Los expertos politólogos que estudian la “transición” del socialismo al capitalismo en Europa del Este, dividen estos procesos según la forma en que llegó el “año cero” en: derrocamiento, sustitución, transformación, reaparición, reemplazo, reencarnación, continuidad, violencia.
Esta división, sirvió para calificar de alguna manera la gradualidad con que se aplicó la “terapia shock” en esos países, para adueñarse de sus inmensos recursos, y despojar a su población de las conquistas obtenidas durante los años de construcción socialista.
Casi nada se dice hoy de los reformadores del socialismo y sus teorías. La mayoría durante la etapa “disidente” de renovadores del socialismo, hablaban de la tercera vía como opción segura y futura para sus naciones, socialismo con “rostro humano”, tercera opción, transición no traumática, alternativa al comunismo y al capitalismo salvaje, etc.
La tercera vía durante el enfrentamiento al socialismo funcionó como bandera-promesa, cuando los servicios especiales occidentales y estadounidenses buscaban el apoyo de los gobiernos de la vieja Europa para sus “líderes” disidentes.
A estos gobiernos les funcionaba, como música grata a los oídos, el discurso de los “opositores” anticomunistas y, hacia el interior de los estados socialistas, sonaba menos traumático reformar el socialismo, que implantar las políticas duras del capitalismo.
En medio de la intensa campaña de descrédito soportada durante años, las acciones de sabotaje, de espionaje, la creación de grupúsculos mercenarios al servicio de la restauración capitalista, los graves errores y desviaciones del Socialismo Real, eran caldo de cultivo propicio para creer en las promesas de los reformadores.
La guerra cultural para sembrar los valores del capitalismo en la Europa Socialista, ayudó a construir la imagen de las “cosas buenas” del capitalismo, los grandes logros del socialismo en la URSS, los indiscutibles beneficios para la mayoría de que gozaban los ciudadanos de la RDA, Hungría, Checoslovaquia, Polonia, etc., eclipsaban ante el brillo de los modernos artefactos eléctricos, el glamour de las estrellas del mundo del espectáculo estadounidense y las promesas de felicidad eterna del sueño americano.
La tercera vía parecía posible, de lo que se trataba era de reformar el sistema socialista, preservar las conquistas sociales de las mayorías, y construir un futuro próspero siguiendo las recetas capitalistas. Lo bueno del socialismo quedaría intacto y la riqueza fluiría a raudales desde las ánforas sin fondo del mercado.
Llegada la hora cero, rendido el socialismo, escamoteada la verdad de lo que ocurría a las grandes mayorías encandiladas por las promesas de cambio, los antiguos centristas, convertidos muchos de ellos en figuras predominantes de la restauración capitalista, se caracterizaron por su militancia neoliberal.
Los antiguos defensores de la “Tercera Vía” con gran entusiasmo se dieron a privatizarlo todo, a vender a precio de ganga las riquezas de sus pueblos a los inversores extranjeros.
Europa deliraba, nunca, ni en sus mejores sueños vieron algo así, el patrimonio, la hacienda de los ex estados socialistas, los tesoros acumulados por los pueblos durante años de esfuerzo, fluían hacia las arcas de los grandes capitalistas y a los bolsillos sin fondo de los “reformadores” y los “Jerarcas” conversos.
Sin embargo, Vaclav Klaus declaraba “La Tercera Vía es la vía más rápida al Tercer Mundo”, el economista húngaro, Janos Kornai, antiguo centrista, mencionaba que dicha tercera vía no puede existir en la práctica, que es un bluf que solo conduce a distorsiones económicas y corrupción.
Mientras, Lech Walesa, siendo Presidente, pedía entusiasmado “Quiero que los EE.UU. me mande a sus mejores generales: General Electric, General Motors y General Mills”.
“Terapia shock” radical en Polonia, Estonia y Albania y variaciones en el resto de los países, no menos duras. Persecución de los militantes comunistas, leyes draconianas que prohibían dar empleo a antiguos empleados de los gobiernos populares, a miembros de los ministerios del interior, a integrantes de los partidos comunistas, la cacería de brujas, estilo edad media, persiguió con saña a los herejes que denunciaban la estafa, unos pocos en honor a la verdad.
La Fundación Nacional para la Democracia (NED) mencionaba en uno de sus reportes anuales “el resurgimiento de personajes comunistas es un obstáculo para el desarrollo de las democracias funcionales”, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (EBRD) calificó el posible retorno de excomunistas al gobierno como un retroceso.
Incluso un alto funcionario de la Unión Europea públicamente mencionó a finales de los 90 que la oportunidad de Eslovaquia de entrar a la Unión se perdería si regresaba Vladimir Meclar al poder.
En 1991 se aprobó Ley de Lustración en la antigua Checoslovaquia que establecía la exclusión de la candidatura a las elecciones a miembros del aparato estatal comunista, este tipo de leyes fueron llamadas de des-comunización de las instituciones.
En casi todos los ex estados socialistas se aplicaron este tipo de medidas, en Estonia se aplicó a profundidad para limpiar de excomunistas las estructuras del estado. En Bulgaria se aprobó una ley que prohibía a los comunistas trabajar en la Banca y en la Educación y en el 2000 se declaró al sistema socialista como criminal.
Privatizaciones, despidos, pérdidas de derechos, persecuciones, nada dejaron en pie, el neoliberalismo salvaje cambió el rostro de las repúblicas populares socialistas, la careta se vino al suelo y el rostro inhumano del capitalismo mostró la mueca sórdida que la caracteriza.
El 26 de diciembre de 1991 la URSS firmaba su propia disolución.
En los nueve años de presidencia de Yeltsin y su ‘terapia de choque’ económica, apoyada por el FMI y otros organismos internacionales, logró que el PIB del país se desplomara oficialmente al 40%, numerosas fábricas cerraron y el desempleo aumentó hasta el 22%.
El Socialismo Real fue sustituido por el Capitalismo del desastre, el sueño se evaporó con rapidez. La tercera vía es una falsa bandera enarbolada contra el socialismo, la izan siempre que la necesitan para impedir una revolución profunda, para mediatizarla o para ponerle fin.