La destrucción de Siria es un capítulo crucial en la transformación de Oriente Medio por el imperialismo. El país no se va a estabilizar porque es un escenario de conflictos sin resolver, divisiones internas e intervenciones externas cuidadosamente alimentadas.
Tras la caída del gobierno de Asad, Estados Unidos apoyó al nuevo gobierno yihadista. Trump se reunió con el presidente interino, Ahmad Al Sharaa, de quien dijo que tenía “una posibilidad real de mantener unida a Siria”. Estados Unidos levantó las sanciones y eliminó a HTS, la delegación local de Al Qaeda, de la lista de organizaciones terroristas.
Los cambios políticos preocupan a los antiguos secuaces del imperialismo, en particular los kurdos, que desde hace tiempo temen ser excluidos de las negociaciones sobre el futuro del país. Sus temores se ven agravados por la persistente amenaza de los yihadistas y de mercenarios extranjeros.
Los kurdos siguen preocupados por las acciones del Califato Islámico, que ha restablecido su presencia en zonas que nominalmente están bajo el control del gobierno interino. Asimismo, los centros de detención, que albergan a aproximadamente 10.000 miembros del Califato Islámico, representan una amenaza adicional, grave y persistente. El riesgo de fugas y la reanudación de la actividad terrorista hacen que la amenaza del Califato Islámico resurja.
Israel sale en apoyo de los drusos
En las últimas semanas, la provincia de Sueida, en el sur de Siria, hogar de la minoría drusa, se ha visto afectada por algunos de los episodios de violencia más mortíferos desde el inicio de la guerra civil siria en 2011, con violentos enfrentamientos entre milicias drusas y facciones armadas beduinas. Desatados por conflictos locales y exacerbados por años de tensiones, los combates han dejado cientos de muertos y miles de desplazados. En medio de este caos, el gobierno interino sirio ha desplegado tropas en la región con escaso éxito.
Las fuerzas desplegadas por el gobierno interino incluían a los militantes que participaron en las matanzas de la minoría drusa, con ejecuciones extrajudiciales, intimidación y otros abusos. Para los drusos sirios, la violencia letal ha aumentado el temor a la marginación, ha suscitado la preocupación por la persistente fragmentación sectaria.
Poco después del inicio del choque, Israel intervino militarmente, con el pretexto de proteger a los drusos. Israel intensificó sus ataques aéreos en el sur de Siria, bombardeando la infraestructura militar siria, incluido el Ministerio de Defensa y emplazamientos cercanos al palacio presidencial en Damasco. Netanyahu declaró el sur de Siria —específicamente Quneitra, Daraa y Sueida— como territorio vedado a los fuerzas del nuevo gobierno, imponiendo así una zona de amortiguación desmilitarizada en la región.
Al mismo tiempo, Estados Unidos reafirma su apoyo al gobierno interino y se distancia de los últimos ataques israelíes. La portavoz del Departamento de Estado estadounidense, Tammy Bruce, expresó el “desagrado” de Washington con las acciones militares unilaterales de Israel. Arabia Saudí, Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Barein, Qatar, Kuwait, Omán, Irak, Líbano y Egipto emitieron una declaración conjunta en la que afirman su compromiso con la unidad, la soberanía y la integridad territorial de Siria. Esta declaración rechaza explícitamente las intervenciones militares extranjeras y otros intentos de influir en los asuntos internos de Siria.
Turquía también ha expresado su profunda preocupación por las acciones de Israel. El presidente Recep Tayyip Erdogan ha calificado la postura militar de Israel de «provocadora» y «desestabilizadora». El ministro de Asuntos Exteriores turco, Hakan Fidan, expresó la profunda preocupación de Ankara por las acciones de Israel durante una reunión con el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, el 19 de julio. Declaró que “las continuas intervenciones de Israel en territorio sirio están exacerbando la crisis” y que “cualquier ataque contra la integridad territorial, la unidad y la soberanía de Siria socava los esfuerzos regionales de paz”.
A medida que se desarrollaban los enfrentamientos en Sueida, los yihadistas sirios se retiraron, en parte para evitar una escalada con Israel, dejando un vacío que rápidamente ocuparon los grupos militantes beduinos y otras facciones. Estos actores violentos, algunos de los cuales mantienen hostilidades históricas hacia las comunidades minoritarias de la región, desestabilizaron aún más un entorno ya de por sí frágil.
Tras varios días de intensificación de los combates, Tom Barrack, embajador de Estados Unidos en Turquía y enviado especial para Siria, anunció un alto el fuego entre Israel y Siria, mediado por Estados Unidos y apoyado por socios regionales, como Turquía y Jordania. Instó a todas las facciones —drusas y beduinas— a desarmarse, poner fin a las represalias y buscar un acuerdo.
La fragmentación de Siria
La situación en el sur de Siria pone de relieve la fragilidad del país y los profundos peligros que representan las divisiones sectarias y étnicas en un país destruido por el imperialismo. La fragmentación de Siria tiene implicaciones mucho más allá de sus fronteras. Para Irak, la inestabilidad persistente en la frontera occidental representa una amenaza directa a la seguridad nacional y socava los esfuerzos por preservar la integridad territorial.
En Turquía, la percepción de erosión de influencia, especialmente a la luz de la creciente presencia operativa de Israel, probablemente ha obligado a Ankara a reevaluar su postura estratégica.
Hasta ahora, el alto el fuego negociado por Estados Unidos es frágil. Los acontecimientos recientes revelan que Siria está en un vacío en el que grupos étnicos, militantes yihadistas y actores extranjeros compiten por el control.