
Era una muchacha joven de tez bien blanca; sus ojos azules, su pelo rubio y sus mejillas rosadas delataban que no era de aquí. Tal vez no hablaba español, pero sé que nos entendía porque hay lenguajes que son universales.
Cuando la vimos lloraba, y aunque no pronunció una palabra, nos dijo con su sonrisa que aquellas lágrimas eran de emoción al ver la alegría de quienes desbordaban la Plaza de la Revolución.
No sé su nombre, pero seguro se sentía tan cubana como tú y como yo en nuestra Plaza. Como ella, había más de 900 amigos de 39 países en el festejo por el Día Internacional de los Trabajadores. Vimos banderas de Ecuador, Venezuela, Türkiye, Palestina, la Unión Africana y muchas más.
Bailamos al ritmo de una conga tocada por españoles. Un grupo de colombianos nos hacía coro con un «¡A Cuba se respeta, carajo!»; mientras otros, con su machucado español, nos repetían «¡Viva Cuba!», y algunos llevaban carteles con un justo reclamo: «¡Tumba el bloqueo!».
Todos coincidían en algo: la Mayor de las Antillas no está sola; y en representación de sus países y con su participación, reafirmaron su apoyo y amistad, su solidaridad con esta tierra.
Mientras en otras regiones del mundo el 1ro. de Mayo fue para exigir libertades, derechos, justicia; para Cuba fue de fiesta, porque a pesar de las dificultades, tenemos un pueblo que confía en sus líderes, que no le permite a nadie de afuera que le dé órdenes de cómo debe vivir.
Gases lacrimógenos y violencia policial acompañan las marchas por el 1 de mayo en París
Si eres cubano, sabes que fue así, pero si la sangre de esta Isla no te corre por las venas y no crees estas verdades, pregúntale al turista que desde la valla vio un mar de cubanos desfilar; acércate al estudiante extranjero que caminó junto a sus compañeros, conversa con el amigo que viajó por horas para ser partícipe de nuestra celebración y ellos, seguramente, reafirmarán la certeza de estas letras.



