Salarios miserables, infancias aplastadas

Publicado:

¿Por qué la lucha por el alza general de salarios es una lucha por las nuevas generaciones de la clase obrera?

Noticias populares

En cada fábrica, en cada barrio obrero, en cada hogar donde se cuentan las monedas para llegar al final del día, se repite una escena que los ideólogos burgueses pretenden ocultar: el salario insuficiente no solo castiga al trabajador o la trabajadora; condena a la infancia obrera, asfixia sus posibilidades, mutila su desarrollo. Los mismos que hablan de «proteger a la niñez» sostienen un sistema que la aplasta desde la cuna.

Quienes vivimos del sudor de nuestras frentes sabemos bien que el salario apenas cubre los costos mínimos para reproducir la fuerza de trabajo, y esto incluye, necesariamente, a la familia obrera. Por eso, cada falso aumento salarial es en realidad un ataque directo contra las condiciones de existencia de las nuevas generaciones obreras.

La burguesía, la pequeña burguesía y hasta algunos revolucionarios presentan la lucha por salarios como un asunto «puramente económico», pero la verdad es que luchar por un aumento general de salarios es luchar por la salud y por el crecimiento y el futuro de nuestros hijos, porque nada separa esas luchas.

Carlos Marx señaló con claridad que el valor de la fuerza de trabajo incluye los medios de subsistencia necesarios para su reproducción. Pero ¿qué ocurre cuando el salario no alcanza siquiera para una alimentación adecuada? Ocurre lo que toda madre proletaria y campesina sabe sin necesidad de estadísticas, un niño mal alimentado no aprende igual, no se desarrolla igual, no crece igual. La ciencia contemporánea confirma lo que la clase obrera vive día tras día: el desarrollo cerebral depende de una nutrición suficiente; la capacidad de atención se deteriora bajo estrés alimentario; y el cuerpo mal nutrido se vuelve más vulnerable a enfermedades. Así, las carencias que genera el capitalismo se escriben sobre la piel de la infancia obrera.

Cuando los salarios reales se estancan —o retroceden, como ocurre hoy en gran parte del mundo— las familias obreras se ven obligadas a vivir hacinadas. Y esto no es un detalle secundario, pues estas condiciones materiales moldean la vida psíquica y física de la infancia. En espacios reducidos no hay lugar para correr, saltar o jugar; y estas actividades no son caprichos infantiles, sino funciones esenciales para el desarrollo neuromotor y cognitivo.

La vivienda estrecha se convierte en la primera prisión del niño obrero, una prisión legalizada, normalizada, aceptada. Mientras tanto, la burguesía habla del «futuro de la nación» y, al mismo tiempo, condena a los hijos de quienes producen toda la riqueza a crecer en cuartos sin luz, sin aire y sin movimiento.

A ello se suma que la atención, la creatividad, la coordinación y la socialización se desarrollan mediante el juego y la exploración del entorno. Sin embargo, cuando ese entorno es reducido, precario o sencillamente inexistente, las infancias obreras crecen en condiciones que lesionan su propio potencial, reflejándose en problemas atencionales por estrés y falta de estímulos, dificultades posturales y motrices por la ausencia de movimiento suficiente, y limitaciones cognitivas derivadas de la falta de materiales educativos, libros, juguetes y espacios verdes.

El capitalismo se apura entonces a hablar de «negligencia familiar», cuando lo que realmente está ocurriendo es que existe un aumento de la superexplotación y la opresión. El miserable salario erosiona la capacidad de la clase obrera de reproducirse en condiciones dignas y no se trata simplemente de hambre o de incomodidades, sino de que cada generación nace con menos herramientas y más barreras, con horizontes más estrechos y oportunidades más recortadas. De allí que la lucha por el salario no sea un asunto técnico o económico, sino una lucha política por el futuro mismo de nuestra clase.

Por eso, cuando hablamos de alza general de salarios, no hablamos de un reclamo economicista, sino de un respiro directo para las infancias obreras. Un salario más alto permitiría viviendas más amplias donde los niños puedan moverse, jugar y estudiar; alimentación nutritiva, base de todo desarrollo físico y cognitivo; acceso a bienes culturales y educativos que hoy se nos niegan; más tiempo disponible para padres y madres, indispensable para el acompañamiento afectivo y escolar; y una reducción del estrés familiar, uno de los enemigos centrales del aprendizaje infantil. Cada punto de salario recuperado es una hora de juego recuperada, una comida recuperada, un libro recuperado, una infancia recuperada.

La burguesía necesita infancias obreras quietas, cansadas, débiles, mal alimentadas, fáciles de disciplinar y de explotar. Los trabajadores conscientes y revolucionarios en cambio, queremos infancias fuertes, curiosas, críticas, vivas. Y eso exige, sin rodeos, un alza general de salarios. La lucha por ese aumento no es solo por mejorar nuestras condiciones inmediatas sino por el derecho de nuestros hijos a crecer, a desarrollarse, a pensar, a vivir. Un alza general de salarios es la condición material mínima para que la clase obrera pueda reproducir su vida y su futuro. Y, como siempre, lo que la clase obrera necesite, solo la clase obrera podrá conquistarlo con organización, con disciplina y con lucha directa. No hay otra vía.

¡POR ALZA GENERAL DE SALARIOS, LUCHA DIRECTA Y ORGANIZADA DE MASAS!

DEJA UN COMENTARIO (si eres fascista, oportunista, revisionista, liberal, maleducado, trol o extraterrestre, no pierdas tiempo; tu mensaje no se publicará)

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Últimas noticias

Fuego hipersónico: Rusia asesta un duro golpe a la infraestructura militar y energética de Ucrania

Otro de los objetivos fue la infraestructura portuaria utilizada por las tropas ucranianas.

Le puede interesar: