UJCE: Frente al giro reaccionario

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Durante la última década, las posiciones de la extrema derecha han tomado más protagonismo a lo largo del globo. Los partidos de extrema derecha han ganado presencia en parlamentos de toda Europa, reflejando un giro reaccionario que va calando discursivamente entre las distintas capas sociales, incluido el proletariado de estos países. En EEUU, Trump ha vuelto a la presidencia, combinando el discurso reaccionario frente a las capas del proletariado más castigadas por el capital que ya le llevó al poder hace años con un giro hacia una política internacional más agresiva, como ya hemos analizado previamente. La ultraderecha institucional de los distintos países occidentales está, además, estableciendo vínculos políticos, como bien se refleja en el recrudecimiento de la política migratoria de la UE, en el reciente mitin conjunto entre Le Pen, Orbán, Salvini y Abascal, o los guiños de Trump a estas formaciones europeas.

En España, al ascenso de VOX a distintas instituciones y al altavoz mediático desde hace ya varios años le acompaña un discurso creciente frente a los sectores más empobrecidos por el capital, acompañados y espoleados por el crecimiento de distintas fuerzas extraparlamentarias reaccionarias, como el escuadrismo de las “empresas” de desocupación o el repunte de organizaciones fascistas.

El giro reaccionario y sus distintas formas

Cuando hablamos de auge reaccionario, nos referimos principalmente al ascenso de las propuestas políticas de distintas organizaciones dirigidas a apuntalar el dominio de la burguesía sobre el proletariado. Las respuestas en clave reaccionaria dirigen el sentido común de la clase y fracciones de clase que sufren los ataques del capital contra los sectores más empobrecidos de la misma. En este sentido, el reaccionarismo extiende su propuesta generalmente entre distintos sectores de la burguesía y de las capas medias, aunque con capacidad de incidencia real en la clase trabajadora en su sentido más amplio, y la dirige en contra de los derechos políticos del proletariado, especialmente de sus capas más desfavorecidas por el capital. Hoy podemos ubicar el auge de la reacción en dos ámbitos:

  • La reacción frente al avance en políticas de representatividad. Bien desde la lucha política en la calle o desde el programa de las instituciones burguesas, la clase trabajadora en España ha vivido avances, más formales que materiales, en sus derechos civiles: en materia feminista, LGTB, en derechos de personas migrantes, en un mayor respeto institucional y social hacia las personas con diversidad funcional o incluso en cuanto al bienestar animal. Estos derechos civiles, a pesar de las críticas que podamos realizar de sus límites bajo el capitalismo, han permitido acumular experiencias de autoorganización y accionamiento político, llegando a ser verdaderos elementos movilizadores de masas como en el caso del movimiento feminista. Sin embargo, estos derechos civiles y experiencias políticas son confrontados por elementos ultraderechistas que pretenden erigirse como su principal oposición, autoproclamándose como defensores de un “ciudadano nacional” -evidentemente interclasista- que, bajo su propaganda, resultaría económica y políticamente marginado por las políticas “progresistas”.
  • La reacción frente a lo económico: nos encontramos en un marco económico complejo por la tendencia de caída de la tasa de ganancia a nivel global y el papel emergente que juegan las economías periféricas. En este sentido, la reacción juega un papel rupturista con las políticas de desarrollo económico (más ligados a la socialdemocracia y a los gobiernos liberales-conservadores), reivindicando la necesidad de mantener una relación desigual, aunque ello requiera la guerra.

Estos dos ámbitos programáticos en los que se desenvuelve la reacción conforman distintas posiciones políticas, que es lo que categorizamos como extrema derecha o ultraderecha: todo un conjunto de fuerzas parlamentarias y extraparlamentarias que asumen como propio este programa político de la reacción y que luchan fervientemente en defensa de los intereses de la clase dominante desde una perspectiva de la ruptura con los consensos sociales establecidos en el marco de la democracia burguesa, confrontando los derechos civiles más recientes, apoyando y legislando por la eliminación de los derechos políticos.

Hablamos, por lo tanto, de que vivimos hoy un momento histórico de giro reaccionario en tanto que el sentir común de amplios sectores de la clase trabajadora frente al capital que la asfixia está siendo llevado hacia estas posiciones reaccionarias tras décadas de hegemonía socialdemócrata donde estos derechos políticos podían ser integrados en los consensos sociales y derechos políticos. En el caso de la extrema derecha en España destaca VOX como el principal protagonista, caracterizado por combinar unas tesis neoliberales en torno al desmantelamiento de los consensos sociales del Estado de Bienestar y la liberalización del comercio interior y exterior para una máxima desregulación económica internacional con otras políticas más asociadas a la burguesía nacional tradicional, como establecer mecanismos de defensa para el capital nacional frente al supranacional, un fuerte conservadurismo, y antifeminismo ligado a la derecha tradicional católica que lleva consigo incluso un lenguaje bélico de la religión y un apoyo sin fisuras del auge represivo. De esta forma, VOX representa una adecuación estatal de la táctica política de la reacción para la posición que ocupa España en el tablero imperialista.

En cuanto al fascismo, hoy representa las posiciones que se sitúan dentro del ultranacionalismo reaccionario como la punta de lanza del ataque, directamente violento y callejero, a los derechos políticos y civiles de la clase trabajadora que no encajan en el perfil del sujeto nacional que aspiran a mantener. Este sujeto que dibujan incluye a una amalgama de clases de transición (pequeña burguesía nacional, aristocracia obrera y funcionariado) cuya posición aventajada en el Estado respecto del grueso de la clase trabajadora se ve amenazada por la crisis en ciernes y el desarrollo económico. Como consecuencia, el crecimiento de lo que podríamos considerar posiciones reaccionarias organizadas bajo formas más “rupturistas” respecto al ala institucional ultraderechista se nutre de sectores amplios, desde la mediana y pequeña burguesía nacional que va siendo excluida como capital menos rentable hasta obreros cuyas familias ya no pueden reproducir sus condiciones históricas y cuyas reivindicaciones son recogidas por las organizaciones con propuestas obreristas y socialchovinistas, es decir, posiciones reaccionarias.

El fascismo hoy se desenvuelve a través de fuerzas extraparlamentarias, jugando un papel fundamental de cimentación para el avance de la extrema derecha en España y para la defensa del statu quo y de la propiedad privada desde el totalitarismo reaccionario. Un claro ejemplo sería el escuadrismo organizado que ataca directamente a la clase trabajadora, como por ejemplo las “empresas” o “brigadas” de desocupación o de “vigilancia ciudadana”. El caso de las brigadas de desocupación surge como respuesta de elementos fascistas para salvaguardar la propiedad privada, protegiendo así a la burguesía y el rentismo frente a los sectores más empobrecidos de la clase trabajadora que se ven obligados a ocupar de manera espontánea, pero también frente a la clase trabajadora organizada colectivamente para ocupar los espacios de los rentistas y liberarlos para el conjunto de la clase. Estas acciones violentas de las “empresas” de desocupación se encuentran legitimadas por una parte de los medios de comunicación que orientan su discurso contra los intereses del proletariado desposeído, mientras que son apoyadas explícitamente por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, cuya connivencia se ha traducido incluso en cursos de formación. Otros enemigos que combatimos hoy son organizaciones con un cierto crecimiento organizativo como Frente Obrero, Núcleo Nacional o incluso Falange, que pese a sus diferencias políticas y organizativas, cumplen una función social de apuntalar el giro reaccionario social en defensa de la ideología dominante mediante el ataque a los sectores más desposeídos de la clase, como son especialmente el proletariado migrante y el proletariado trans. Todo esto viene acompañado y cimentado por parte del discurso dentro de las redes sociales, que llevan años constituyendo una masa reaccionaria que enmascara estos discursos de odio camuflándolos de humor o de identidad sectaria, y los medios de comunicación que han permitido elevar estas consignas reaccionarias a una posición de “sentido común”.

Las tareas actuales de las comunistas frente a la reacción:

La crítica a las tendencias derechistas del “mal menor”

Desde hace años, la tendencia a la derechización que lleva consigo este giro reaccionario también ha afectado a las propuestas políticas de distintas organizaciones del ala izquierda institucional, y particularmente a partidos como el PCE, reforzando las posiciones de la socialdemocracia bajo la amenaza de “que viene el fascismo”. Estas tesis tienen dos expresiones políticas que debemos confrontar desde el movimiento comunista:

  • Revisiones actuales de los Frentes Populares contra el fascismo: bajo una comparación anacrónica con el frentepopulismo de los años 30, algunos partidos comunistas históricos que llevan décadas bajo la dirección del eurocomunismo (como el PCF o el PCE) tratan de imponer la necesidad de establecer frentes amplios de organizaciones socialdemócratas que defiendan el Estado de Derecho frente al fascismo. Como veíamos antes, además de incluir dentro del fascismo a todas las organizaciones de extrema derecha, especialmente las institucionales, estos discursos suponen un giro a la derecha, pues sitúan la táctica en la defensa del Estado burgués democrático y sus aparatos ideológicos, obviando que precisamente éste supone un aparato represivo y de dominación política e ideológica de la burguesía sobre la clase obrera. De esta forma, estas propuestas socialdemócratas de un cierre democrático ante el miedo a una salida reaccionaria a las crisis políticas despojan al proletariado de todo el papel de defensa de los derechos políticos y civiles que solo éste ha conquistado con su lucha organizada; reducen la lucha por los derechos civiles y políticos del proletariado a la defensa del Estado burgués que oprime al proletariado, como si no hubiera otra salida posible desde la organización independiente del proletariado frente a la reacción.
  • Las tesis del mal menor en la política imperialista: bajo la definición que hemos dado de reaccionarismo (apuntalamiento del Estado burgués y destrucción de derechos políticos y civiles de la clase frente a las crisis políticas y los ataques del capital sobre el proletariado) se engloba también la defensa de posiciones tacticistas en política internacional. Ante una guerra imperialista, las posiciones de apoyo al polo imperialista al que se adscribe el Estado propio para la supuesta defensa de los intereses de la clase obrera nacional suponen una posición socialchovinista reaccionaria que es contraria a los intereses del proletariado en su sentido internacionalista. Por otro lado, confundir la tarea de combatir por todos los medios al polo imperialista del que forma parte nuestro Estado con la defensa de polos imperialistas opuestos fuera de un contexto de liberación colonial implica asumir ideológica y políticamente el marco de otro Estado imperialista, el marco de dominación de la burguesía sobre el proletariado, tornándose, de nuevo, en política reaccionaria.

Por lo tanto, para las comunistas no cabe un “mal menor”: defendemos los derechos civiles y políticos del proletariado no como una ley dentro de los marcos de un Estado burgués sino como derechos reales conseguidos y construidos desde la autoorganización de la clase. Defender estos derechos que están siendo amenazados por el giro reaccionario es una tarea fundamental hoy, pero conquistarlos de forma permanente requiere de todo el esfuerzo de nuestra clase para combatir a la burguesía y su Estado y construir una sociedad nueva que garantice estos derechos de forma real y permanente para nuestra clase.

Apuntes tácticos frente al reaccionarismo

La táctica de combatir a la reacción y el Estado burgués pasa por defender desde la solidaridad de clase a todos los colectivos que sufren ataques racistas, LGTBfobos y machistas. La cooptación de la socialdemocracia de estas luchas de nuestra clase han condenado a estas expresiones de la clase a la parcialidad y la institucionalización de estos derechos.

Frente al auge reaccionario que ahora amenaza con revertir estos avances sociales, el movimiento obrero debe nutrirse de todas estas experiencias históricas y defender al proletariado mediante la autoorganización de la clase ante cualquier ataque que sufra desde la reacción. Debemos combatir el obrerismo que fragmenta a nuestra clase en clave reaccionaria, pues la organización en la defensa de los intereses del proletariado migrante, LGTB y de las mujeres trabajadoras es precisamente la organización por la defensa de los intereses del proletariado en su conjunto frente a todos nuestros enemigos.

Por otro lado, debemos confrontar la política de rearme industrial en Europa y el Estado español. No caben medias tintas: por mucho que proporcione nuevos empleos, defender la industria armamentística con las que se va a masacrar al proletariado de otros países en nombre del imperialismo es una obligación moral, pero sobre todo política, para la clase trabajadora en nuestro país, una clase trabajadora que se ha caracterizado históricamente por los enormes ejercicios de solidaridad obrera internacionalista.

Por último, las comunistas debemos desplegar una agitación y una propaganda certeras, que cumplan tres funciones: (1) señalar discursivamente el auge reaccionario y los discursos belicistas como un enemigo de los intereses de nuestra clase desde la defensa de los derechos civiles y políticos de toda nuestra clase en su dimensión internacional; (2) organizar al conjunto de la clase trabajadora para su lucha espontánea y hacia objetivos revolucionarios desde la unidad de la clase frente al capital, el Estado que lo defiende y la reacción que lo apuntala; y (3) criticar los límites de las propuestas socialdemócratas como única vía frente a la reacción, planteando que la construcción de una alternativa revolucionaria de las trabajadoras para construir una sociedad distinta no solo es posible, sino que es necesaria.

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