La necesaria unidad de clase: imperativo necesario.
En un mundo marcado por profundas desigualdades económicas, explotación laboral y crisis sistémicas ,económicas, ecológicas y políticas, la unidad de clase se erige no solo como una aspiración táctica o ética, sino como una necesidad estratégica para las/os trabajadores y sectores populares. La historia ha demostrado que los avances sociales más significativos ,desde la jornada laboral de ocho horas hasta los derechos sindicales y la seguridad social, no fueron concesiones generosas del capital , sino conquistas arrancadas mediante la organización colectiva y la lucha unida de la clase obrera.
Deberíamos preguntarnos ¿Qué es la unidad de clase?
La unidad de clase no significa uniformidad ideológica ni ausencia de contradicciones internas. Por el contrario, reconoce la diversidad de experiencias, identidades y sectores dentro de las masas trabajadoras, obreros industriales, proletario campesino, trabajadoras y trabajadores de sectores de servicios, masas precarizadas, migrantes, mujeres, jóvenes, etc., todos comparten una condición común: la necesidad de vender su fuerza de trabajo para sobrevivir, y la explotación y sobreexplotación de un sistema que prioriza la acumulación de capital por encima de la vida humana y la naturaleza.
La unidad de clase implica superar divisiones artificiales, étnicas, nacionales, religiosas, de género o generacionales, elementos políticos y sociales que, el sistema capitalista ha utilizado y utiliza para fragmentar a los explotados y evitar que reconozcan sus intereses comunes. Es un acto político consciente de solidaridad, cooperación y acción colectiva frente a un enemigo común, que ejerce explotación y dominación de clase.

Obstáculos a la unidad: confusión, pacto social y traición.
El capitalismo no solo explota, sino que también divide. A través de mecanismos como el racismo estructural, el sexismo, el nacionalismo, el individualismo exacerbado o la competencia por empleos precarios, se fomenta la desconfianza y competencia entre trabajadoras/es . Los medios de comunicación, el sistema educativo, como ya demostrara Gramsci, y las instituciones políticas tradicionales suelen reforzar estas divisiones, presentando los problemas sociales como cuestiones individuales o culturales, en lugar de estructurales pertenecientes, inherentes al capitalismo.
Además, dentro de la ¨izquierda¨ y los movimientos sociales, han existido y existen, distintas corrientes políticas, tácticas y visiones del mundo. Estas diferencias son legítimas, pero cuando se convierten en barreras para la acción conjunta, terminan beneficiando al statu quo de la burguesía, del sistema capitalista. Partidos y sindicatos que, defienden la practica política de fraternidad entre las clases antagónicas capital-trabajo, consiguen alinear a millones de trabajadoras/os en la idea de que es posible la consecución de derechos a través de las negociaciones con la patronal, esta solo dará lo que, considere necesario para mantenerse en el poder.
La unidad como práctica debe ser el objetivo.
La unidad de clase no se decreta; se construye en la lucha cotidiana. Se forja en las asambleas de obreras/os y barriales, en las movilizaciones y huelgas, en las batallas por el derecho a la vivienda, la salud, la educación, los servicios públicos y el medio ambiente. Se consolida y eleva cuando los trabajadoras/es de distintos sectores se apoyan mutuamente, cuando los sindicatos se alían con movimientos feministas, ecologistas y antirracistas, y cuando se comprende que ninguna liberación es posible si no es colectiva.
Ejemplos recientes , apoyo al pueblo palestino, la huelgas del metal, las huelgas globales del sector logístico, las protestas contra la reforma laboral , o las alianzas entre trabajadores migrantes y comunidades locales, aun reconociendo debilidad y poca organización en algún caso, muestran que la unidad sigue siendo posible, incluso en contextos de fragmentación extrema.
En un momento histórico en el que las crisis se entrelazan y los peligros autoritarios resurgen, momento en el que el imperialismo esta dispuesto ir a la guerra mundial, la unidad de clase no es un lujo ideológico, o el capricho de unos, sino una condición indispensable para imaginar y construir un futuro distinto. Un futuro donde la dignidad, la justicia y la solidaridad sustituyan a la competencia, la explotación y la exclusión. Como decía Rosa Luxemburgo: “La lucha es la escuela de la unidad”. Solo organizados, conscientes y unidos, los de abajo pueden cambiar el mundo.
Varlin

