Juan J. Sánchez (Unidad y Lucha).— En el seno de los movimientos obrero y popular que aspiran a la destrucción del capitalismo, acecha un enemigo sutil pero devastador: el reformismo oportunista. Bajo la máscara del «pragmatismo», la «moderación necesaria» y el «realismo político», esta corriente actúa como un verdadero caballo de Troya, vaciando de contenido revolucionario las luchas obreras y desviándolas hacia callejones sin salida dentro del sistema capitalista. Al que en apariencia se combate.
Considerar el reformismo oportunista como una simple «desviación » de gentes con o sin ambición política, es erróneo y peligroso. Las reformas deben ser consideradas , pasos tácticos dentro de una estrategia mayor. Para el revisionismo-oportunismo, en su perversión: son una capitulación disfrazada de victoria.
Rasgos más significativos del reformismo oportunista:
Renuncia estratégica
Abandonan, explícita o sutilmente, el objetivo final de derrotar el sistema (capitalista, patriarcal, colonial), sustituyéndolo por una mera gestión «más humana» haciendo creer que la burguesía esta dispuesta a renuncia a privilegios robados. Entre los exponentes más notorios del revisionismo se encuentran partidos y sindicatos como el PCE-IU, Podemos, Sumar, CC.OO. y UGT. Ojo, que hay numerosas organizaciones enmascaradas como de amigos. Con discursos engañosos, se presentan como revolucionarios, pero en realidad son peones al servicio del capital. Por sus obras los conocemos.
Culto al «posibilismo»
Elevan lo «posible» dentro de los estrechos márgenes del sistema —sus leyes, instituciones y el «sentido común» dominante, a dogma incuestionable. Pretenden que las masas crean que el burgués es un ciudadano más, que viaja en el mismo barco, y que con súplicas se humanizará. Limitan la intervención al objetivo de lo «menos malo», impidiendo que la clase obrera descubra su papel histórico como sepulturero del sistema capitalista. La lucha de clases queda reducida a lo que el Estado burgués permite.
Integración al sistema
Buscan reconocimiento, espacios y cuotas de poder dentro de las estructuras establecidas (parlamentos, gobiernos locales, ONGs institucionalizadas). Ya no luchan por cambiar el sistema, sino por tener un asiento en su mesa. Los más ridículos se conforman con una silla desde la que se consideran jefes en organizaciones irrelevantes para la lucha de clases. Hoy, como siempre, desde sindicatos y partidos autodenominados «de clase» o «comunistas», hacen el trabajo sucio y marrullero que obstaculiza el movimiento revolucionario marxista-leninista.
Fragmentación de las luchas
Rompen la visión de conjunto de la explotación y opresión capitalista, reduciéndola a reivindicaciones aisladas, negociables por separado y fácilmente cooptables por el capital. Exageradamente centran la atención en demandas identitarias, tratándolas como fines en sí mismos, separándolas de la lucha de clases. Así, dividen a las masas según género, sexualidad, procedencia, etc., debilitando la unidad necesaria para la tarea revolucionaria. Toda opresión identitaria se sostiene en la explotación económica (ej: racismo como herramienta para dividir trabajadores.
¿Cómo opera este reformismo corrosivo?
Principalmente, el practicado por quienes gozan de la total confianza de la burguesía, ya que, han demostrado sobradamente el no atentar contra los intereses de esta. Estos trasmiten y practican elementos políticos, con alto nivel ideológico.
Principalmente:
- Fetichizan el «diálogo» con el poder como fin en sí mismo, incluso cuando es evidente su carácter dilatorio o de desmovilización. Confunden intencionadamente presencia en la mesa con victoria. Hoy la principal expresión de estos es el pacto social capital-trabajo. Nunca deberemos de olvidar que este pacto social tiene su nacimiento en el año 1956, con la teoría y practica de «Reconciliación Nacional», del PCE que culminó en el régimen nacido en el 78. Donde este ya habría abandonado los principios Leninistas.
- Adoptan el léxico del enemigo: “crisis provocada por ajuste de los mercados”, principalmente el laboral, “garantizar la gobernabilidad”, “asegurar la estabilidad, económica y política”, en esta se incluyen los gobiernos de la burguesía, «invertir e inversiones” , “consumo y consumir”, todas ellas leyes del capital. Pero todo estos va acompañado de demonizar la confrontación de clases necesaria y la movilización de las masas como «irresponsables o radicales». Ya que, según el revisionismo, atentan contra la paz social que para ellas y ellos es tan necesaria para seguir ejerciendo de buenos empleados de la burguesía.
Corrupción organizativa
A nivel organizativo, ofrecen a sus líderes ser liberados laboralmente con garantías económicas y el disfrute de prebendas económicas y sociales. Ofrecen reconocimiento mediático y financiación. A cambio, deben ser moderados en el discurso y no sobrepasar jamás el guión establecido. Pero para lo que se les paga principalmente es para frenar toda posibilidad de organización de la clase obrera en torno a un proyecto marxista-leninista que ponga fin a la barbarie capitalista. Con este objetivo, siembran la idea de que cualquier cambio profundo, cualquier revolución obrera es “utópico” o “imposible”, justificando así su propia capitulación como la única opción “posible”.
¿ Y qué decir de los que aún están opositando?
Entre esta plebe de opositores los hay de muy diversos colores y formas: unos buscan más y mejor reconocimiento por parte del jefe burgués; hay otra camada que cree en toda una construcción teórica que hace ya décadas quedó superada. Todos y todas comparten varios rasgos. El principal es un manifiesto desconocimiento de la ciencia marxista que les sitúa en una ciénaga oscura de personalismos egocéntricos alimentados por los fetichismos ideológicos del capital.
Todas y todos comparten un rasgo de la cultura burguesa: el querer ser jefes por encima de todo mandamiento; aspiran a dirigir a las masas, pero sin ellas, no sea que entre estas las haya mejor y más preparadas. Vaya, que quieren hacer la revolución ellos mismos sin necesidad de la clase obrera. Se han erigido en mesiánicos que todo lo saben y dominan, que todo lo pueden y que todo lo consiguen.
En resumen: estos son tan o más peligrosos para los intereses de las masas trabajadoras que los que ya consiguieron su licenciatura de revisionistas y ya están en nómina y son fijos de la burguesía, ya que aquellos y aquellas son más fáciles de distinguir en la fauna de revisionistas-oportunistas existente.
En próximos artículos situaremos elementos ideológicos y políticos para distinguir y combatir a esta lacra enfermiza que pretende guiar a las masas obreras a la ciénaga de la burguesía.