María Luna (Unidad y Lucha).— La Cumbre del pasado junio de la Organización del Tratado de Asesinos Natos (OTAN) fue breve y concisa y con una declaración aun más breve de apenas 5 párrafos.
No necesitaban más para materializar lo que llevan cocinado y anunciando meses: declaran que Rusia representa una «amenaza a largo plazo» para la seguridad de Europa y del Atlántico y hay que convertir esta organización en una alianza más fuerte y más letal porque vivimos en un mundo peligroso. La retórica de la guerra está por todas partes. Mark Rutte, el jefe nominal, venía instando a los países de la alianza a prepararse para un conflicto con Rusia en los próximos 3-5 años, anunciando que sin el aumento del gasto militar al 5 % del PIB «tendrán que aprender ruso». Clama que «El ejército de la OTAN necesita miles de nuevos tanques y vehículos blindados, millones de proyectiles de artillería, muchos barcos, y también necesita duplicar sus capacidades de transporte y logística». Y exultante en rueda de prensa anuncia el acuerdo de elevar en los “siguientes 4 meses el gasto al 2 % “ y el compromiso del 5 % para el año 2035.
Quienes atacaron a Yugoslavia, han cometido crímenes de desestabilización, invasión y bombardeo en países como Irak, Libia, Afganistán y Siria, causando millones de refugiados y ganancias récord para el complejo militar-industrial en su cumbre de La Haya, adulan a Trump por bombardear Irán y expresan su apoyo a un nazi como Zelensky.
Como brazo armado del imperialismo, la historia de esta coalición criminal se construye sobre narrativas ficticias y con un doble rasero. Van a llevar a la muerte a millones de personas apelando a su seguridad y decretan la multiplicación del gasto militar y le reconversión de numerosas industrias civiles en militares porque el capitalismo en su fase imperialista, última fase de su historia sangrienta, necesita del recurso a la guerra para superar sus crisis cada vez más agudas y periódicas.
La guerra no está lejos y no es que el fascismo esté llamando a las puertas de Europa, es que nunca se fue. En la Europa Occidental, en los EE.UU de Norteamérica o en la OTAN, los nazis encontraron acomodo. No hubo una desnazificación real y no la hubo porque no podía haberla, el fascismo es hijo del capitalismo en crisis y no se puede deslindar el uno del otro. Por eso resurge ante la opinión pública en período de crisis, lo que antes con la Red Gladio, estructura fascista subyacente, permanecía en la sombra, hoy sale a la luz del sol.
Por ello, el rechazo a la OTAN no puede circunscribirse a que el incremento de los gastos militares suponen una reducción de nuestra calidad de vida, lo cual es cierto, pero la contradicción principal que enfrenta la lucha por la paz es el rechazo sin condiciones a la guerra provocada por el imperialismo y el internacionalismo proletario con la resistencia palestina y con quienes se defienden de las agresiones imperialistas.