
Manuel Valdés Cruz (Granma).— El dicho popular de «tirar la piedra y esconder la mano», de lo cual se acusa a una tal «María Ramos», es aplicable al fenómeno del narcotráfico. En este asunto, Estados Unidos bien podría ser el «lanzador» responsable.
Resulta que más del 80 % de los condenados en ese país por delitos vinculados al comercio de estupefacientes son ciudadanos estadounidenses que, en su mayoría, traficaban metanfetaminas, reveló el diario mexicano La Jornada.
El reporte contradice al presidente Donald Trump, quien suele acusar del tráfico de drogas en su nación, únicamente a organizaciones criminales de América Latina, en particular de México. Esa posición ha sido rechazada por la mandataria mexicana Claudia Sheinbaum quien, además, ha reclamado que la administración del magnate republicano haga su parte para enfrentar tales delitos.
De hecho, este es uno de los motivos en los que Trump basa sus amenazas de sanciones arancelarias contra el país vecino, al que acusa de no colaborar lo suficiente en materia de seguridad ni de frenar el tráfico de drogas en la frontera. Por la misma razón, designó a los cárteles como «organizaciones terroristas».
Sin embargo, al analizar datos oficiales, La Jornada hizo notar, por ejemplo, que cuatro de cada cinco personas acusadas de tráfico de fentanilo en EE. UU. son ciudadanos estadounidenses. Precisaron también que, de los dos millones de presos que hay en la actualidad en ese país, el 20 % cometió crímenes en torno a sustancias ilícitas.
Resaltaron, por otra parte, que de 1991 a 2024, la droga más traficada en EE. UU. fue la metanfetamina, ya que provocó el 54 % de los arrestos, seguida de la cocaína en polvo (17,3 %) y el fentanilo (11,9 %). Alrededor del 85 % de los traficantes de fentanilo y de metanfetaminas condenados fueron ciudadanos estadounidenses.
Otro elemento acusatorio es que la cadena de suministro del fentanilo que se comercializa allí –desde la adquisición de precursores químicos hasta los esquemas de lavado de dinero– finaliza en el sistema financiero estadounidense. Así lo señala la Red de Control de Delitos Financieros, de EE. UU. (Fincen, por su acrónimo en inglés).
La agencia reconoció que no hay actividad vinculada al movimiento de la droga que no tenga contacto con el sistema financiero de esa nación del Norte. Ello se debe a que los bancos e intermediarios de la economía más grande del mundo sirven como trampolín para mover el dinero en una red de tráfico internacional.
Según esos reportes, en 2024 se identificaron aproximadamente 1 400 millones de dólares en presuntas transacciones atadas a las cadenas de suministro. Entre las instituciones de depósito analizadas por Fincen destacan grandes bancos de EE. UU., empresas de servicios monetarios, compañías de transferencias de dinero (como remesadoras), casas de cambio y plataformas de pago en línea.
Estados Unidos, el mayor mercado del mundo, incluido el de las drogas legales e ilegales, vive una crisis de salud pública por el incremento en el consumo de fentanilo.
Pero, ¿qué hace a Trump permitir y no admitir públicamente ese fenómeno mortal? Resulta que las cifras exorbitantes de dólares que le reporta «tirar la droga y luego esconder la mano», tienen como verdadero fin un negocio más lucrativo y letal: el financiamiento de guerras no declaradas. También costean procesos electorales fraudulentos, generalizan la corrupción, y subvierten el orden en los países objeto de su interés.
El narcotráfico es otra forma de intervención utilizada por el imperialismo para socavar la soberanía de los pueblos. Es la forma más cínica de responsabilizar a otros por los resultados de su política, y la mentira de su actuación se convierte en una verdad que reconocen las propias víctimas.