Desmontando el mito de Amancio Ortega: la cara oculta de la fortuna de Inditex

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Ortega no es un referente de esfuerzo o innovación, sino un símbolo del capitalismo más crudo: un sistema que premia la acumulación de riqueza a cualquier precio.

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Gabriela Rojas.— Amancio Ortega, el fundador de Inditex y artífice de la cadena Zara, es frecuentemente presentado como un ejemplo de éxito empresarial, un hombre que, desde orígenes humildes, construyó un imperio global de la moda. Sin embargo, esta narrativa idílica oculta una realidad mucho más sombría: su fortuna no es el resultado de un genio visionario trabajando en solitario, sino de un sistema basado en la explotación laboral, la precariedad y prácticas cuestionables que han permitido a Inditex maximizar beneficios a costa de los más vulnerables. Este artículo desmonta el mito de Ortega y expone cómo su riqueza se edificó sobre el trabajo mal remunerado de miles de personas, especialmente las costureras gallegas, y cómo su modelo de negocio evolucionó hacia la deslocalización y la evasión fiscal, consolidándolo como un símbolo del capitalismo más despiadado.

Los orígenes: explotación en los talleres gallegos

En los años 60 y 70, Ortega comenzó su andadura en el sector textil desde Galicia, una región marcada por la pobreza tras décadas de marginalización económica. Junto a su entonces esposa, Rosalía Mera, fundó un pequeño negocio que producía ropa a bajo costo, sentando las bases de lo que más tarde sería Inditex. Sin embargo, este inicio no fue el cuento de superación que se suele contar. La clave de su modelo radicaba en la creación de cooperativas de costureras, un sistema que, lejos de empoderar a las trabajadoras, las atrapaba en una dinámica de explotación.

Estas cooperativas funcionaban de manera que las mujeres, muchas de ellas sin formación ni alternativas laborales, trabajaban desde sus propias casas. Este modelo permitía a Ortega reducir costes al evitar invertir en talleres formales o en cumplir con regulaciones laborales. Las costureras gallegas cosían día y noche, a destajo, recibiendo pagos irrisorios por prenda terminada. Sin contratos estables, sin seguridad social, sin horarios definidos ni derechos laborales básicos, estas mujeres eran invisibles para el sistema, pero esenciales para el crecimiento del negocio. La narrativa de que Ortega ofrecía oportunidades a las mujeres gallegas se desmorona cuando se considera que su riqueza se construyó sobre la precariedad de estas trabajadoras, que apenas podían subsistir con lo que ganaban.

La deslocalización: abandonar Galicia por mano de obra más barata

A medida que Inditex crecía, Ortega no dudó en abandonar a las costureras gallegas que habían sido la columna vertebral de su empresa en sus primeras décadas. En los años 80 y 90, cuando la globalización abrió las puertas a mercados laborales más baratos, Inditex comenzó a deslocalizar su producción a países como Marruecos, Bangladesh, India o China, donde los salarios eran aún más bajos y las regulaciones laborales, prácticamente inexistentes. Este cambio no solo maximizó los márgenes de beneficio, sino que dejó en la estacada a miles de trabajadoras gallegas que habían dedicado años de su vida a coser para Zara y otras marcas de Inditex.

La transición fue devastadora para muchas comunidades en Galicia. Las cooperativas, que ya operaban en condiciones precarias, fueron desmanteladas o abandonadas, y las costureras, muchas de ellas sin formación alternativa ni ahorros, se encontraron sin empleo ni apoyo. Mientras Ortega se convertía en uno de los hombres más ricos del mundo, las mujeres que habían hecho posible su ascenso quedaron relegadas al olvido, todo por la búsqueda de mayores beneficios.

En los países a los que Inditex trasladó su producción, la situación no fue mejor. Fábricas en Bangladesh, por ejemplo, han sido señaladas por condiciones laborales deplorables: jornadas extenuantes, salarios de miseria, edificios inseguros y, en algunos casos, trabajo infantil. Tragedias como el colapso del Rana Plaza en 2013, donde murieron más de 1.100 trabajadores textiles, pusieron el foco en las cadenas de suministro de marcas como Zara, evidenciando que el modelo Inditex dependía de exprimir a los más vulnerables en cualquier rincón del mundo.

Evasión fiscal: maximizando beneficios a costa de la sociedad

Además de la explotación laboral, la fortuna de Ortega se ha visto favorecida por prácticas de ingeniería fiscal que han permitido a Inditex minimizar sus obligaciones tributarias. Inditex evade millones de euros en impuestos mediante el uso de filiales en países como Países Bajos, Irlanda y Suiza, conocidos por sus regímenes fiscales laxos. Aunque Inditex ha negado estas acusaciones, la opacidad de su estructura financiera levanta sospechas legítimas.

Esta estrategia no es exclusiva de Inditex, pero sí evidencia cómo Ortega y su imperio han priorizado la acumulación de riqueza por encima de contribuir justamente a las sociedades donde operan. Mientras los países donde Inditex genera beneficios luchan por financiar servicios públicos, la empresa ha aprovechado lagunas legales para reducir su carga fiscal, consolidando aún más la fortuna personal de Ortega, que supera los 100.000 millones de euros según las estimaciones más recientes.

La figura de Amancio Ortega es frecuentemente celebrada como la de un emprendedor visionario que transformó la industria de la moda. Sin embargo, su éxito no puede desvincularse del sufrimiento de quienes han trabajado para él bajo condiciones indignas, ni de las prácticas que han permitido a Inditex eludir responsabilidades sociales. Ortega no es un referente de esfuerzo o innovación, sino un símbolo del capitalismo más crudo: un sistema que premia la acumulación de riqueza a cualquier precio.

Sus donaciones filantrópicas, como las destinadas a la sanidad pública española, no compensan las desigualdades que su modelo de negocio ha generado. Más bien, estas acciones pueden verse como intentos de lavar su imagen, mientras la maquinaria de Inditex sigue dependiendo de un sistema que perpetúa la precariedad y la desigualdad. La pregunta no es si Ortega es un hombre exitoso, sino a qué costo lo ha logrado. La respuesta está en las manos cansadas de las costureras gallegas, en los talleres abarrotados de Bangladesh y en los beneficios que nunca llegan a las arcas públicas. Amancio Ortega no es un héroe del emprendimiento; es el rostro de un capitalismo que prospera a costa de la explotación obrera.

nuevarevolucion / insurgente

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