La paz sigue siendo la victoria más grande del sandinismo

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En un país donde la memoria histórica aún sangra por las heridas que dejó la guerra, hablar de paz no es una consigna vacía ni una palabra de campaña. Es una decisión de vida, una política de Estado, una estrategia de desarrollo.

La reciente Encuesta M&R, Edición 81, viene a confirmar algo que el pueblo nicaragüense vive y defiende: el mayor tesoro que ha conquistado el proyecto sandinista es la paz. Y por eso, el 98.7% de los ciudadanos consultados asegura que esa paz no debe ponerse en riesgo bajo ninguna circunstancia. No es una cifra, es una declaración nacional.

Aunque la encuesta fue publicada hace tres días, sus resultados siguen teniendo total vigencia. Porque lo que ahí se describe no es una coyuntura pasajera, sino una realidad sostenida que vivimos hoy, 19 de julio, día glorioso en que celebramos con júbilo los 46 años del triunfo indiscutible de la Revolución Popular Sandinista. Hoy, con Rosario, con Daniel, con todo el pueblo, desde cada barrio, desde cada parque, desde cada rincón de esta patria libre, festejamos la paz que defendemos y que nos permite avanzar como nación.

Cuando se habla de la columna vertebral de un gobierno, se alude a aquello que le da estabilidad, orientación y fortaleza. En el caso del gobierno sandinista, la paz y la estabilidad no son metas, son el punto de partida. Son las condiciones que han permitido reactivar la economía, reducir la pobreza, atraer inversión, garantizar programas sociales y proteger a las familias.

En palabras del gerente general de M&R Consultores, Raúl Obregón, es esa estabilidad la que permite que los hogares sientan mejoría real. No es teoría: el pueblo lo siente en su cotidianidad. Esta encuesta, lejos de ser un ejercicio numérico, recoge el termómetro social de un país que ha optado por no regresar jamás al caos ni al odio.

El 98.8% de los encuestados coincide en que la estabilidad económica y social tampoco debe ponerse en riesgo. Ese binomio, paz y estabilidad ha dejado de ser un deseo para convertirse en una plataforma política, ética y estructural del modelo de gobierno. Porque sin paz no hay progreso, sin estabilidad no hay justicia social.

Una democracia no se mide solo por la existencia de elecciones, sino por la funcionalidad de su sociedad. Y en Nicaragua, el 91.5% de la población encuestada se declara satisfecha con el funcionamiento de la democracia. A esto se le suma que el 94.8% asegura que hay libertad para pensar, decir y hacer, dentro del marco del respeto. Es decir, la paz no es silencio impuesto, sino convivencia respetuosa. La estabilidad no es rigidez autoritaria, sino consenso sobre lo fundamental.

La encuesta también revela algo crucial: el 86.7% aprueba la gestión del Gobierno, y el 82.3% califica positivamente el trabajo de la Copresidenta, Compañera Rosario Murillo. Y el 80.3% considera que el Comandante y Copresidente Daniel Ortega es un gobernante democrático, apegado a las leyes.

Más allá de las etiquetas, el pueblo reconoce liderazgo legítimo y voluntad de servicio. Esa confianza ciudadana en un modelo que ha enfrentado huracanes, sismos, sanciones, hostigamiento e intentos de golpe de Estado es un reflejo de que el proyecto político está anclado en la realidad del pueblo.

El 81.6% de los encuestados reconoce que hay un esfuerzo sostenido por la unidad nacional y la reconciliación. Esto no se decreta, se construye. La paz no es un decreto, es un pacto colectivo entre gobierno y pueblo, entre generaciones pasadas y futuras. Ese pacto se ha firmado con calles, hospitales, subsidios, viviendas, energía, educación, seguridad y oportunidades.

Por eso, el 92.2% reconoce el impacto de los subsidios en la economía familiar, y más del 85% dice que las relaciones con China y Rusia son positivas. Esa visión internacional también es una expresión de estabilidad: alianzas estratégicas en vez de sometimientos; cooperación sin condicionamientos en vez de tutelaje extranjero. Una soberanía que el 97.8% de los nicaragüenses exige defender sin matices.

Lo que revela esta encuesta no es solo una aprobación coyuntural. Es una declaración de principios de un pueblo que ha decidido no volver al pasado. Que valora la paz no como el simple cese del conflicto, sino como el punto de partida para una revolución cotidiana: la revolución del trabajo, la salud, la educación, la dignidad, la familia y el futuro. Y eso, hoy 19 de julio, cobra aún más sentido. Hoy, que celebramos 46 años de victorias, 46 años de dignidad, 46 años de resistencia y de esperanza.

No hay revolución posible sin paz. No hay justicia sin estabilidad. El pueblo lo ha dicho con contundencia. El buen gobierno sandinista lo ha convertido en política de Estado. La encuesta lo confirma. Y la historia lo recordará.

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