Vilma: la confianza inamovible en la fuerza de la mujer

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Porque para cambiar el destino de las cubanas había que cambiar primero la situación deplorable del país

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Foto: Liborio Noval

Siempre que se piensa en ella llega a la mente como un soplo de aire fresco. Siempre sonriente y desbordante de empatía, de calor humano, de optimismo y energía.

Son cualidades imprescindibles del liderazgo, y Vilma, la nuestra, las tuvo todas y más, porque a esas sumó la humildad, la inteligencia del hacer en función de lo que se sabe justo, un alma cubanísima y una comprensión precoz y única del camino que debían y podían recorrer las mujeres.

Foto: Archivo de Granma

Por eso se enamoró de la Revolución, con sincera y tenaz intensidad, porque para cambiar el rumbo y el destino de las cubanas había que cambiar primero la situación deplorable del país, en el cual demasiadas mujeres sufrían los desmanes del desamparo, el abandono, y el drenaje desmedido de los dineros a las arcas personales de corruptos agoreros. Es muy difícil soñar cuando la dignidad es la mayor de las carencias.

Así encaminó su vida, y si las leyes del destino existen, no tuvo Vilma Espín otro que el de entregarse para siempre a hacer, primero, que la Patria se transformara en el lugar merecido por su pueblo y, después, a abrir cada puerta por la que, paso a paso, despojándose de ataduras, pudiera caminar erguida la mujer cubana.

Foto: Archivo de Granma

No fue de un plumazo, claro. El triunfo revolucionario no traía la emancipación per se; pero cuando pensamiento avanzado y conciencia noble se juntan, mucho puede cambiar la realidad imperante, aunque parezca inamovible, como la propia Revolución lo demostró. Y así, con la perseverancia del escultor que da forma a la arcilla, detalle por detalle, aquella mujer excepcional, que ya se había ganado por mérito propio un lugar privilegiado en la admiración y respeto de sus compañeros de lucha, se ganó también el derecho a liderar «la Revolución dentro de la Revolución» que fue no solo dignificar a la mujer, sino darle su espacio como constructora de una sociedad en la que su esfuerzo fue, es, y será indispensable para todo.

Con Vilma al frente, y con el apoyo incondicional de Fidel, le nació a Cuba su Federación de Mujeres Cubanas, que jamás ha defraudado sus principios fundacionales, y que, tal como ella lo creyó, y predijo el Comandante el Jefe, ha tenido siempre dos frentes indiscutibles de combate: los derechos, no solo de la mujer, sino de todas las personas, y la defensa de la Revolución.

Hay cientos de ejemplos de la impronta de Vilma, de la manera en la que sembró cariño en cada rincón de su tierra amada, de la sensibilidad infinita que la caracterizó.

Foto: Archivo de Granma

Como miembro de una generación que logró el más radical de los cambios en la historia de Cuba, adquirió la madurez suficiente para entender que la transformación social requería políticas públicas profundas en su alcance, y ella fue ideóloga e impulsora de muchas. Incluso, en su legado se reconocen varias de las más recientes, como el Código de las Familias, el Programa para el Adelanto de las Mujeres, y el camino actual hacia la aprobación del Código de la niñez, adolescencias y juventudes.

Apeló siempre al respeto de la otredad, y defendió la integración social de todas las personas, consciente de que ello significaba romper estereotipos, mitos, cánones, pero resultaba necesario para que el proceso revolucionario se despojara de rasgos discriminatorios.

Vilma fue una hija de su tiempo en toda la dimensión de la palabra, pero fue también un ejemplo nacido para perdurar, y su nombre está inscrito junto al de Ana Betancourt, Amalia Simoni, Brígida Zaldívar, Celia Sánchez Manduley, Melba Hernández, Haydee Santamaría…

Ser mujer, y cubana, implica mucho de heroicidad. Los tiempos que vivimos urgen a salvar esencias que las carencias y las dificultades atacan con saña. Como nunca antes, es vital el acompañamiento a nuestras niñas, adolescentes y jóvenes, para empoderarlas de sus derechos, para que la vulnerabilidad no las ponga en desventaja; pero, sobre todo, para que crean en sus potencialidades para que esta sociedad siga marcando el camino que las conduzca a la plena realización personal.

Eso querría Vilma, en eso tendría puestas –como tuvo en vida– toda su limpia e inagotable energía, porque su mayor mérito fue creer incondicionalmente en la fuerza de la mujer, en su fidelidad a la Patria, y en su incuestionable y excepcional capacidad transformadora.

Foto: Archivo de Granma
Fuente: granma.cu

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