Momentos históricos cruciales exigen respuestas a la altura del reto que enfrentan. Posicionamientos que, yendo más allá de las apariencias y el discurso impuesto por la clase dominante, interpreten la realidad desde las categorías científicas del Marxismo-Leninismo y conforme a las necesidades e intereses exclusivos de las masas trabajadoras, son más necesarios que nunca.
En esta encrucijada histórica entre la Vida y la Muerte, como expresa en toda su barbarie el genocidio de Gaza, ningún compromiso debe ligar a las organizaciones comunistas y revolucionarias con la estabilidad institucional burguesa y, mucho menos, con cualquiera de las medidas adoptadas por nuestro enemigo de clase para tratar de recomponer su tasa de ganancia. Cualquier política que se fundamente en el pacto social y una pretendida unidad de intereses entre las diferentes clases sociales para salvar la “democracia” y los “valores occidentales”, sea en el terreno que sea y bajo cualquier argumentación, sitúa a las organizaciones naturales de la clase obrera a la cola del Capital y las subordina a sus intereses.
Por ello es tan importante que, en el contexto actual de una profunda crisis general del capitalismo; cuando éste no es más que un cuerpo agónico que lucha con todos los recursos a su alcance para no derrumbarse y superar la caída tendencial de su tasa de ganancia, que los partidos comunistas cumplamos con nuestra responsabilidad histórica, con nuestro objetivo revolucionario de derrotar al Capitalismo y construir el Socialismo.
Más allá de determinados procesos movimentistas de carácter interclasista cuya radicalidad es flor de un día antes de integrarse en el Sistema, es necesario tener muy presente que depende de la capacidad efectiva de dirección política de masas de los partidos comunistas y de la referencialidad ganada por su militancia en el conjunto del movimiento obrero y popular, que el Pueblo1 , encabezado siempre por la clase obrera, pueda enfrentar y derrotar los planes del imperialismo para sostener su criminal dominación del Planeta.
Una tarea compleja que, desde la independencia y la soberanía de cada uno de los partidos comunistas en el ámbito de su formación social, exige la urgente transformación de la realidad actual del denominado Movimiento Comunista Internacional (MCI), situándolo en una dinámica diferente, retomando la ofensiva política, social e ideológica que nunca debió abandonar.
Convertir al MCI en una referencia; situar sus consignas y directrices a la vanguardia del desarrollo de la lucha de clases, es la responsabilidad que le corresponde asumir a los partidos comunistas.
Superar las dinámicas retóricas y abordar como corresponde todos los debates que sean necesarios para convertir en trascendentales los acuerdos que, a los más diversos niveles de coordinación e intervención, adoptemos los partidos comunistas, es una urgencia que no permite más dilaciones. Es ahora o nunca, porque el tren de la Historia no espera a quien se queda rezagado. Seamos conscientes de ello y asumamos cada cual la responsabilidad que le corresponde en esta batalla que, determinada por la crisis general del capitalismo, en plena lógica dialéctica del desarrollo social, abre un escenario de claro y necesario avance histórico hacia el poder de la clase obrera y el Socialismo que, de ninguna manera, podemos desaprovechar.
Frente a la ofensiva reaccionaria del Capital que enfrenta para liquidar uno a uno todos los derechos conquistados a la burguesía por décadas de lucha obrera y popular; contra la guerra imperialista y la OTAN; frente al genocidio en Palestina y frente a la entidad colonial sionista; en defensa de la Naturaleza; contra el revisionismo histórico y el blanqueamiento del nazi-fascismo, en apoyo a la Resistencia de los pueblos… Son tantas las razones para luchar, para generar espacios de organización y movilización obrera y popular en los que es absolutamente precisa la participación activa de la militancia comunista, generando una clara referencialidad de masas, que no hay tiempo que perder.
Una confrontación en la que, igualmente, es preciso recuperar los valores del internacionalismo para enfrentar una agresión que no conoce de fronteras y que, por encima de la soberanía de los pueblos, sitúa los intereses hegemónicos del imperialismo como su única prioridad. Bloqueos, sanciones, amenazas, aranceles y guerra, ese el único lenguaje que maneja el imperialismo mientras impone su barbarie.
Dirigido por los EE. UU. y nucleado en torno a la OTAN, y contando con la entidad sionista como su vanguardia, el Imperialismo ya ha dado por superadas las instituciones y los marcos de consenso internacional que se construyeron tras la II Guerra Mundial. Ni sus propios socios pueden sustraerse a sus mandatos. Lo necesita todo para sostener su hegemonía y lo hace con todos los recursos a su alcance.
Aranceles del 15%, compra de armamento y energía, imposición de inversiones productivas para deslocalizar la industria europea, incremento de la agresión militar a Rusia, etc. reflejan la sumisión de la UE al mandato imperial yanqui.
Unidos en su subordinación, conservadores, socialdemócratas y fascistas de diverso pelaje expresan con claridad el carácter de clase de la UE y la Comisión Europea. Hoy más que nunca es evidente que únicamente representan los intereses imperialistas del gran Capital y, para nada, defienden los intereses de la clase trabajadora de los pueblos de Europa.
Avanzar en la unidad de acción de los partidos comunistas europeos, fundamentando nuestra intervención en acuerdos políticos tan básicos como la defensa de la Paz, el rechazo a la OTAN y la presencia de bases militares yanquis en nuestros países, exigir la salida de la UE y del €, abogar por la independencia y soberanía de las naciones europeas en un marco de amistad, neutralidad y multilateralismo con todos los pueblos del mundo, solidaridad con los pueblos que enfrentan la agresión imperialista, defensa de todos los derechos sociales, civiles y laborales arrancados a la burguesía… Es una necesidad imperiosa para, convirtiendo al conjunto del movimiento comunista europeo en un actor fundamental en el desarrollo de la lucha de clases, poder girar el rumbo de la realidad política de los pueblos de Europa y, alejando el fantasma de la guerra, poner a la clase trabajadora internacional en el lugar histórico que le corresponde.
En esa tarea siempre estará el PCPE.
Julio Díaz. Secretario General PCPE.
[1] Pueblo: categoría socio-histórica de la expresión de la unidad de acción para la lucha revolucionaria de los oprimidos, en defensa exclusiva de sus intereses y necesidades, a favor de una transformación social de la que son protagonistas y beneficiarios