
Los ataques a petroleros rusos en el Mar Negro suponen un trampa para Turquía, que controla los accesos. Se trata de ataques de la OTAN, de la que Turquía forma parte. Dos de los ataques han reivindicados, como corresponde, por Ucrania y ocurrieron, además, en la zona económica exclusiva de Turquía.
El lunes Erdogan reaccionó, advirtiendo que los ataques no tienen excusa posible, ya que amenazan la navegación, la vida y el medio ambiente en la zona marítima de Turquía.
Al día siguiente el ministro de Asuntos Exteriores, Hakan Fidan, se hizo eco de la misma opinión, calificando los ataques de “muy alarmantes” y convocando al embajador ucraniano en Ankara y al encargado de negocios interino de Rusia al día siguiente.
Para Ankara, hay mucho en juego. El Mar Negro es una ruta comercial vital que conecta a Turquía con Rusia y Ucrania, así como con Rumanía y Bulgaria. Es especialmente crucial para el transporte de grano. Tras los ataques a petroleros rusos, las tarifas de los seguros marítimos se han disparado.
El Mar Negro también es un importante corredor energético para Turquía. Ankara depende en un 45 por cien de Rusia para su suministro de gas, que se transporta a través de dos gasoductos que cruzan el Mar Negro: Blue Stream, inaugurado en 2005, y TurkStream, finalizado en 2020. Mientras que el primero abastece exclusivamente al mercado local, con 16.000 millones de metros cúbicos al año, el segundo también abastece a Bulgaria, Grecia, Hungría y Serbia, con 15.750 millones de metros cúbicos para el mercado turco, un volumen equivalente al de otros países europeos.
Además del gas, Turquía también recibe una cantidad significativa de petróleo crudo de Rusia, que se transporta por mar a través del Mar Negro. Desde el inicio de la Guerra de Ucrania en 2022 y el posterior bloqueo del petróleo ruso por parte del G7, Turquía se ha convertido en el tercer mayor importador mundial de crudo ruso, después de China e India, prácticamente duplicando sus importaciones.
Reexporta parte de este petróleo a los países del G7 tras refinarlo en sus propias instalaciones, eludiendo así las sanciones impuestas por el bloque occidental. Sin embargo, ante la amenaza de nuevas sanciones occidentales, las refinerías turcas se alejan cada vez más del petróleo ruso y se abastecen más de otros productores, como Irak y, más recientemente, Kazajistán.
Por último, Turquía lleva varios años realizando actividades de exploración de gas en el Mar Negro. Descubrió un yacimiento de gas natural de 320.000 millones de metros cúbicos frente a las costas en 2020, seguido de otro estimado en 75.000 millones de metros cúbicos en la misma zona la primavera pasada. Estos descubrimientos podrían cubrir una parte significativa de sus necesidades energéticas en el futuro. Razón de más para preservar la estabilidad en el Mar Negro y sus zonas marítimas.

