Unidad de clase: La fuerza de las masas trabajadoras

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Juan J. Sánchez (Unidad y Lucha).— Decía el histórico marxista peruano Mariátegui en una de sus muchas conferencias: «Somos todavía pocos para dividirnos. No hagamos cuestión de etiquetas ni de títulos.»

Esta alocución, dirigida al incipiente movimiento proletario peruano, no puede recogerse en su totalidad dialéctica en el panorama actual del movimiento obrero del estado español. Esto se debe a que aquí y hoy, la división ya se produjo hace varias décadas. El revisionismo oportunista, encabezado por el eurocomunismo, logró el objetivo marcado por la burguesía como fundamental y necesario para sus intereses: dividir al proletariado y al movimiento obrero en estamentos inoperantes en la lucha de clases.

El Primero de Mayo no es solo una fecha simbólica; es un recordatorio histórico de la lucha de clases, de la resistencia obrera frente a la opresión y explotación capitalista, y de la necesidad urgente de la unidad proletaria. Desde las trincheras de la teoría marxista, este día debe servir para reafirmar un principio fundamental: sin la unidad de la clase obrera, no hay revolución posible. En un mundo atravesado por la crisis estructural y general del sistema capitalista, el capital recurre, para salvar su tasa de ganancias, a las prácticas más violentas, cuyo núcleo central es la sobreexplotación de las masas trabajadoras. Esto se refleja en la devaluación de la fuerza de trabajo, la privatización de los servicios públicos y un belicismo feroz que garantiza su hegemonía colonizadora.

El origen del Día Internacional de los Trabajadores se remonta a las huelgas de 1886 en Chicago, donde los obreros exigían la jornada laboral de ocho horas. La represión brutal, incluyó el ahorcamiento de los Mártires de Chicago, no sofocó la llama de la lucha, sino que se convirtió en un símbolo global. Aquellos gloriosos eventos de guerra entre clases representan la esencia de la cultura proletaria, del marxismo: la conciencia de que la emancipación de la clase obrera solo puede ser obra de la clase obrera misma. Como muchas y muchos en la historia, no murieron por defender reformas puntuales; murieron luchando por derrotar al capitalismo. En las últimas décadas, el revisionismo oportunista ha intentado por todos los medios borrar de la memoria colectiva el significado revolucionario del Primero de Mayo, vaciándolo de contenido ideológico y convirtiéndolo en una fiesta de descanso y verbena.

El sistema capitalista, en su fase histórica monopolista e imperialista, inmerso en una profunda crisis estructural general, inherente a sus propias contradicciones, ya no encuentra salida que no tenga una expresión violenta. Aplicando leyes represoras, sentencia a millones de obreras y obreros a la miseria y la muerte. Ante un proletariado cohesionado, unido, el capital consciente de sus dificultades recurre a la socialdemocracia revisionista y oportunista para fragmentar la clase obrera. El racismo, nacionalismo, sexismo y sectarismo son armas políticas e ideológicas para dividir a la clase trabajadora. Culpan a los migrantes por la falta de empleo, enfrentan a jóvenes contra ancianos y naturalizan la opresión de género. Estas tácticas buscan ocultar la verdadera contradicción principal: la lucha entre el capital y el trabajo.

La unidad de la clase obrera y las masas trabajadoras no puede darse en términos abstractos. Esta unidad exige que sindicatos y organizaciones obreras trabajen sin dilación para superar el fraccionamiento existente. El revisionismo insiste, ya sea de forma clara o sibilina, en reformas graduales dentro del sistema capitalista que no superan la situación de sobreexplotación de las masas trabajadoras. Míseros incrementos salariales o mejoras en las pensiones no resuelven la vida de millones de trabajadoras/es. Políticas más simbólicas que revolucionarias complacen al capital, o, peor aún, las políticas de alianzas con sectores de la burguesía que, bajo una apariencia progresista, desarman ideológicamente a la clase obrera. Debemos rechazar este enfoque del revisionismo oportunista. La historia demuestra que la fraternidad con la burguesía solo favorece a esta. Por ejemplo, el retroceso en derechos laborales y sociales en Europa tras la crisis de 2008.

En la agudización de la crisis, se evidencia con mayor claridad que el capitalismo es incompatible con las formas más elementales de vida. Sus necesidades de apropiación y acumulación destruyen cualquier ilusión metafísica de desarrollo como seres libres en este sistema. La verdadera solución radica en la expropiación de la burguesía, la socialización de la producción y la instauración de un estado obrero. Esto no se logrará en los marcos establecidos y dominados por el capital, como el pacto social, las elecciones burguesas o la justificación de lo «menos malo». Será a través de la acción directa: huelgas generales y, en última instancia, la insurrección organizada.

La insurrección organizada de las masas trabajadoras es una situación histórica que solo será posible con los más altos niveles de unidad y organización proletaria, dirigida por su vanguardia ideológica: el Partido Marxista-Leninista, el PCPE. Para esta labor, es necesario desandar el camino de la fragmentación y división de las masas trabajadoras, comenzando por reconstruir un sindicalismo de clase cuyo objetivo principal sea la unidad en un gran sindicato que confronte a la burguesía.

El internacionalismo proletario es clave en esta guerra. La lucha contra el imperialismo, que condena a millones de nosotros/as a la miseria y muerte, saquea los recursos del planeta y arrastra a la humanidad hacia una tercera guerra mundial.

El PCPE llama a las masas trabajadoras a organizarse unitariamente para acabar con un sistema que solo ofrece hambre, represión y explotación. Hacemos un llamado para construir la gran organización sindical con capacidades organizativas, para enfrentar los desmanes del sistema.

Este Primero de Mayo, las marchas y consignas deben ir más allá del ritual y plantear propuestas concretas para avanzar hacia la unidad:

  • Construir un sindicato clasista: Lejos del pacto social y el burocratismo, que protagonice la política y la autoorganización obrera.
  • Un sindicato de carácter sociopolítico: Que luche contra el patriarcado y el racismo, defienda la paz, una ecología de clase, los sistemas públicos, la nacionalización de sectores estratégicos y la reforma agraria.
  • Un sindicalismo internacionalista: Que apoye las luchas nacionales y de los pueblos por liberarse del yugo imperialista.
  • Educación y formación marxista: Formar cuadros sindicalistas en la teoría revolucionaria del proletariado y llevarla a las fábricas y tajos. En palabras de Lenin: Sin teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario.

El capitalismo nos arrastra y condena a la competencia individual, pero nuestra fuerza está en la unidad. La unidad de clase no es un ideal romántico, sino una necesidad material.

Este Primero de Mayo, honremos a los mártires de la clase obrera, no con flores, sino con organización. Que cada consigna, cada pancarta y cada puño en alto sea un paso hacia la victoria, hacia el socialismo. La historia nos juzgará por si supimos unirnos en el momento decisivo. El reloj de la lucha de clases no se detiene. Hagámoslo avanzar.

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