El desarrollo del movimiento revolucionario del proletariado en todos los países ha originado forcejeos convulsivos entre la burguesía y sus agentes en las organizaciones obreras para hallar argumentos ideológicos y políticos en defensa de la dominación de los explotadores, Entre esos argumentos se esgrime sobre todo la condena de la dictadura y la defensa de la democracia. La falsedad y la hipocresía de este argumento, repetido de mil maneras en la prensa capitalista y en la Conferencia de la Internacional amarilla de Berna, celebrada en febrero de 1919, son evidentes para los que no quieren hacer traición a los principios fundamentales del socialismo.
Ese argumento opera ante todo con los conceptos de democracia en general y dictadura en general, sin mencionar siquiera la clase de que se trata. Ese planteamiento del problema del problema al margen de las clases o por encima de la clases, hecho presuntamente desde el punto de vista de todo el pueblo, es un escarnio directo de la teoría principal del socialismo, a saber, de la lucha entre las clases o por encima de las clases, hecho presuntamente desde el punto de vista de todo el pueblo, es un escarnio directo de la teoría principal del socialismo.
La historia enseña que ninguna clase oprimida llegó ni pudo llegar a dominar sin un periodo de dictadura, es decir, sin conquistar el poder político y aplastar por la fuerza la resistencia más desesperada y más rabiosa que, sin detenerse ante ningún crimen , siempre han opuesto los explotadores. La burguesía cuya dominación defienden hoy los socialistas, al impugnar la dictadura en general, conquistó el poder en los países adelantados mediante una serie de insurrecciones y guerras civiles, aplastando por la violencia a los reyes, a los señores feudales, a los esclavistas y sus tentativas de restauración.
En sus libros y folletos, en las resoluciones de sus congresos y en sus discursos de agitación, los socialistas de todos los países ha explicado miles y millones de veces al pueblo el carácter de clase de esas revoluciones burguesas, de esa dictadura burguesa. Por eso, la defensa encubierta que hoy hacen de la democracia burguesa con sus discursos sobre la democracia en general y los alaridos y voces que hoy lanzan contra la dictadura del proletariado, haciendo creer que van dirigidos contra la democracia en general, son una franca traición al socialismo, el paso virtual al lado de la burguesía.
La defensa del reformismo burgués en un periodo histórico en el que dicho reformismo ha fracasado en todo el mundo, y en que la guerra ha creado una situación revolucionaria. Al explicar el carácter de clase de la civilización burguesa, de la democracia burguesa, del parlamentarismo burgués, todos los socialistas han expresado la idea formulada con la máxima precisión científica por Marx y Engels cuando dijeron que la república burguesa, aun la más democrática, no es más que una máquina para la opresión de la clase obrera por la burguesía, de la masa de los trabajadores por un puñado de capitalistas.
No hay ni un solo revolucionario, ni un solo marxista de los que hoy vociferan contra la dictadura y claman a favor de la democracia que no haya jurado y perjurado ante los obreros que reconoce esa máxima fundamental del socialismo, pero ahora, cuando el proletariado revolucionario empieza a agitarse y a ponerse en movimiento para destruir esa máquina de opresión y para conquistar la dictadura proletaria, esos traidores al socialismo presentan las cosas como si la burguesía hubiera ofrendado a los trabajadores es la democracia pura, como si la burguesía hubiera renunciado a la resistencia y estuviese dispuesta a someterse a la mayoría de los trabajadores, como si en la república democrática no hubiera habido y no hubiese máquina estatal alguna para la opresión del trabajo por el capital.
La Comuna de París, honrada de palabra por cuantos se las dan de socialistas, porque saben que las masas obreras simpatizan con ella ardiente y sinceramente, mostró con particularidad evidencia el convencionalismo histórico y el valor limitado del parlamentarismo burgués y de la democracia burguesa, instituciones progresistas en alto grado en comparación con el medievo, pero que exigen de manea indefectible un cambio radical en la época de la revolución proletaria. Precisamente Marx que aquilató mejor que nadie la trascendencia histórica de la Comuna, mostró, al analizarla el carácter explotador de la democracia burguesa y del parlamentarismo burgués.
La importancia de la Comuna consiste, además en que intentó destruir, demoler hasta los cimientos la máquina del Estado burgués , los cuerpos democráticos, judicial, militar y policiaco, sustituyéndolos con una autogestión de las masas obreras desconocedora de la división en el poder legislativo y el ejecutivo. Todas las repúblicas democráticas burguesas contemporáneas, incluida la alemana, denominada por los traidores al socialismo. La libertad de reunión, puede ser tomada como modelo de las reivindicaciones de la democracia pura, todo obrero consciente que no haya roto con su clase comprenderá en seguida que sería absurdo prometer la libertad de reunión a los explotadores en un periodo y en una situación en que ellos se resisten a su derrocamiento y defienden sus privilegios.
Lo que tiene de común la dictadura del proletariado con la dictadura de las otras clases es que está motivada, como cualquier
otra dictadura, por la necesidad de aplastar a viva fuerza la resistencia de la clase que pierde la dominación política. La diferencia radical entre la dictadura del proletariado y la dictadura de las otras clases, la dictadura de los terratenientes en la Edad Media, la dictadura de la burguesía en todos los países capitalistas civilizados, consiste en que la dictadura de los terratenientes y la burguesía ha sido el aplastamiento por la violencia de la resistencia de la inmensa mayoría de la población, concretamente de los trabajadores.
La dictadura del proletariado, por el contrario, es el aplastamiento por la violencia de la resistencia que ofrecen los explotadores, es decir, la minoría ínfima de la población, los terratenientes y los capitalistas. La destrucción del poder del Estado es un fin que se plantearon todos los socialistas, entre ellos, y a la cabeza de ellos. Marx. La verdadera democracia, es decir, de la democracia proletaria. Es muy probable que la revolución empiece muy pronto el los países euroccidentaales. Entonces, estará garantizada nuestra victoria y no habrá fuerza capaz de emprender nada contra la revolución comunista.
TOMO III, OBRAS ESCOGIDAS DE LENIN
Publicado el 6 de marzo de 1919 en el periódico Pravda, nº 51 y en el Izvestia.