En estos días hemos visto al fascismo más descarnado campar a su libre albedrío (sin tanquetas ni fianzas de decenas de miles de euros) por Torre Pacheco (Murcia). Pero Torre Pacheco es solo un síntoma. Es normal que los medios mientan, que las redes azuzen a los reaccionarios, que las autoridades sean permisivas mientras aplastan las movilizaciones obreras. Lo que no es normal es que una parte de la militancia se sume al mantra antiinmigración y ceda tan fácilmente a la moda que azote las redes sociales en cada momento.
Lo primero que hay que dejar claro es que la inmigración es provocada por los países imperialistas, que explotan a la periferia y desarticulan su economía nacional (como expuso Lenin). Luego, para colmo, una vez aquí, se les explota doble y triplemente, creando un tercer mundo dentro del primero. Y finalmente el discurso reaccionario envenena las redes para dividirnos de los trabajadores inmigrantes, aislarlos y seguir explotándolos y extrayendo plusvalías extra. Cuando las patronales se frotan las manos ante la llegada de escuadristas que atemorizan a la población magrebí, no podemos caer en las ambigüedades: es el momento de la unidad de clase (nativa o extranjera, la misma clase obrera) y de la claridad antifascista (ninguna concesión a las ideas reaccionarias, se disfracen como se disfracen).
En segundo lugar, de la inmigración no se puede estar a favor ni en contra. Es una dinámica histórica objetiva y absolutamente inevitable, por múltiples razones. Lo que sí se puede (y se debe) debatir es en qué condiciones vivirán y trabajarán los inmigrantes. Si como esclavos del siglo XXI en los campos e invernaderos (que es como están ahora) o con derechos y dignidad. No es una cuestión «de raza» ni de «guerra cultural»; los inmigrantes forman parte de la clase trabajadora. Lo primero que debieron hacer los sindicatos mayoritarios (si no fueran amarillos) era proclamar una huelga de recogida en la campiña murciana hasta que cesara el pogromo.
Finalmente, no se puede caer en el discurso que hemos visto por ejemplo en ciertos dirigentes de FACUA, según el cual hay que aceptar a los inmigrantes “porque realizan los trabajos más duros”. Es justo al revés: como ha defendido Red Roja en un folleto[i], hay que incluir a los inmigrantes dentro de la clase trabajadora y, así, luchar todos juntos por los derechos de todos. No es aceptable que solo quieran inmigrantes “en edad de trabajar”, para luego deportarlos cuando ya no valgan para recoger fruta… Muy al contrario, tendrán que cobrar sus pensiones, como todos. Y eso tendremos que lucharlo todos.
Nos quieren dividir como clase, para que nos peleemos entre nosotros en lugar de organizarnos… No les dejemos. Y volvamos a la realidad, porque las redes sociales son de ellos y de sus bots pagados a golpe de talonario para simular mayorías irreales… o que solo son reales cuando el pueblo se desarticula. Los síntomas del brote fascista son claros, pero contamos con un tratamiento. Con autoorganización desde los barrios, con secciones de trabajadores en todas las empresas, con asambleas de estudiantes en todos los centros de estudio, los fascistas no crecerán y se irán forjando los lazos mediante los cuales germinará la alternativa.