José Barril (Unidad y Lucha).— Hace años oí a un camarada decir que cualquier revolucionario/a, si realmente lo es, vive en permanente y consciente colisión con los problemas que en todo momento, lugar y a todos los niveles plantea la sociedad de explotación. Desde entonces, aunque con escaso éxito, quien esto escribe utiliza ese acertado diagnóstico para justificar su frecuente mal humor. Sin embargo, uno de esos tropezones con la lucha de clases provocó en mí una inesperada hilaridad, ¡ni más ni menos que a cuenta de los fachas! Será que nos encontrábamos en plena ola de calor.
Paseando por las calles de Benalúa, un céntrico barrio de Alacant, compruebo con cierta nostalgia que ‘El Bocaíto’, un Bar-Restaurante de cocina tradicional alicantina, ha dejado de existir tras 36 años de servicio. A posteriori leo que nueve meses antes su cierre había sido noticia en la prensa local, sencillamente los dueños se jubilaban tras más de medio siglo de duro trabajo. Con una descendencia dedicada a sus propias actividades profesionales, tan alicantina tradición no tendrá continuidad hereditaria. ‘El Bocaíto’, no os preocupéis, ha vuelto. Eso sí, reencarnado en el ‘Amazing Thai’, un exótico (para nosotros/as) restaurante tailandés.
Hasta aquí nada demasiado sorprendente, si no fuera por el detalle de que justo encima de dicho restaurante se encuentra la sede de Vox en Alacant (¡perdón, Alicante!). ¡¿Cómor?!, que diría Chiquito. Alarmado, busco en el ‘Google Maps’ y compruebo que, efectivamente, abrieron allí esa sede cuando todavía imperaba la versión gastronómica alicantina. ¡Horror!, arroz al horno, ensalada de salazones y esgarraet (los españolazos del lugar aún andan buscando traducción para esta ensalada tan valenciana) mutan a Pad Met Mamuang, Gaeng Panang y Satay de Cerdo ante la impotencia de estos “defensores” (también hay “defensoras”) de la España “como Dios manda”. Vamos, ¡que “nos están sustituyendo” delante de sus propias narices! No intentéis argumentar con ellos/as que, en realidad, no se trata de sustitución sino de globalización imperialista o cosas por el estilo. Su neurona solitaria sólo les da para estirar el brazo.
De todos modos, ¡tranquilas/os! porque, a pesar de todo, estos fascistas no cambiarán la ubicación de su sede, situada en la Calle Isabel la Católica, ¡insuperable! Bueno, no tanto, porque además se encuentra justo enfrente de la Comisaría Provincial de Alacant (¡perdón, Alicante!) de la Policía Nacional. Sin duda, todo un gesto hacia los ODS 2030 pues la cercanía de su sede contribuye a reducir la huella ecológica en los desplazamientos a la misma de su militancia.
Desde el año 2015 el crecimiento vegetativo (nacimientos – defunciones) en el Estado español es negativo. Según el INE, en 2023, último año con datos disponibles, de no haber sido por la inmigración España hubiera perdido 115.468 habitantes, toda una ciudad como Cádiz en términos de población. A este ritmo, sin inmigración y si antes no nos aniquila la barbarie imperialista, en apenas cuatro siglos el último españolito o españolita “de bien” estaría brindando ante el espejo al grito de ¡España para los españoles! por haber logrado que nadie nos sustituya. Por favor, que antes de presentarse ante San Pedro cierre bien la puerta (léase la valla de Melilla) y apague la luz, que seguirá estando imposible. ¡Santiago y cierra España!
Pero no esperemos cuatro siglos para, de una vez por todas, darle a los fascistas de cualquier pelaje y condición la suerte que merecen: enterrarlos en el mar como ordenó el poeta Rafael Alberti y/o (mejor ‘y’) el destino que el gran Pepe Rubianes amablemente les recomendó en cuanto a dónde introducir su “unidad” de España y la suerte de sus testículos adornando los campanarios.
¡Ah, por cierto!, la cocina tailandesa es deliciosa.