Eduardo Vasco.— Los miembros de los partidos de derecha que forman oficialmente parte del gobierno ya no tienen ningún reparo en decir que no apoyarán a Lula en 2026 (en la práctica, no lo apoyan desde hace mucho). ACM Neto, vicepresidente de União Brasil, fue claro: “no tiene sentido” que el partido “ocupe cargos” si no va a apoyar al PT en las elecciones. El presidente del partido, Antonio Rueda, afirmó que União tendrá una candidatura propia o se sumará a otros partidos de derecha, porque no habrá “subordinación” a Lula. “Es más desgastante estar en el gobierno, ni siquiera deberíamos haber entrado”, declaró al Globo el diputado Danilo Forte, de União. El presidente del PP, Ciro Nogueira, también anunció que su partido saldrá del gobierno en los próximos meses —él y Rueda se reunieron con Bolsonaro en mayo. Quedan pocos en Republicanos que aún esperan el momento de desembarcar, y Silvio Costa Filho no representa al partido (el 90% de sus diputados apoyaron a Bolsonaro en 2022). Marcos Pereira, presidente del partido, afirmó que Republicanos “estará en un campo de centroderecha en 2026”, y no con el PT.
Algunos podrían pensar que el PSD y el MDB no comparten esta visión. Sin embargo, según un relevamiento de O Globo, más parlamentarios de União, PP, Republicanos, PSD y MDB son favorables a salir de los ministerios que a permanecer en el gobierno. Gilberto Kassab ya dijo que habrá una unidad del “centro-derecha” en la segunda vuelta, y él mismo es un miembro destacado del gobierno de Tarcísio en São Paulo y se ha acercado a Bolsonaro. El PSD tiene un ala influyente de bolsonaristas declarados. En cuanto al MDB, Michel Temer ha estado articulando una alianza entre Tarcísio, Eduardo Leite, Zema, Caiado y Ratinho Jr, y Simone Tebet, ministra de Lula, declaró que será necesario un fuerte ajuste fiscal para 2027, algo que Lula ya ha demostrado que no está en condiciones de implementar. Por eso, cualquier esperanza de los banqueros y de los partidos de derecha en su gobierno se ha desvanecido.
Desde el inicio del mandato, los partidos supuestamente oficialistas votan contra el gobierno en el Congreso —y, frecuentemente, a favor del bolsonarismo. La prensa señala que las enmiendas parlamentarias liberaron a los congresistas de cualquier dependencia, y, por lo tanto, de cualquier necesidad de compromiso con el gobierno.
Sin embargo, el espectro del bolsonarismo sigue rondando los partidos del “centrão”. De hecho, están más comprometidos con Bolsonaro que con el gobierno. Porque saben que una candidatura propia necesitaría del voto del electorado bolsonarista para derrotar a Lula. Y Bolsonaro parece estar calculando cuál será la mejor salida, observando el desgaste del gobierno ante el “centrão” y la burguesía. Los periódicos también indican que, ante un mayor debilitamiento de Lula en los próximos meses, Bolsonaro, manteniéndose inelegible, podría respaldar la candidatura de Michelle o Eduardo. El “centrão” podría verse obligado, entonces, a apoyarlo. La mayor parte de la burguesía y del sector mayoritario del imperialismo internacional está en conflicto con el bolsonarismo, simbolizado especialmente por el choque con el STF. Eso reduciría las posibilidades de una candidatura competitiva. No obstante, Eduardo Bolsonaro está en Estados Unidos tanto para intentar revertir las decisiones contra su padre como —y quizás sobre todo— para articular una candidatura propia, para la cual, aparentemente, está logrando convencer a sectores poderosos de la política estadounidense. Este fin de semana, Eduardo publicó un video con un claro tono presidencialista, y más aún: en el video, se presenta como alguien moderado y conciliador, aceptable para el “centrão”.
Al fin y al cabo, si el “centrão” tuviera que hacer concesiones al bolsonarismo, el bolsonarismo también tendría que hacer concesiones al “centrão” para que haya una candidatura unificada que derrote a Lula y al PT en 2026. Donald Trump en el gobierno de Estados Unidos, aunque no domine completamente el régimen político norteamericano —enfrenta aún serios obstáculos impuestos por el Deep State para concretar su proyecto—, lógicamente representa un factor de desequilibrio en las relaciones entre América Latina y el imperialismo. El apoyo del gobierno de EE.UU. a Eduardo Bolsonaro, sumado a la fuerza del electorado bolsonarista, sería suficiente para convencer al “centrão” y a los banqueros que apoyan a ese sector de formar un pacto con el bolsonarismo para derrotar al PT —especialmente si ese apoyo a Eduardo viene con la condición de que será necesario presentarse como alguien no radical y que aplicará la política común a todos los candidatos de la oposición (que también es, en líneas generales, la política del propio Bolsonaro).
Esa política, como ya está claro, es la del terror neoliberal al estilo Javier Milei. Desde todos los frentes, la política oficial brasileña sufre presiones para aplastar los derechos de los trabajadores, con el fin de que los banqueros aumenten el saqueo sobre Brasil. Las sucesivas crisis en el gobierno, como las más recientes en el INSS y el IOF, están siendo utilizadas por los agentes del capital para promover la necesidad de una nueva reforma de pensiones, la reducción real del salario mínimo, el fin del BPC, el aumento del desempleo, la privatización total de las empresas estatales, la reducción casi total de la inversión en salud y educación. Los bancos estadounidenses ya están optimistas con la inminente caída de Lula y el ascenso de un gobierno de derecha: Morgan Stanley celebra el calvario petista y apuesta por un verdadero ajuste fiscal a partir de 2027. Lo hace porque él y sus pares están al mando de la campaña contra Lula. En la Brazil Week, en Nueva York, BlackRock, Bank of America, Citi Group, Itaú, BTG Pactual y XP Investimentos felicitaron a Tarcísio de Freitas y a los demás gobernadores-candidatos.
Ante la campaña de la prensa, de los eventos empresariales y del Congreso, será cuestión de tiempo para que el PT quede solo en el gobierno, en el mejor de los casos acompañado por alguna migaja de la burguesía que prefiera esperar hasta el último minuto para ver en qué termina esta historia. No obstante, como de costumbre, el partido sigue alimentando ilusiones en las alianzas parlamentarias y regionales para impedir que la extrema derecha llegue al poder y tenga mayoría absoluta en el Congreso y en los estados. Está rogando ser engañado por la burguesía —una vez más. El bolsonarismo también cumple otra función importante para los planes del imperialismo en Brasil: servir como espantapájaros, para que la izquierda, debilitada por la campaña golpista en curso, apoye al candidato del “centrão” que sería supuestamente moderado, que pacificaría el país y acabaría con la polarización política. Eduardo Leite, por ejemplo, encajaría perfectamente en ese caso, ya que es gay y recibió el apoyo de la izquierda contra el bolsonarista Onyx Lorenzoni en Rio Grande do Sul en 2022. Si las encuestas de los institutos burgueses muestran que Lula tiene pocas posibilidades, podemos estar seguros de que muchos burócratas y dirigentes domesticados de la izquierda apoyarán una idea como esa, como ya señalaron su respaldo al “mal menor” contra el bolsonarismo en elecciones anteriores.
Paradójicamente, las situaciones de crisis también pueden generar oportunidades —no solo para nuestros enemigos. Abandonados por la burguesía, Lula y el PT no tendrían otra opción más que apoyarse en las organizaciones de los trabajadores y del pueblo, si quieren sobrevivir al golpe. Contra esa posibilidad actúa no solo la política de capitulación del PT, sino también la posición desmovilizadora de las direcciones de los movimientos sociales y sindicatos. Si las bases se movilizaran y realizaran una fuerte ofensiva, podrían ejercer una presión tal que ni siquiera la postura capituladora y colaboracionista de la dirección del PT se mantendría intacta. En ese sentido, la única posibilidad de supervivencia real del PT será el choque con la burguesía y con los propios “aliados” de derecha dentro del gobierno, pero eso solo será viable a través de la movilización de las bases para forzar una ruptura.