
Kevin M. Navia (Granma).— «En la medida en que el sufrimiento de los niños está permitido, no existe amor verdadero en este mundo». Así lo dijo la bailarina estadounidense, Isadora Duncan.
Esos duendecillos de la felicidad tienen sus funciones en la vida: robarnos una sonrisa, sembrarnos alegría, obligarnos a volver a la niñez, despeinarnos el alma hasta creer. Entonces, ¿qué mejor que devolverles el favor dándoles amor, atención, y permitiéndoles vivir su etapa sin atropellos?
Lastimosamente, la realidad nos da un golpe. En el mundo, hay 160 millones de niños y niñas que son víctimas de trabajo y explotación infantil, según datos de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) y de la Unicef.
De ellos, 79 millones –casi la mitad– sufren alguna de las peores formas como la esclavitud, la trata o el reclutamiento forzoso para conflictos armados. Las cifras pueden ser mayores, puesto que hay trabajos difíciles de contabilizar como, por ejemplo, el doméstico.
Para generar conciencia acerca de la magnitud de este problema, y aunar esfuerzos para erradicarlo, en 2002 se estableció el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, por la oit, que se apoyó en las ratificaciones del Convenio 138, sobre la edad mínima de empleo, y el Convenio 182, sobre las peores formas de trabajo infantil.
Este año, el Día se centra en un acontecimiento clave: la publicación de las estimaciones y tendencias mundiales del trabajo infantil de 2025; informe que ofrece una visión general del progreso de los compromisos mundiales para erradicar la cuestión de los infantes.
En las dos últimas décadas se había dado una disminución progresiva e ininterrumpida del trabajo infantil en todo el mundo hasta 2016, año en que volvió a aumentar. Desde entonces se ha pasado de los 152 millones ese año a los 160 millones en 2020. Es decir, ocho millones de niñas y niños más trabajando; tendencia y datos preocupantes.
La imposibilidad de acceder a la educación conlleva, en muchos casos, que el menor sea víctima del trabajo infantil, así como la pobreza extrema y hasta la migración.
Por lo tanto, se han creado normas internacionales para combatir ese problema: el Convenio número 138, que establece que: «La edad mínima de admisión al empleo no deberá ser inferior a la edad en que cesa la obligación escolar». Esta normativa fue ratificada por 175 países, exceptuando Australia, Irán, Somalia y Estados Unidos. La mayoría de los países firmantes ha establecido la edad mínima para trabajar en los 15 años.
En Cuba, la Constitución prohíbe el trabajo de las niñas, los niños y los adolescentes, específicamente en su Artículo 66. Mientras, en ee. uu., el Gobierno promueve la flexibilización de las leyes de trabajo infantil.
El respeto a la niñez y el derecho a su disfrute constituyen la fortaleza del futuro, pues como dijo el Apóstol, José Martí: «el niño que juega será el adulto que pensará».