
El psicólogo social Fernando Giuliani analiza el alcance de la guerra cognitiva cuya conducción asume directamente el Presidente Donald Trump y el Secretario Marco Rubio, ante la incapacidad de la extrema derecha venezolana que ha quedado aislada políticamente dentro de Venezuela.
En una profundización de las medidas de asedio contra el pueblo venezolano con una estrategia funcional a la guerra cognitiva, la Casablanca ha ordenado desde agosto la presencia militar bélica en el Mar Caribe y realizado ejecuciones sumarias que ya llevan 76 personas asesinadas.
En diálogo con teleSUR, el especialista señaló que la estrategia desestabilizadora busca principalmente generar una fisura en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), al considerarla un pilar indispensable para cualquier intento de quiebre institucional. Sin embargo, esta ofensiva se ha encontrado con una robusta cohesión en torno a la figura del presidente Nicolás Maduro.
¿Cómo evalúa la guerra psicológica y cognitiva contra Venezuela, especialmente tras la creciente presencia militar de EE.UU. en el Caribe?
Primero, debemos enmarcar esto en el concepto de guerra híbrida, que se implementa en Venezuela desde 2013, tras el fallecimiento del Comandante Chávez. Hubo un primer ensayo cuando Henrique Capriles, al ser derrotado por Nicolás Maduro, mandó a la gente a la calle a «drenar la arrechera».
Esa estrategia violenta se materializó en 2014 con “La Salida”, un globo de ensayo de las revoluciones de colores con guarimbas muy violentas. Pero el punto de inflexión fue la orden ejecutiva de Obama en 2015, que abrió paso a la guerra económica y, con ella, a la guerra psicológica, comenzando por la guerra económica que fue devastadora, llevó a la hiperinflación inducida, al desabastecimiento, bueno, todo lo que ya conocemos que se vivió.
En aquel momento empezó ese camino permanente de intervenir en esta psique, que es intervenir en la emocionalidad, los sentimientos, pero también en los pensamientos, porque lo que hace la guerra psicológica es disputar la percepción de la realidad.
Interviene, manipulando todo lo posible la información, creando narrativas, creando imágenes, y por eso se instauró que Venezuela es una dictadura, Maduro es un dictador, las instituciones no funcionan, las elecciones se roban, aquí cada quien hace lo que le da la gana, etc., etc., etc.
Ese camino se empezó a abonar allí, y entonces en el 2017 viene el segundo intento mucho más serio de la guarimba, más de 120 muertos, casi 2000 heridos, 800 instituciones atacadas, pero la guerra psicológica fue brutal, porque posicionó a Nicolás Maduro como un dictador, como un represor, la tesis del Estado fallido, represor, paralelamente con la guerra económica.
¿Qué se buscaba en aquel momento, que tipo de estado psicológico?
Miedo, rabia, sobre todo rabia, mucha rabia, la ira, que se va a expresar de esta manera violenta en el 2017 con personas quemadas vivas, y con todo un acoso terrible hacia el chavismo, pero que además va a ir insistiendo en generar un estado psicológico colectivo, insisto, vinculado a la rabia, a la incertidumbre, a la zozobra, a la desesperanza.
Son estados psicológicos muy aversivos, y estaban destinados fundamentalmente a la población, con el objeto de generar una inestabilidad tal, como lo habían hecho en otros países, que el gobierno se desplomara por dificultad o por casi la imposibilidad de gobernar.
Eso no ocurrió, y se mantuvo siempre la guerra psicológica, pero a medida que la situación económica fue cambiando y se fue neutralizando parte del efecto económico, llegamos así, dando un salto muy largo, al 2024.
Allí se dio un verdadero experimento donde todo lo que fue la ira, la rabia, el odio y la deslegitimación de las instituciones, toda la población a la cual fue dirigida esa guerra, llevaba en sí la predisposición a creer que las elecciones se iban a robar, fundamentalmente en el caso de la gente opositora, y fundamentalmente en el exterior.
No hace mucho vi una encuesta, donde el 76% de la población de los países de América Latina piensan que Venezuela es una dictadura y que Nicolás Maduro es un dictador. Todo eso fue abonado durante todos esos años.
Ahora, qué pasó en el 2024? Bueno, ese odio, esa rabia y esa pérdida de legitimación, en la percepción de la gente fue explotada, entonces para, junto con lo que significó la técnica del ciberataque y todo lo demás, haber producido ahí sí un caos fuera de control, vimos la violencia que emerge, programada y planificada al día siguiente, pero que estaba abonada también.
Y ahí entramos, como en un periodo, mientras se intentó llegar hasta el 10 de enero, todos esos difíciles meses que vivimos, pero que fueron sistemáticamente derrotados y hubo una gran deslegitimación, posteriormente, del liderazgo de la derecha, que finalmente ya estaba solamente soportado por María Corina Machado y este hombre, Edmundo González, que realmente no es liderazgo, pero era una figura.
A lo que eso no ocurre, a partir del 10 de enero, y Nicolás Maduro se consolida como presidente constitucional, la derecha está en un vacío y se quedó sin operadores internos. No quiere decir que no se hayan seguido los intentos, pero la verdad es que la pérdida de legitimidad, la pérdida de reconocimiento, la pérdida de confianza, ha hecho que aquí no tengan capacidad para mover a la gente.
¿Cuál es el objetivo principal de esta guerra y por qué parece enfocarse en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB)?
La guerra psicológica apuesta por generar una fisura dentro del Gobierno, y sobre todo, dentro de la FANB. Es impensable que la oposición tome el poder si no tiene una parte de la Fuerza Armada que la apoye.
Por eso insisten en generar la percepción de que el gobierno está asustado, quebrado y sin apoyo. El discurso sobre narcotráfico es irrelevante para movilizar al pueblo; su objetivo es justificar una intervención y generar una tensión interna que rompa la unidad militar. Si un general desconociera al presidente, se generaría un punto de apoyo para atizar la confrontación. Por eso la guerra hoy apunta mucho más al miedo y a la presión agobiante.
Usted afirma que esta estrategia ha fracasado. ¿Cuáles son los indicadores clave de ese fracaso?
Ha fracasado porque no ha logrado ninguno de sus objetivos. Primero, la cohesión de la Fuerza Armada y del Gobierno ha sido muy robusta y la unidad en torno a la figura de Nicolás Maduro, absoluta. Segundo, la respuesta del presidente no ha sido de temor; al contrario, fue denunciar la agresión sin ambages. Vemos a un presidente sereno pero contundente.
Tercero, los globos de ensayo, como la desinformación de que Maduro se iba del país, no tuvieron eco en la población. La gente no le paró a eso. Muy por el contrario, aumentó la cohesión interna en todos los niveles.
A pesar de la presión, no se percibe pánico en las calles. ¿Cómo explica la respuesta de la población?
La cohesión del chavismo está en un momento superlativo, así como su capacidad de movilización y el respaldo a toda la dirigencia en el territorio. Además, la sociedad quedó con muchas heridas por la violencia de 2017 y desarrolló un hartazgo. Quienes encarnan un discurso violento ahora generan un rechazo todavía peor. El odio y la rabia se han ido diluyendo. Si bien la polarización se mantiene, ya no se expresa con la misma hostilidad.
¿Cuánto de la idiosincrasia del pueblo venezolano juega en esto?
Es un elemento fundamental, el talante de la idiosincrasia venezolana, que es un talante bueno, la gente está metida en echar p’alante, ese signo de ese carácter afable del venezolano, que está muy metido en el vínculo, en la afectividad, en la vida familiar, en el barrio, en la calle, inclusive un elemento que es típico de celebrar la vida.
Esa alegría que a veces la gente puede ser que la intérprete de manera banal, pero que no es nada banal, porque desde el punto de vista psicológico y espiritual, la alegría por la vida no es solamente lo lúdico y lo festivo, es un sentido esperanzador, eso está muy demostrado y estudiado por la psicología, y eso el venezolano lo tiene a raudales y no lo ha sacado solamente desde ahora, es un elemento antropológico, que tiene que ver con la historia de la sociedad venezolana.
Entonces lo que tú decías, la gente en la calle parece que no le está parando; ojo, sabe lo que está ocurriendo, aquí hay conciencia de lo que está ocurriendo, unos más, otros menos, pero la gente sabe, no es que no esté consciente de la amenaza y que se puede convertir en realidad.
En este contexto, qué rol jugaron eventos culturales y espirituales como la canonización de José Gregorio Hernández?
Esa canonización tanto de José Gregorio como de la hermana María Rendile, unió, hizo vivir al país, era un clima muy particular, yo no voy a decir que estábamos aquí en un éxtasis místico ni nada de eso, pero aquí se vivió un clima que no tenía nada que ver con lo que podía representar la tensión por una confrontación
Eso fue un clima que no fue tampoco eufórico, fue una gran energía espiritual, porque bueno, este pueblo tiene una fe católica muy profunda, y la figura sobre todo de José Gregorio Hernández es una figura venerada.
Ahí está otra de las cosas, siempre ha habido un desprecio al sentimiento popular, siempre ha habido una subestimación a que estas cosas son propias de un pueblo bruto, de rebaño, casi vinculado o bien a esa versión religiosa que se usa para dominar y para domesticar, o bien directamente la descalificación, como que el pueblo tiene casi que sus supersticiones por ahí.
Esto coincide de una manera realmente increíble, pero que jugó a favor de esa unión, y una unión en torno a una figura nada más y nada menos de paz, de ser a las dos figuras de paz, de servicio, de concordia, de humanismo, las dos figuras representan eso, está muy arraigado en el pueblo venezolano.
Y yo te agrego una comparación, ¿que pasó con la denominación del premio Nobel de María Corina Machado, y que pasó con estas dos figuras ?; cuando hacen esa maniobra tan burda de darle este premio Nobel a esta mujer en una contradicción tan espantosa.
Aquí no pasó absolutamente nada, había análisis que parecía que eso va a encender como una mecha en el pueblo opositor; no solamente no pasó nada, yo diría que casi pasó desapercibido, se volvió más bien en contra, hubo muchísima gente en el plano nacional e internacional que lo criticó, etc.
Midiendo los impactos, ¿Cuál es el rol de la supremacía que se le asigna a las redes?; tomando en cuenta que son poblaciones distintas y son tiempos distintos, si uno compara lo que fue el famoso incidente de la Guerra de los dos mundos, una noticia dada por la radio sobre una invasión marciana, uno podría suponer que todos estos mensajes, con estos actuales medios de comunicación, de las redes, debería haber producido quizás un efecto parecido.
Está interesante, yo creo que de ese episodio que protagonizó Orson Welles, que de verdad es un hito en la historia de la psicología de las masas y en la historia de la comunicación, yo creo que de allá para acá también ha corrido mucha agua bajo el puente.
Creo que la capacidad de las redes hoy para distorsionar la realidad, para crear realidades virtuales, es potente, nunca en la vida creo que habíamos tenido una tecnología como esta, pero al mismo tiempo creo que también nos tenemos que preguntar y examinar si la gente, tiene también sus propios anticuerpos.
Creo que hay más experiencia, creo que hay más conocimiento, podemos distinguir una cosa y otra, eso no quiere decir que vamos a subestimar las redes, creo que de verdad tienen un poder enorme y es algo que la tenemos que tener siempre a la vista y trabajarlo como se viene haciendo en la batalla comunicacional.
Fernando Giuliani es Psicólogo social y máster en esa especialidad por la Universidad Central de Venezuela. Docente de la Escuela de Psicología de la misma institución. Especialista en el área de la Psicología Social Comunitaria. Asesor-consultor en políticas públicas aplicadas en áreas de vivienda y hábitat, comunas, ciencia y tecnología, entre otras. Desempeño en el diseño y facilitación de programas de formación en el ámbito de la Educación Popular.

