En una sociedad dividida en clases sociales, todo está jerarquizado. Unos están arriba, otros abajo y los demás suben y bajan por el escalafón. Por ejemplo, la agencia de calificación estadounidense S&P evalúa la solvencia crediticia de los deudores: empresas, estados, instituciones… Hay buenas y malas deudas en función del deudor, o mejor dicho de su capacidad para devolver el dinero prestado.
Pero las agencias de calificación también clasifican los puertos. Hay buenos puertos, malos puertos, puertos que mejoran y otros que empeoran. Por ejemplo, la del puerto de Lomé, en Togo, ha mejorado gracias a los cambios políticos en los países del Sahel.
Cuando en 2023 Níger experimentó un cambio político, los países vecinos, como Benín y Nigeria, cerraron las fronteras, cortando una ruta comercial vital hacia el Océano Atlántico. El cierre obligó a los nuevos dirigentes nigerinos a reorientar el movimiento logístico de sus exportaciones hacia el puerto de Lomé, que se ha convertido en una salida estratégica para el comercio de la Alianza de los Estados del Sahel, que incluye a Mali, Burkina Faso y Níger.
El puerto de de Lomé es de aguas profundas y en los últimos diez años el gobierno de Togo ha realizado grandes inversiones en su mejora, que han triplicado su capacidad de procesamiento de mercancías. El año pasado, el volumen de tráfico superó los 30 millones de toneladas, confirmando su posición dominante en África Occidental. Este crecimiento no sólo beneficia al comercio marítimo: el flujo de mercancías hacia y desde los países sin litoral del África meridional y oriental encuentra allí una salida fiable.
El puerto ha reforzado el atractivo de Togo, hasta el punto de modificar los fundamentos económicos percibidos en los mercados financieros. Togo se identifica ahora como una plataforma esencial al servicio de la nueva configuración política regional, que ya no se mueve a la sombra del neocolonialismo francés.
Más allá de su papel logístico, el país también se beneficia de la fortaleza de sus exportaciones tradicionales, en particular el algodón y el fosfato. Estos recursos siguen generando ingresos importantes. Sin embargo, es el impulso dado a las actividades industriales lo que atrae la atención. Se están desarrollando zonas industriales, apoyadas por una infraestructura moderna que tiene como objetivo estimular el procesamiento local de materias primas.
Este cambio hacia la producción local reduce la dependencia de los precios internacionales y, al mismo tiempo, crea nuevos empleos y diversifica la economía del país. Al tiempo, la inflación crece, aunque de una manera basatante controlada, lo que estimula las inversiones, en un contexto en el que las economías vecinas están sujetas a presiones más fuertes.
El cambio de calificación de S&P es un reconocimiento a las políticas económicas implementadas y las mejoras logradas. Las previsiones son que Togo logre crecer un 6 por cien en los próximos tres años, un ritmo sostenido en una región marcada por la inestabilidad.
No es una trayectoria aislada sino parte de una dinámica en la que ciertos estados del continente, en conexión con recomposiciones regionales como la Alianza de los Estados del Sahel, están logrando aprovechar que el yugo colonial afloja para fortalecer sus activos económicos.