Bombas de cartón y polvos mortales: mentiras cada década, y destrucción de cada nación. Sus armas son las mentiras, y sus víctimas son los pueblos. Esto es lo que aprendimos de los enemigos de la humanidad, Colín Powell y Netanyahu, ya que son maestros de la mentira y la falsificación, por eso son estrellas del circo Nuclear International, y si hay que conceder un Oscar, debería ser compartido por Colin Powell y Netanyahu, ya que son un ejemplo de desgracia y vergüenza histórica.
La bomba ficticia de Netanyahu, y las mentiras mortales de EE.UU.: Cuando la mentira se convierte en política y la ocupación en realidad. Durante más de dos décadas, el primer ministro de la ocupación israelí, Benjamín Netanyahu, no ha dejado de gritar en cada foro internacional que Irán está a “semanas” de conseguir la bomba nuclear. Años de alarmismo, dibujos caricaturescos y líneas rojas dibujadas a mano ante la Asamblea General de la ONU, como si la humanidad no tuviera memoria. Pero aquí estamos, en 2025, y la bomba aún no existe. La verdad es simple: nunca existió. Fue inventada para justificar políticas coloniales expansionistas.
Netanyahu y sus dibujos infantiles: Cuando la ONU se convierte en un escenario de payasadas. Nadie puede olvidar la comparecencia de Netanyahu ante laAsambleaGeneral de la ONU en 2012, sosteniendo una bomba de caricatura y dibujando una línea roja con la mano, como si estuviera en una clase de ciencias de tercero grado de primaria. Dijo entonces que Irán estaba a “unas semanas” de desarrollar una bomba nuclear. Hoy, más de 10 años israelíes después, la bomba sigue perdida en la imaginación de Netanyahu, o quizás atrapada en uno de sus absurdos dibujos.
En 2018, Netanyahu volvió a presentar lo que llamó un “archivo nuclear secreto”, supuestamente procedente de Teherán. La presentación fue una película de propaganda barata, llena de imágenes y grandilocuencia, sin ningún valor real. Media tonelada de documentos… ¡y una pisca de verdad! Cuando el servicio de inteligencia israelí (Mosad) afirmó haber robado “media tonelada” de documentos muy alto secreto relacionados con el programa nuclear iraní (2018) en una operación que parecía una película de espías barata de un almacén sin vigilancia, afirmó que agentes del Mosad entraron en una instalación nuclear “abandonada sin cámaras ni sensores” cerca de la prisión de alta seguridad de Kahrizak, ¡como si Irán guardara sus secretos nucleares en un puesto de verduras! En 2020, volvió a afirmar que Irán estaba a punto de poseer la bomba nuclear, como que su era política sigue un calendario especial, donde una década equivale a un año, y quizás un minuto equivale a un día.
En 2020 volvió a repetir el mismo disco agrietado: “Irán está cerca de la bomba”. Pero más de veinte años después, no hay bomba. Solo existe un arsenal propagandístico gigantesco, mentiras sistemáticas y un aparato mediático occidental que aplaude sin cuestionar.
2025: La verdadera bomba es la campaña de desinformación… no en Teherán, sino en Tel Aviv. A pesar de los bombardeos israelíes sobre instalaciones nucleares iraníes en junio de 2025, la Agencia Internacional de Energía Atómica confirmó que Irán no posee un arma nuclear, y que el nivel de enriquecimiento de uranio (60%) no significa capacidad para fabricar una bomba. Por otro lado, Israel posee entre 75 y más de 200 cabezas nucleares secretas, y se niega a firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear o permitir inspecciones internacionales. Esta contradicción lo revela todo: el miedo no es a una bomba, sino a un Estado independiente capaz de disuadir la hegemonía. Por eso, la “bomba iraní” es solo una excusa para destruir proyectos de soberanía y liberación.
Con polvos letales y bombas de cartón: Así se dirige la ONU. La mentira sobre las “armas de destrucción masiva” que sirvió de pretexto para invadir Irak no ha sido olvidada. Una nación fue ocupada, un pueblo fue destruido y más de un millón de personas fueron asesinadas en nombre de una gran farsa fabricada por Estados Unidos, Israel y sus aliados occidentales. Estados Unidos convirtió la mentira en una herramienta estratégica para destruir pueblos enteros, utilizando a las Naciones Unidas como plataforma de propaganda en lugar de una institución imparcial.
En 2003, el entonces secretario de Estado estadounidense, Colin Powell, se presentó ante el Consejo de Seguridad de la ONU en una representación teatral vergonzosa, sosteniendo un pequeño tubo que contenía un polvo blanco, alegando que era prueba irrefutable de que Irak poseía armas de destrucción masiva. La escena fue caricaturesca; el tubo parecía más bien contener como azúcar o harina, pero fue utilizado para justificar una invasión sangrienta.
Tiempo después y parece que el efecto del polvo blanco prohibido desapareció, y su mente restableció, Powell ofreció una vergonzosa disculpa diciendo “Me engañaron, y que Irak no posee arma de destrucción masiva”, admitió que lo que presentó se basaba en información falsa, calificando su discurso ante la ONU como una “mancha” en su carrera política. Pero el daño ya estaba hecho, se había destruido un país, se había asesinado a más de un millón de personas, y todo en base a una mentira oficial.
La tragedia no reside solo en el engaño, sino en la ausencia total de rendición de cuentas. Como si la vida de los pueblos fuera un simple juego en el que la muerte y la existencia no tienen valor. Las Naciones Unidas, en vez de ser un espacio de justicia internacional, se han convertido en un escenario para la actuación política, donde se presentan mentiras con herramientas primitivas y se cometen crímenes bajo el disfraz de la “legitimidad internacional”.
Las caricaturas de Netanyahu، legalizar el crimen con mentiras. Desde la mentira sobre la bomba iraní hasta el falso “derecho a la defensa” al bombardear niños en Gaza, Israel domina el arte del engaño para legitimar sus crímenes. El reactor de Dimona, en el desierto del Néguev, por ejemplo, es una fuente real de contaminación radiactiva. Estudios han demostrado que los suelos en Halhul, Palestina, tienen niveles de radiación tres veces superiores a los estándares internacionales.
En cada agresión, las mentiras sirven como excusa para atacar hospitales, escuelas y asesinar científicos —incluso aquellos especializados en desalinización y tecnología energética— en un intento de destruir las capacidades de independencia de los pueblos.
Occidente: cómplice del crimen – Hollywood de la política internacional. Estados Unidos y Europa, con sus políticas de seguridad y sus medios de comunicación, no fueron víctimas de las mentiras de Netanyahu, sino cómplices en su producción y difusión. Miles de millones gastados en espionaje no han producido ni una sola prueba real de un programa militar nuclear iraní. Incluso los documentos “filtrados” no convencieron ni a la propia Agencia Internacional de Energía Atómica, que aseguró que Irán abandonó cualquier actividad nuclear militar desde 2003.
Mientras tanto, cualquier proyecto soberano en la región es asfixiado, mientras Israel y Occidente siguen fabricando “espantapájaros nucleares” para atacar la independencia política, económica y militar de países como Irán, Irak, y quien sabe lo que sigue.
La verdadera bomba es Israel… y la mentira es su arma nuclear. Lo que buscan Netanyahu y Occidente no es evitar que Irán construya una bomba, sino impedir que construya una verdadera capacidad soberana. Porque al final, la “bomba” no es el uranio, sino la mentira usada como arma de exterminio político y cultural. Así como las “armas de destrucción masiva iraquíes” fueron una mentira que destruyó a todo un pueblo, la “bomba iraní” es otro espantajo para justificar una nueva agresión, o quizás una futura catástrofe.
Hoy, el mundo no enfrenta una amenaza llamada Irán, sino un sistema de mentiras representado por Israel, dirigido por Estados Unidos y producido por Occidente, cuyo costo pagan los pueblos del mundo.
La única bomba que hay que desactivar no está en Teherán, sino en Tel Aviv… donde se fabrican las mentiras y los miedos igual que se fabrican las bombas, y donde la seguridad se construye sobre los cráneos de los inocentes.