. 122) para obtener un rápido “sí” a ReArm Europe: “Vivimos tiempos que nunca han sido tan peligrosos. No hace falta que les describa la gravedad de las amenazas a las que nos enfrentamos”. Desde luego, no lo hace el Ministro de Defensa italiano (hace cien años se le llamaba sin pudor Ministro de la Guerra) Guido Crosetto. Escribe en X que “invertir en defensa […] es necesario y urgente” (nótese la expresión del estado de necesidad y urgencia copiada de las palabras de von der Leyen).
A la Lega de Salvini también le gusta el rearme: “Decimos sí a invertir para potenciar el ejército italiano”
Por otra parte, la UE ya ha aumentado considerablemente su gasto militar en los últimos años. Si en 2021 ascendió a 214.000 millones de euros, al año siguiente saltó a 240, luego a 279 en 2023, para seguir creciendo en 2024 hasta la monstruosa cifra de 326.000 millones.
Ahora llega ReArm Europe y pronto podrían formalizarse los nuevos objetivos de la OTAN: el Presidente del Consejo Europeo, António Costa, anunció que “en la próxima cumbre de la OTAN en junio se fijará un objetivo superior el 2 por cien. No sé si será el 5 por cien, si será el 3 por cien; es una decisión que tomarán los Estados miembros dentro de la OTAN”.
En esto coincide con el nuevo secretario de la OTAN, el neerlandés Rutte, que en diciembre de 2024 declaró: “Para 2023, los aliados de la OTAN acordaron invertir [en defensa] ‘al menos’ un 2 por cien . Al menos […] Se lo digo yo: necesitaremos mucho más del 2 por cien”.
Volviendo a Italia, el ministro Crosetto ha dado instrucciones al Estado Mayor de la Defensa para que elabore un “nuevo plan de seguridad nacional”. El objetivo es que esté listo lo antes posible, para que pueda ser aprobado en el Parlamento antes del verano. La cifra de la que se habla estos días es la del aumento de efectivos: a día de hoy, las Fuerzas Armadas italianas cuentan con unos 165.000 miembros, a los que habría que añadir entre 30.000 y 40.000 más. Pero es el propio Crosetto quien señala que es necesario pensar en “una medida mucho más amplia que un simple aumento de personal, que aborde todas las cuestiones relacionadas con la defensa y la seguridad de una nación”.
A la Lega de Salvini también le gusta el rearme: “Decimos sí a invertir para potenciar el ejército italiano”. Queda claro que se trata de destacar el carácter nacional. Como gran parte de la ultraderecha europea, Salvini sí que está de acuerdo con que se invierta más dinero en armamento, siempre que se lleve a cabo en el plano nacional.
En una entrevista concedida al Corriere della Sera el pasado 10 de marzo, el ministro de Asuntos Exteriores Antonio Tajani (Forza Italia) afirma que “hoy se dan las condiciones —que además en su mayor parte nos vienen impuestas— para dar vida a ese gran proyecto primero de De Gasperi, luego de Berlusconi y ahora en sus grandes líneas presentado por von der Leyen, con nuestro sí: una gran defensa europea”. Y confirma el compromiso de Italia de alcanzar el 2 por cien del PIB en gasto militar, como pide la OTAN y aceptó inicialmente el Gobierno de centro izquierda del PD y luego el de la Lega-M5S de Giuseppe Conte (M5S).
Del verde de la ecología al verde militar, el paso es evidentemente corto
Sin embargo, hay un paso adicional que se desprende de las palabras del ministro Crosetto y que ha permanecido casi oculto en el debate público italiano. El Ministro de la Guerra añade que una mayor inversión en defensa “no [se] opone a otras intervenciones. […] El aumento de las inversiones, que en los próximos años será obligatorio [vuelve el tema de la “necesidad”, ed.], debe coordinarse con el crecimiento de las inversiones y del empleo en el sistema industrial de Defensa. Tenemos que convertir esta necesidad en una oportunidad, por ejemplo, utilizando también parte de la cadena de suministro del automóvil, que tiene niveles de velocidad, eficiencia y productividad muy superiores a los que tiene actualmente la industria. Recordemos que las tecnologías de defensa son siempre duales, es decir, aplicables a la producción civil. Como nos enseñan Internet o los navegadores por satélite”.
El ministro Crosetto aclara la transición que realmente interesa a las clases dirigentes continentales: además de la transición ecológica, se trata de la transición a una economía de guerra. Del verde de la ecología al verde militar, el paso es evidentemente corto.
Si nos fijamos en lo que ya está haciendo el gobierno laborista de Starmer en el Reino Unido, parece que el aumento del gasto militar que no se produciría a costa del gasto social es una mentira con las patas cortas. Aunque es cierto que el primer ministro Starmer aún no ha tocado el presupuesto del Servicio de Salud (NHS), el nuevo dinero para Defensa se obtendrá de una reducción de la parte del presupuesto destinada a ayuda exterior, que pasará del actual 0,5 por cien del PIB al 0,3 en 2027. Una medida aplaudida por el Secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, que la calificó de “gran paso dado por un socio permanente”.
Al fin y al cabo, el periódico británico Financial Times lo había dicho muy claramente el 5 de marzo: “Europa debe recortar su Estado del bienestar y construir su Estado de guerra” (Janan Ganesh, 5 de marzo). Porque el rearme lo pagarán las clases trabajadoras de toda Europa.
Pero ¿qué significa concretamente esta economía de guerra?
Para las burguesías europeas (en plural, porque no hay burguesía europea en singular) es un intento de reactivar el proceso de acumulación, dada su incapacidad para salir de la crisis en la que están inmersas desde hace décadas (y a la que nos arrastran también a nosotros).
La crisis del sector clave en el desarrollo del capitalismo europeo del siglo XX, la industria del automóvil parece profundizarse. En este sentido, en Italia, Crosetto avanza la hipótesis de utilizar la cadena de suministro del sector para impulsar la nueva frontera de la acumulación: el estímulo militar.
Y ya hay quien parece querer adelantarse. La alemana Rheinmetall quiere reconvertir en producción militar las plantas de Berlín y Neuss, que ahora forman parte de la división Power Systems, que produce para las industrias del automóvil y la energía. La división militar, de hecho, es mucho más rentable hoy en día, gracias al “impulso” de la guerra en Ucrania y al rearme decidido por el gobierno socialdemócrata de Olaf Scholz, que acaba de perder las elecciones. Mientras que la división Power Systems de Rheinmetall registró un ligero descenso de las ventas en los primeros meses de 2024, las ventas de la división Weapons and Munitions se dispararon un 64,3 por cien.
Así, pues, se trata de sustituir los coches por los tanques. Este parece ser el camino elegido.
Que no se detiene en las carreteras, sino que alcanza los cielos. En Francia, el ministro de Defensa, Sébastien Lecornu, quiere pasar de producir dos aviones de combate Rafale al mes a entre cuatro y cinco en 2026. Sostiene que “no se trata de esfuerzos bélicos, sino de esfuerzos de defensa y disuasión” (Il Giornale, 10 de marzo).
Después de todo, ya en junio de 2022 Macron había declarado que era necesario pasar a una “economía de guerra”. Y en este sentido el 2 de febrero de 2025, el diario L’Opinion informaba de que la Dirección General de Armamento (DGA) estaba estudiando nuevas soluciones para la transición de la industria civil, empezando por la automovilística, hacia una industria militar, en particular para la producción de drones “kamikaze”.
Nada nuevo bajo el cielo, nos dicen para tranquilizarnos: en 1914, durante la Primera Guerra Mundial, Michelin ya fabricaba aviones militares y tanques Renault. Como si eso fuera a tranquilizarnos…
El rearme en Europa es un gran negocio, y el complejo militar-industrial lleva tiempo calentando motores en previsión de esta aceleración
En Italia, la principal empresa del complejo militar-industrial es Leonardo y está controlada por el Ministerio de Economía y Finanzas. Ya en 2019, el 72 por cien de la facturación total —15.432 millones de dólares— dependía de lo militar frente a un exiguo 28 por cien de lo civil . El desequilibrio a favor de los militares se ha ido ampliando desproporcionadamente en los últimos años.
Esto se ve recompensado hasta ahora por la bolsa. Del 1 de febrero de 2022 a principios de marzo de 2025, la cotización de Leonardo pasó de 7 a 44,7 euros, es decir, se multiplicó por 6 (Il Foglio, 4 de marzo). Esta progresión se ha mantenido y acelerado en los últimos días, desde el anuncio del plan ReArm Europe, que ha producido saltos de dos dígitos.
Leonardo no es el único que ha descorchado botellas de champán (o de vino espumoso, para los más nacionalistas). El Stoxx Europe Aerospace and Defence, principal índice bursátil europeo del sector se ha triplicado desde 2022 y ha subido un 21 por cien desde febrero de 2025 (Il Foglio, 4 de marzo).
Leonardo también está acelerando las colaboraciones internacionales.
En enero, la autoridad antimonopolio alemana autorizó la creación de Leonardo Rheinmetall Military Vehicles, una empresa conjunta entre la italiana Leonardo y la alemana Rheinmetall. La empresa producirá vehículos híbridos Lynx (Lince) y tanques Panther.
Por otra parte, el 6 pasado de marzo Leonardo firmó un memorando de acuerdo con los turcos de Baykar Technologies: se creará una empresa conjunta para fabricar aviones no tripulados, tratando de hacerse un hueco en un mercado que, solo en Europa, se calcula que facturará unos 100.000 millones de dólares en los próximos diez años.
En resumen, el rearme en Europa es un gran negocio, y el complejo militar-industrial lleva tiempo calentando motores en previsión de esta aceleración.
Pero no se limita a esperar, puesto que de hecho está invirtiendo bastantes millones para acelerar el ritmo y asegurarse la mayor tajada posible.
El pastel que el poder político está preparando para el complejo militar-industrial es goloso.
El diario Político ha hecho un seguimiento de cuánto han aumentado los fondos y el número de grupos de presión de las empresas del complejo militar-industrial en los últimos años. Un fenómeno que pretende garantizar “que estén bien posicionadas para influir en la agenda política de la UE”.
Mientras que en 2022 el gasto de las diez primeras empresas se situaba entre los 3 y los 5 millones de euros, al cabo de un año ya había aumentado un 40 por cien. Y en 2024, el 90 por cien de todas las empresas había aumentado el personal dedicado a tiempo completo a los grupos de presión. Están todas: Airbus, Saab, Thales, Dassault Aviation, Rheinmetall y las italianas Leonardo y Fincantieri. La sueca Saab ha llegado incluso a duplicar su gasto en grupos de presión. La preocupación de las empresas europeas es que los fondos, más aún ahora que se preparan grandes revelaciones, lleguen a ellas y no a otras. También porque los competidores no se quedan quietos: desde mayo de 2024, las empresas estadounidenses Lockheed Martin y RTX figuran en el registro de lobbies de la UE. Compañías de barras y estrellas que ya están bien posicionadas: de 2020 a 2024, los países de la OTAN, y entre ellos los europeos, han multiplicado sus compras de armamento, abasteciéndose en un 64 por cien de Estados Unidos, frente al 52 por cien del periodo 2015-2019.
El pastel que el poder político está preparando para el complejo militar-industrial es goloso. Para Italia, se calcula que alcanzar el objetivo del 2 por cien del PIB solo en gasto militar, como exige la OTAN, supone unos 9.000 millones de euros. Y, al parecer, el gobierno de Meloni está considerando un ajuste presupuestario ya en junio.
La carrera hacia el rearme no se explica ni por la necesidad de combatir el peligro de invasión ni por supuestos valores a defender
Si los beneficios de las empresas del complejo militar-industrial se dispararon un 25 por cien solo en 2023 y van a alcanzar cifras récord en 2025 (y si las acciones de las empresas productoras de armas y dedicadas al sector aeroespacial se dispararon un 50 por cien en el mismo periodo), ello se debe al ecosistema creado por el poder político y el poder mediático (al que volveremos).
Si hasta hoy habíamos oído decir que los dogmas del liberalismo en salsa europea, empezando por las limitaciones presupuestarias, eran intocables, ahora sabemos que solo lo eran cuando había necesidades populares que satisfacer. Si incluso Ursula von der Leyen pone a disposición del complejo militar-industrial los fondos de cohesión, es decir, fondos destinados a gastos sociales, el cambio de fase es más que evidente.
La lógica de la carrera armamentística implica que “con el aumento de los gastos militares, el imperialismo drena claramente los fondos de dinero público que podrían utilizarse para reformas sociales” (Hobson, Imperialism, 1902). En resumen, dinero para el complejo militar-industrial, pero no para las necesidades populares.
La carrera hacia el rearme no se explica ni por la necesidad de combatir el peligro de invasión ni por supuestos valores a defender; los únicos valores europeos son los de la competencia económica, la reactivación de la acumulación de capital y la proyección de los intereses de las burguesías europeas hacia el exterior, adecuadamente protegidos por un poder militar rea(r)mado.
Fuente: https://www.diario-red.com/articulo/internacional/rearm-europe-que-regalo-empresas-armamentisticas/20250321102510044424.html
Sacar dinero de la economía productiva para dárselo a los fabricantes de armas.
Sin beneficio alguno para la sociedad.