Juanlu González (biTs rojiverdes).— Los medios occidentales han presentado las negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania en Estambul como un rayo de esperanza, una oportunidad para poner fin al conflicto que lleva meses asolando Europa. Pero detrás de esta fachada de diplomacia se esconde una realidad mucho más compleja y, en muchos aspectos, desalentadora. La verdad es que en este proceso Occidente (con un EEUU dando bandazos permanentes de un lado a otro) no trata de llegar a un acuerdo duradero, sino de ganar tiempo y mantener viva la narrativa de la guerra.
El verdadero objetivo: retrasar la derrota
La guerra lleva meses en una fase crucial. Rusia, tras una campaña militar sorprendentemente contundente y estratégica, pero sin implicar a tropas vitales que aseguran la defensa del país más grande del mundo, controla ahora aproximadamente el 20% del territorio histórico ruso adjudicado a Ucrania tras la caída de la URSS. Esta realidad geopolítica es clave para entender por qué Moscú está interesado en negociar: tiene ventaja sobre el terreno y quiere consolidar sus logros con reconocimiento legal e internacional duradero y, si es posible incluyendo las pequeñas áreas de las 4 provincias aún no reunificadas con Rusia.
Por otro lado, Ucrania y sus aliados europeos no quieren la paz, no bajo las condiciones actuales. Su objetivo declarado es prolongar la guerra hasta que Kiev esté en una posición más fuerte para negociar. Esto lo han dejado claro los líderes de la Unión Europea una y otra vez: “No hay victoria sin resistencia”, “la paz solo llegará cuando Ucrania esté en condiciones de exigir justicia”, o incluso afirmaciones tan explícitas como “debemos hacer pagar a Rusia un precio tan alto que no pueda recuperarse jamás”. Todo esto revela una estrategia clara: continuar la guerra, no buscar el cese del fuego definitivo.
Esta política es difícil de defender ante un mundo cansado de la guerra y sus consecuencias económicas. Ahí es donde entran las negociaciones de Estambul: como una forma de parecer que quieren la paz mientras se preparan para la próxima fase del conflicto.
Putin le da una lección a Occidente
Mientras Europa le daba ultimátums a Putin y amenazaba con más sanciones si no aceptaba una inútil tregua temporal de 30 días, el presidente ruso contraatacó con una propuesta audaz: un acuerdo de paz integral, global y permanente, sin condiciones previas. Esto no solo expuso la hipocresía de Bruselas, que solo quería una pausa para reagruparse, sino que también mostró la irrelevancia del frente ucraniano y europeo.
Putin no solo mostró disposición a dialogar, sino que lo hizo con la confianza de quien sabe que tiene el control. Su propuesta de paz, amplia y ambiciosa, contrastó drásticamente con la posición de Ucrania y la UE, que apenas pueden demandar algo más que una tregua provisional para rearmarse y reagruparse.
Zelensky acorralado y Europa ridiculizada
Ante esta situación, Kiev y sus patrocinadores europeos no tuvieron más remedio que recurrir a maniobras dilatorias y simbólicas. La exigencia sobrevenida de que Putin participe personalmente en la mesa de negociaciones en Turquía es solo una excusa para sabotear cualquier avance real. Es absurdo exigir la presencia física del líder ruso en estas circunstancias. Normalmente, los jefes de Estado intervienen al final de un proceso negociador, como mera formalidad ceremonial. Pretender que Putin deba comparecer en persona antes de conocer siquiera los términos básicos de un posible acuerdo es una provocación, una artimaña para impedir que el proceso prospere.
Además, todo esto ocurre en un contexto legal y constitucional delicado. Una ley aún vigente en Ucrania impide negociar con Rusia, y no ha sido derogada, lo cual indica que ni siquiera existe voluntad legal interna para llegar a un pacto. Pero quizás aún más grave es el hecho de que Volodímir Zelensky, actual presidente de Ucrania, carece de legitimidad legal para firmar cualquier acuerdo. Su mandato expiró oficialmente en mayo de 2024, y según la Constitución ucraniana, el cargo debería haber sido ocupado por el presidente de la Rada (el parlamento). Sin elecciones convocadas, Zelensky ejerce funciones de manera ilegítima, lo que invalida cualquier compromiso que pudiera asumir en nombre del país.
El fracaso diplomático europeo y el aplazamiento de las sanciones
El anuncio de que la UE pospone durante una semana más la aplicación de nuevas sanciones contra Rusia no es casual. Se trata de un intento desesperado por salvar las apariencias tras un fracaso diplomático evidente. Las negociaciones de Estambul, en lugar de ser una mesa de diálogo constructivo, serán poco más que un intercambio de posiciones iniciales, sin margen real de entendimiento.
Europa y Ucrania están en esto no porque quieran, sino porque las circunstancias les han obligado a estar. Están en contra de sus creencias, su ideología y lo que han estado diciendo durante meses. Han perdido la guerra en el terreno y ahora están tratando de evitar perderla también en la historia, en el relato.
Esta guerra no va a terminar pronto. Sé que suena pesimista, pero no veo ninguna posibilidad real de progreso en las negociaciones que comienzan mañana en Estambul. Todo será un espectáculo efímero, una actuación para engañar a la gente, mientras que las decisiones reales se toman en el campo de batalla y en las oficinas secretas de los ministerios de Defensa y Exteriores de la OTAN y la UE.
Europa y Ucrania no quieren la paz; quieren ganar la guerra. Pero cada día que pasa, esa victoria parece más lejana. Ya han perdido la guerra, y mientras tanto, miles de personas siguen pagando el precio de una contienda que no pueden ganar pero que insisten en continuar.
Y lo peor de todo es que, al negar la realidad y aferrarnos a un discurso disfrazado de heroico pero vacío, estamos condenando a más muertes, destrucción y caos. Las negociaciones de Estambul no son una solución; son una cortina de humo. Y detrás de ella, la guerra continúa, inevitable. Ojalá me equivoque.